DEMAGOGIAS
DEMAGOGIAS
https://www.diariosur.es/opinion/demagogias-20190430183602-nt.html
José Luis Raya
Cada vez que ocurre una desgracia, como es lógico, surge una oleada de
solidaridad y todo tipo de sentimientos empáticos, encontrados, filias y
fobias. Las multiformes maneras de enfocar una cuestión nos permite constatar
que el mundo es por consiguiente igualmente multiforme y heteróclito; sin
embargo casi todo tiende a polarizarse en dos posturas, casi siempre
antagónicas. Llega el momento, será por la edad o por hartazgo más bien, que
uno ya deja de –intentar- persuadir o disuadir ante una actitud u otra, en
primer lugar porque no tengo ninguna necesidad, ni tiempo, ni ganas de inmiscuirme
en la opinión de los demás. Es lo que llamaba Saramago “el vano intento de
colonizar al otro” (el adjetivo lo pongo yo) ya que, efectivamente, no me
interesa imponer mi opinión, ni convencer a nadie, ni exhibir mi
“argumentario”, puesto que la mayoría de las veces es una pérdida de tiempo.
Por el mismo motivo, tampoco estoy dispuesto a que me colonice nadie, ni mucho
menos con falacias, tergiversaciones, medias tintas u opiniones ajenas, en
muchos casos repetitivas, que reptan sibilinamente y se cuelan en nuestro
imaginario sin filtros y sin digerir. Es el hueco por donde se introducen los
demagogos y van colonizando estados de opinión.
Cuando una especie animal o vegetal se extingue, algo muere en nuestro
planeta. Incluso cuando una lengua desaparece o diezma una tribu en la Amazonia
o en la Polinesia. Es dramático que seres humanos sigan muriendo de hambre o
sed en este miserable mundo, o que se sigan ahogando ante la indiferencia de
algunos gobiernos, o que se siga bombardeando determinados territorios en donde
muere gente inocente. El drama se convierte fácilmente en tragedia, sobre todo
porque casi todo se reduce a las decisiones de un puñado de gobernantes, que
han sido elegidos curiosamente por el pueblo.
Ahora bien, esto no puede servir (quisiera escribir “bajo ningún
concepto”) como plataforma recriminatoria contra todos aquellos que lamentan o
lamentamos la tragedia artística e histórica que ha supuesto el incendio de la
emblemática Catedral de Notre Dame. Es
de rastreros esgrimir los anteriores argumentos –por contundentes e
incuestionables per se- para minimizar lo que supone esta pérdida. Ni los
miserables de Víctor Hugo hubieran actuado de esta guisa, ya que él mismo era
un gran defensor de los oprimidos, los pobres y los marginados, así como un
enorme detractor de la pena de muerte: estamos hablando del corazón del siglo
XIX. El mismo que escribió “Nuestra señora de París” y a su vez llamó la
atención sobre el decrépito estado del monumento, incluso su vaticinio haría
sonrojar al mismísimo Nostradamus.
Así pues, bien haría toda esa turbamulta
experta en escatologías varias instruirse un poco y adquirir al mismo
tiempo cierto sentido de la ponderación y templanza en su pernicioso criterio,
pues son ellos los que comparan ciertos asuntos que son incomparables,
intentando dejar a la altura del betún a todos aquellos que aman y respetan el
arte, la cultura, la literatura y nuestra civilización, que a la par a ellos
también les pertenece aunque renieguen desde su más exquisita altivez.
Los que quieran participar libremente en la reconstrucción del templo,
crucial en el inicio del gótico y eje cultural de Europa, no deberían ser el
objetivo de los endiablados dardos de sus detractores, que a su vez contemplan
indiferentes la catástrofe, amén del incalculable valor de las reliquias de su
interior; otros incluso se congratulan desde su más profunda ignorancia.
Notre Dame, La Alhambra, El Coliseo de Roma, El Taj Mahal, La Gran
Esfinge de Gizeh, la Estatua de la Libertad, los moais de la Isla de Pascua
–Rapa Nui-, el Machu Picchu… podríamos seguir enumerando otros tantos
imprescindibles en la historia de la humanidad. Así pues, protegerlos y
cuidarlos revierte sobre nosotros mismos.
Efectivamente, la demagogia es muy dañina, suele camuflarse bajo
populismos, extremismos de diversa índole y progresía inepta, inculta y
partidista. Son estos los que ni comen, ni dejan comer, se quejan de lo mal que
va el mundo desde su confortable butaca y no entran en acción, cual indolentes
personajes barojianos. Protestan continuamente y lo quieren todo hecho. No
reciclan, contaminan y en el fondo todo se la refanfinfla. Sólo están prestos
para discutir e incordiar.
Si usted se da por aludido por todo lo anterior, empiece verdaderamente a
preocuparse; en caso contrario, ni caso. No pretendo persuadir, ni convencer de
nada a nadie. Para ello ya existe la conciencia de cada cual, personal e intransferible,
pero tampoco se deje atrapar por demagogias ruines y baratas que tan sólo
desean poner zancadillas, tanto por lo que hace como por lo que deja usted de
hacer.







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