Marta


Normas
 


En un complejo cinematográfico, cercano a mi domicilio, no pude entrar sin el descuento correspondiente debido a un estúpido olvido: la tarjeta la había dejado encima de la mesa. A pesar de mi insistencia para que mirasen la base de datos, me comunicaron que eran las nuevas normas. Por un lado, me alegré de que mi país empezara a tener normas y, por otro, entendí que la gente prefiera Netflix.

Las normas hay que cumplirlas para que un país funcione. Sin embargo, compruebo cómo en la carretera de Mijas, que desemboca en Fuengirola, los vehículos bajan a toda pastilla esquivando las bandas sonoras y los pasos de cebra apenas son respetados. Alrededor de mi urbanización las cacas perrunas van sembrando un caminito de baldosas pardas. La gente aparca donde quiere, en doble fila o en la misma puerta del bar. El tren de cercanías pasa de largo colapsado. En el aeropuerto aquel señor se coló mientras miraba el móvil. Si alguien le espetaba algo, tenía la excusa perfecta. Llamo al ayuntamiento o intento pedir cita previa en el médico y los teléfonos son objetos inertes. Todo el mundo reserva por las aplicaciones: solo unos pocos las controlan. El albañil se acerca a casa por una simple reparación y te pide medio sueldo. Hubo un señor, conductor de Amazon para más señas, que me abolló el coche intentando aparcar. Lo perseguí por los aledaños del Lew Hoad para hacer justicia. Lo acorralé en un callejón sin salida y me entregó sus papeles. Les hice una foto. Eso no fue suficiente para que su compañía se hiciera cargo de los dos mil euros que supuso la reparación. He estado un año conduciendo con un salvoconducto porque la administración competente no me enviaba el carné físico. Por la app de la DGT se puede solicitar por tres vías diferentes, pero no funciona ninguna. En el Carrefour hay una sobrecarga de productos 3x4. Luego tendrás que tirarlos cuando caduquen, ya que no todo el mundo vive en familia para aprovechar la oferta. Voy al Cheers a tomar una copa para desconectar: siempre me encuentro al mismo que te vuelve la cara y no te saluda. En la autovía los torpes discurren por el carril inapropiado, por eso el chorizo de turno circula a toda velocidad zigzagueando. La Editorial Egales me dice ahora que tiene sobrecarga de manuscritos. Y pienso que ha recibido órdenes de El Deseo S.A. Piensa mal y acertarás.

Menos mal que, al regresar a casa, Marta me recibe con todo el amor del mundo.

                                                                                                                                       JlRaya


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