COMULGAR CON RUEDAS DE MOLINO-S

 



https://www.diariosur.es/opinion/ruedas-molino-20210304000255-ntvo.html


 

Cada día me sorprende más el hecho de comprobar la extensa nómina de políticos, intelectuales o periodistas, por ejemplo, que se instalan en sus postulados pasados, rancios, obtusos  e incoherentes, a años luz de la situación actual y lejos de las inquietudes y estructuras de este mundo globalizado, que se dirige a pasos agigantados hacia la robótica y la inteligencia artificial. Es como si los unos hubieran memorizado los postulados del Manifiesto Comunista (1848) y otros recitaran párrafos incandescentes de Vasco Pratolini, los Poemas románticos de Foxá o acaso difundieran la tenebrosa España de Solana.

Aquellos se complacen en retrotraerse a la España de El Cid y predicar algo tan obsoleto que, incluso, resulta ridículo, olvidando los preceptos básicos de la igualdad, la diversidad y la equidad en cualquiera de sus circunstancias. Para muchos la mujer debería quedarse en casa, criando a los hijos, cuidando de su esposo y desarrollando las virtudes de la buena esposa o de La perfecta casada de Fray Luis de León. Se les olvida que los papeles pueden perfectamente invertirse, que el maltrato doméstico es básicamente unidireccional y que un niño puede sentirse niña o viceversa, y que todo esto no atenta contra ninguna ley divina sino que entramos en una nueva era donde ha de prevalecer, de una vez por todas, la felicidad del individuo y que en este terreno no caben consideraciones u opiniones personales, puesto que la vida de cada cual le pertenece solo a él/ella y por lo tanto no puede inmiscuirse nadie, ni Dios, ni el Estado.




Por otro lado, la progresía más inepta se enciende ante una serie de consignas que, no es que hayan caducado, sino que se barnizan de una serie de incongruencias que ni ellos mismos, en su fuero interno, pueden asimilarlas. Arremeten contra una derechona inmovilista y rancia, adoptando una serie de actitudes y posturas, tan déspotas y fascistas como lo que ellos mismos critican. Resulta incomodísimo seguir determinados eslóganes, sobre todo si uno votaba a la izquierda desde la transición; pero ahora se ha ido desdibujando en una suerte de amalgama descerebrada. Comulgar con determinados preceptos nos puede resultar antinatural. Tanto como la vida disoluta del desalentador Marx, rodeado de criadas, despilfarro, deudas, alcohol y burdeles. Tampoco un determinado rey emérito se puede prestar a ser referente de nada, pues encarna una serie consecutiva de despropósitos, engaños y latrocinios.

Lo vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo, la moderación es la única manera de acertar medianamente. No solo los políticos, sino de igual manera los medios de comunicación impelen al individuo al posicionamiento extremo, aun tragándose sus propias contradicciones y paradojas. Aún hay quien sigue hablando de lucha obrera, burguesía conservadora, monarquía vitalicia, lucha de clases, la honestidad y honradez de la mujer, el macho dominante, policía asesina, maricón de mierda, la mujer a sus labores, desaparición de la propiedad privada, la tierra para quien la trabaja o patrón especulador, y otros tantos volteos bolivarianos, predicados por  muchos que viven a cuerpo de rey.

Si uno gira su cabeza a la izquierda y luego a la derecha observa tantas incongruencias y anacronismos que ya no sabe uno donde meterse. Ni los unos, ni los otros, me van a hacer comulgar con ruedas de molino. Que sepan los políticos que hay ciudadanos —quizás una minoría porque se ha tendido a polarizar a la sociedad exageradamente— que son capaces de cuestionar sus pasos transformados en continuos tropiezos. Hay ciudadanos que no están por la labor de aceptar y bajar la cabeza ante un rey corrupto, ni de facilitarle la vida a los okupas, ni tampoco a todos esos que no han dado un palo al agua esperando su paguita, ni vamos a callar nuestra voz ante tantas mujeres asesinadas, ni ante tantos emprendedores o científicos ignorados, trabajadores explotados, o empresarios cosidos a impuestos.

Si la vida se reduce a política, es necesario un partido nuevo que se denomine Sentido Común, que no se deje embaucar por vendedores de viento y humo, que ataque cualquier despropósito o incoherencia porque, entiendo yo, que muchos aún sabemos distinguirla: el maltratador que va campando a sus anchas, el propietario que tiene que ceder literalmente su vivienda a unos invasores, la mujer que quiere y necesita sentirse hombre, el creyente que vela por su fe y sus creencias y es atacado, el alumno que solicita una beca y no asiste a clase, el emprendedor que sufre un constante ataque burocrático y es acribillado a impuestos, el antiguo terrorista que sigue alardeando de ello, el viejo franquista que trata de imponer su modus vivendi, el empleado que trabaja diez hora diarias por un salario mísero, el amparo del tirano, aunque sea menor; en fin, los impuestos y comisiones leoninos, las amenazas de muerte, amparándose en la libertad de expresión, los escraches, según en qué dirección se dirijan. Etcétera.


Sinceramente, hay un amplio grupo de ciudadanos que no va a seguir comulgando con ruedas de molino porque algunos sabemos discernir y miramos al futuro sin estancarnos en glorias o vergüenzas pasadas, porque lo que se avecina es un mundo cargado de esperanza: desearlo es encontrarlo. Hay que trabajar por ello. Pero antes hay que liberarse de tantos ineptos ignorantes, a diestro y siniestro, que siguen inmisericordes tomándonos el pelo.

 

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