ACCIÓN/REACCIÓN en La Opinión
La Opinión
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2023/04/11/accion-reaccion-85849253.html#:~:text=Toda%20acci%C3%B3n%20va%20seguida%20de,algo%20parecido%20a%20la%20inacci%C3%B3n.
Toda acción va seguida de una reacción,
se trata de una ley física. Incluso, el gesto de poner la otra mejilla, que
contradice la idea anterior, es una forma de responder a una agresión o acción,
aunque incoherente, pues sería algo parecido a la inacción. Podría ir contra natura.
Cuando Rusia invade Ucrania, los invasores/agresores esperaban que se cruzasen de brazos de la misma manera que ocurrió con la anexión de Crimea. Quizá esperaban los soviéticos que pusieran la otra mejilla. Efectivamente, el héroe de Nazaret no explicó qué debíamos hacer después de ello. A lo mejor, lo dejó al libre albedrío del agredido. A más de uno le puede parecer plausible el hecho de no responder a una agresión o un insulto, pero si se hace de forma repetitiva es un claro síntoma de falta de amor propio o autoestima. Es cierto que dos no se pelean si uno no quiere, pero el número de agresiones que se puede infligir debería estar estipulado por ley, en cuyo caso también sería infringir: el abusón no puede irse eternamente de rositas. Hay que pararle los pies para que se produzca cierto equilibro cósmico. Una determinada acción ha de ir seguida de una reacción: así se originó el Universo y se formó la vida. Tras la Gran Explosión se espera que ocurra una Gran Implosión.
Este argumento cosmológico se podría aplicar a nuestro microcosmos, al menos así deberíamos funcionar, de tal manera que las fuerzas se equilibren. El equilibrio es una idea tan básica como insoslayable que la propia naturaleza ha creado. Sin equilibrio o proporcionalidad se retornaría al caos. La reacción a una acción ha de ser proporcional, de lo contrario tarde o temprano la nueva situación se descompensa. Tras el desequilibrio, a nivel psicológico, pueden aparecer traumas y otros conflictos conductuales.
Si al niño que actúa de una manera inapropiada no se le advierte o se le reprende, persistirá en su mal comportamiento, pues aprende que no hay consecuencias, es decir, se ha encontrado con que su mala acción carece de reacción, por lo que persistirá en su conducta.
A los adultos, igualmente, hay que “pararles los pies” ante determinadas conductas inconvenientes o inapropiadas, aunque sea por amor propio, dicho de otro modo: hay que hacerse respetar. Todos hemos escuchado, en algún momento, especialmente los que ya peinamos canas, que el marido ha pegado a su mujer porque algo habrá hecho. Esto es apoyar al desequilibrio y a la injusticia cósmica.
Cuando hablamos de darle su merecido, de pararle los pies o dar un escarmiento a alguien, nos estamos refiriendo, de alguna manera, a ese malsano desequilibrio que se ha producido. Necesitamos, pues, equilibrar las fuerzas y recomponer la inestabilidad creada. Hay que retornar a la placidez y serenidad que produce el equilibrio cósmico.
En definitiva, hay que responder si acaso con la misma moneda. Aquella vieja Ley del Talión, sin duda era desproporcionada, pues no se le podía cortar la mano a alguien que ha hurtado una gallina. Debemos tender a reprender de forma adecuada. Nadie debe apuñalar a alguien por haber sido calificado de idiota, pues entonces se inicia ese caótico desequilibrio y urge equilibrar las fuerzas. En este caso extremo tampoco valdría la retirada, aunque si entra en un tiempo prudencial resultaría sensata, razonable, madura y podría salvar su propia vida.
Efectivamente, si desea evitar el colapso, retírese. Si no logra llegar a tiempo, responda de manera proporcionada o incurrirá en un desequilibrio metafísico cuyas consecuencias pueden resultar impredecibles.
En definitiva, hablando en román paladino, no es necesario tener que llegar a una edad razonable para mandar a la mierda a alguien. Olvídese de tanto desequilibrio cósmico. Hágase respetar y quiérase. No importa que sea mujer, hombre, mayor o infante. Trate de hacer el bien y seguramente recogerá lo que vaya sembrando. Ayude a equilibrar las fuerzas, pero tenga cuidado, no olvide colocarse en el lado correcto: el del agredido.
Y otro asunto que no es baladí: las ofensas no están estipuladas en ningún catálogo. Lo que para usted pueda ser una nimiedad, para el afectado puede resultar una cuestión mayor que atente contra su dignidad o su honor. Así que no valore las reacciones ajenas tan a la ligera. Si a mí me llaman imbécil me puedo reír en toda su cara; sin embargo puede haber otra persona que quede traumatizada durante semanas. Recuerde eso de que no ofende el que quiere sino el que puede. Efectivamente, no es lo mismo que te ningunee el vecino del bloque de al lado, al que ves de pasada cada cuatro meses, que, de repente, un familiar o tu mejor amigo te desprecie con sus desaires. Hay situaciones que tarde o temprano tendrán que explotar, a no ser que la indiferencia neutralice esa vertiginosa acción/reacción que se inició hace 14.000 millones de años.



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