LF

 









Luisa Fernanda

 

Luisa Fernanda es una mujer bajita y regordeta. Acomplejada por su físico permanentemente. Vive en su pueblo natal. Mejor dicho, sigue encerrada en su pueblo natal esperando a su príncipe azul. Frisa los sesenta y cree que será eterna. Se ha autoexcluido de todos los placeres que el mundo le ofrece porque seguramente se conforme con lo poco que tiene o porque crea que no merece aspirar a más. Luisa Fernanda suele fijarse en hombres problemáticos que están cerca de su entorno, como mucho puede viajar a sesenta kilómetros para conocer a su compañero. No suele ser muy exigente, con que esté bien dotado y sea joven y delgado es suficiente. Obvia los demás atributos como son cultura, aspiraciones o aficiones. Ella se adapta a lo que sea. Puede participar en un congreso manga o en una sesión de porros. Lo mismo puede tragarse un partido de fútbol o una película chapucera. Todo dependerá de lo que le guste al amado. Sus gustos y su personalidad se diluyen en la nada, incluso puede estar hablando de naderías horas y horas, como la afición por la peluquería de la sobrina de su pretendiente.

LF es cariñosa y atenta pero con los años se le ha ido agriando el carácter y ha ido fulminando por el camino a sus mejores amigas o familiares. Casi siempre se equivoca y vuelca su frustración con el que menos culpa tiene. Nunca ataca el motivo de su malestar, sino que culpabiliza a los demás y descarga sobre ellos o ellas sus aspavientos y sus desdichas. Como ya va teniendo una edad se ha quedado huérfana, pero ella cree que ella y solo ella es presa de ese inmenso dolor que supone la pérdida de los padres, como si los demás hubiéramos perdido un muñeco.

LF casi siempre está enferma, es decir, somatiza sus múltiples miedos, traumas o frustraciones. Visita urgencias a menudo como buena hipocondríaca que se precie. Como se te pase preguntarle o interesarte por su última dolencia te crucifica. A veces parece una vieja de pueblo, con todos sus pros y contras.

LF conoció a un hombre a través de una página de contactos en televisión. Se trata de esos anuncios sórdidos que aparecen o aparecían en las televisiones locales de los pueblos. En los pueblos la intimidad y la discreción deben defenderse a rajatabla, sobre todo si no deseas ser la comidilla de los vecinos, el barrio y, por último, el pueblo. Estuvieron ambos manteniendo una relación telefónica durante más de ocho meses. Durante este tiempo, no llegaron a conocerse ni a contactar visualmente. Hablaban todos los días tres o cuatro veces. Luisa Fernanda recibía sus llamadas con ilusión, como esa solterona que busca un novio o un marido y pide a gritos que la cortejen. Cuando íbamos en pandilla, cada oveja con su pareja, LF se alejaba un poco para hablar con el amado. A través de esas conversaciones se iban conociendo. Hablaban de sus miedos o angustias, sus quehaceres o inquietudes y daban algunas pinceladas sobre sus familias o trabajos, por lo que terminaron intuyendo quiénes podían ser. Pero sin dar demasiadas pistas para que no pudieran descubrir el pastel. Ambos vivían a unos quinientos metros de distancia. Un día LF se armó de valor y se dirigió al lugar donde intuía que trabajaba. Y observó a un comercial de coches. Se le veía correcto y educado, pero un poco serio.

 Lo conocía de vista. En los pueblos tofos se conocen, sobre todo si no sales de ese entorno. Siguieron con sus llamadas diarias e incluso con sus discusiones y reconciliaciones, como cualquier pareja que viva a quinientos metros de distancia…

 LF le dio varios ultimátums. Se estaba hartando de esa surrealista relación a distancia. A quinientos metros de distancia. Después de varias intentonas, el otro, vamos a llamarlo Luisma, decidió por fin que deberían conocerse. Pero tenía que ser en un sitio muy privado. Tan privado como la casa de LF. Luisma siguió poniendo condiciones para la cita-encuentro. Tenía que ser a las tres o las cuatro de la mañana cuando todo el mundo duerma, así nadie podrá verlo. Aún así, dio un gran rodeo a través de las calles más oscuras para llegar a la casa de su amada. LF se hallaba excitadísima, ya que al fin lo conocería y podrían tener sexo carnal, en vivo y en directo. Ya estaba harta de tanto sexo telefónico.

Ambos se encontraban frente a frente. Luisma temblaba y tartamudeaba como un adolescente en su primera cita. Mucho más aún. Seguramente era su primera cita clandestina a pesar de sus casi cuarenta años. A Luisma le gustaba otro tipo de mujer, más alta y esbelta y no tan bajita y rechoncha. LF había mentido un poco acerca de su físico. Es comprensible que Luisma se encontrara un poco molesto. Tampoco él dio muchos datos acerca de su físico. La conversación era tensa. Habían estado ocho meses hablando por teléfono varias veces al día y se veían como dos extraños. No sabían qué decir, ni qué hablar. Ella pretendía agasajarlo con algún cafelito o una cerveza, pero ¿qué se puede tomar un día de diario a las cuatro de la mañana? De repente, Luisma empezó a ponerse más nervioso de la cuenta y decidió que tenían que poner fin a la cita. Así que se levantó como si tuviera un muelle en el culo y se fue directamente a abrir la puerta de la calle. Salió de allí como alma que lleva el diablo. Luisa Fernanda era una mujer muy guapa, pero sus complejos le impedían ver más allá de sus propios ojos arrasados por las lágrimas y las decepciones. Se sintió como una fracasada.

A la media hora, cuando LF intentaba conciliar el sueño en su triste cama de solterona, escuchó el sonido del móvil. El corazón le dio un vuelco cuando vio en la pantalla el nombre de Luisma. Pensó que se habría arrepentido y que regresaría. Lo que ocurrió a continuación fue sencillamente genial. Ningún guionista hubiera imaginado semejante desenlace porque lo hubieran tachado de inverosímil. Empezaron a hablar nuevamente a través del móvil y a tratar todas las cosas que habían hecho a lo largo del día. Incluso terminaron masturbándose a distancia como otras tantas noches.

Meses después, LF rompió aquella demencial relación que la mantuvo entretenida durante un año de su vida. Un año perdido, pero al mismo tiempo un año ilusionada.

Al año siguiente, deseosa por tener un novio, se enrolló con un masajista, bebedor y maltratador. Un casado que estaba a punto de enviudar. Llegó incluso a mantener una relación a tres con tal de no perderlo. Lógicamente, se le iban acumulando traumas y complejos a raudales. Y tenían que salir por donde sea. LF suele estar delicada de salud. Todas las relaciones que ha mantenido han sido tan surrealistas y dispares como estas. LF no se enfrenta a su destino y no da un golpe en la mesa definitivamente que la haga crecer como persona. LF nunca entenderá que más vale estar sola que mal acompañada. Tampoco entenderá que hay que salir del pueblo -que aprieta y asfixia- si quieres descubrir nuevos horizontes. Pero se siente mayor para lanzarse a la aventura. LF se siente mayor desde los veinticinco años.

Entre tanto, el pato lo siguen pagando sus familiares y amigas más íntimas o cercanas. En lugar de enfrentarse a sus problemas cara a cara, ha preferido ir rompiendo relaciones con todo aquel que se interponga en su camino o que crea ella que se interpone. A menudo, pagamos nuestras frustraciones con las personas menos indicadas.

Otra vida peculiar y diferente que bien podría protagonizar una novela o alguna película. Pero claro, muchos la tildarían de inverosímil.

¡Cuántas veces la realidad supera a la ficción!

JLRP

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