SENTIDO COMÚN




Son muchos los intelectuales que no se adhieren a ningún movimiento, ni comulgan con una determinada forma de ver, de pensar o de sentir. Son los que se alejan de adoctrinamientos vacuos y rígidos dogmas preestablecidos e inmutables. Consideran –y considero-  que argumentar por cuenta propia conlleva un riesgo que se convierte incluso en linchamiento social por esas hordas adoctrinadas y aleccionadas en cualquier ámbito: religioso, social, político, educativo, cultural, e incluso científico. Como bien dice Noam Chomsky, la gente ya no cree en los hechos. Efectivamente, se les puede presentar los hechos de manera contundente y objetiva como un  termómetro que marca exactamente los cuarenta grados y estos se dedican a ponerlo en duda o negarlo, alegando innumerables incongruencias para justificar ese dato “erróneo”. No es de extrañar que sigan  en aumento los terraplanistas o negacionistas de evidencias constatadas como el calentamiento global o el cambio climático.



Precisamente, lo más preocupante es que determinados grupúsculos se apropien de un sistema de ideas, a menudo contradictorias, para moldearlas a su antojo y lanzarlas a una caterva de seguidores, ávida de carnaza. Esos grupúsculos con frecuencia se identifican con movimientos políticos, que se cierran en banda como esas sectas sombrías que proliferan por los pueblos perdidos de la América profunda. Si alguien difiere de alguna idea o postulado, por su incongruencia, o porque sencillamente se trata objetivamente de una falacia, ya sabes que te expones a un linchamiento mediático y no tan mediático. Incluso el sistema de partidos se constituye de esta guisa. A nadie se le ha ocurrido que alguien piense y vote de manera opuesta porque la disidencia es la peor de las ignominias en este sistema democrático. Efectivamente, la democracia es el sistema político menos malo que existe  - Churchill dixit-, no obstante podría mejorar, bajo mi punto de vista, fulminando esa incongruencia que se denomina ley D’Hondt, pero los principales beneficiados ni se plantean reestructurar dicho sistema, ya que perderían, como sabemos, esos escaños que tanto anhelan y que someten a una mayoría silenciosa.

El sistema se estructura en una serie de postulados o dogmas que unos tienden a lo que se entiende por izquierda y otros se aposentan en la derecha, el centro se sobreentiende que puede participar de supuestos comunes de uno y otro lado. Esta postura, como la bisexualidad, no es comprendida del todo, de hecho se arriesga a recibir bofetadas de ambas partes, puesto que dichas partes son las que aseguran que la realidad es blanca o negra, sin admitir grises o claroscuros. Es por lo que nos adentramos en esas incongruencias que los libre-pensadores manifiestan, desde un Javier Marías, un Pérez Reverte o un Muñoz Molina. O humildemente, un  servidor, ya que admitir la existencia de esos claroscuros es la señal inequívoca de que se acepta íntegramente la diversidad, esa diversidad que tanto reclama la izquierda por un lado, y por otro fulmina a los que disienten, y que, por otra parte mira siempre con recelo la derecha, la cual avanza por el empuje de su  oponente, que sin duda es el que abandera los Derechos Humanos. Esto es así, le guste o no.

Rosa Montero ya manifestó en uno de sus últimos artículos que hay fundamentos que no tienen que adherirse a uno u otro bando sino al diáfano sentido común. Son muchos los intelectuales, como  he dicho anteriormente, que se alejan de las injusticias sociales de determinados sectores de la derecha y de las manifiestas incongruencias de la izquierda. En ocasiones es necesario matizar, pero ni el matiz se manifiesta porque es un síntoma de disidencia y te pueden relegar a un segundo plano o al ostracismo: todavía se mantiene eso y perdura lo de “quien se mueva no sale en la foto” o el “manda huevos” para aludir  a la estulticia.




Son profusos los asuntos que se visten de diestro o siniestro, independientemente de su manifiesta obviedad, incongruencia o relatividad. Esto es, sentirse español o llevar una bandera de España se asocia a la  derecha; proteger a los animales y al medio ambiente se relaciona con la izquierda, así como la estricta igualdad de hombres, mujeres y todo tipo de tendencias sexuales e ideología de género, que por cierto, esto mismo se diluye y se obvia cayendo en una profunda contradicción si aludimos a los musulmanes por parte de la izquierda. Aquí hay mutismo y se mira hacia otro lado. Si nos adherimos al maltrato y evidente aniquilamiento del pueblo palestino por parte del mastodóntico Israel, pecamos de rojos; si por el contrario nos mostramos críticos y nos enfrentamos al dictador Nicolás Maduro, ya somos fachas; lo mismo que si preferimos la beneficiosa unidad territorial, aquí la izquierda no alude a su archiconocido eslogan de “la unión hace la fuerza”. Si, por otro lado, favoreces a los empresarios, emprendedores o comerciantes, que son realmente los que generan empleo, ya te sitúan en la derecha. Si por el contrario te pones del lado del obrero que está siendo explotado y te unes a sus huelgas, te tildan de rojo o alborotador. Si uno cree en Dios y acude a misa se convierte en algo parecido a un facha. Si tiendes la mano a los migrantes y les das asilo, ya sabes al bando al que perteneces. Si tratas de regularlo de una manera organizada, ya sabes de lo que te van a tildar

Hay posiciones que están siempre del lado del sentido común y de la diafanidad, sin embargo determinadas tendencias, contagiadas del sectarismo proliferante, se las apropian o las repudian como si se tratara de postulados sarnosos a los que hay que destruir, sin conocimiento, sin razonamiento, ni sentido común. 
https://www.diariosur.es/opinion/sentido-comun-20190727001619-ntvo.html
JLRAYA

Comentarios

  1. De acuerdo con todo lo escrito, como bien sabes soy seguidor tuyo,no tengo tu léxico ,quizás por eso me gusta leer tus artículos,un abrazo amigo.

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