La realidad y el deseo
http://www.diariosur.es/opinion/realidad-deseo-20180201010247-ntvo.html
A lo largo de la historia han existido movimientos independentistas
en todos los continentes. Muchos pensábamos que esto formaba parte de la
historia precisamente, sobre todo cuando no se establece una situación
de opresión dictatorial respecto a una nación dominante, sino todo lo
contrario: el supuesto subordinado ha disfrutado de unos privilegios y
unas condiciones extraordinarias comparativamente hablando con otros
territorios de la Unión Europea. Por lo que ese objetivo se reduce a una
cuestión meramente sentimental o romanticista (no quisiera enturbiar
el término romántico). Esto no implica que no deba ser respetado, pero
no considerado (tenido en cuenta), no sólo debido a un agravio
comparativo con otras zonas, sino por el descalabro económico que ello
supondría, como bien ha demostrado todo tipo de economistas de cuya
imparcialidad no se debe dudar. Como diría Groucho “no quiero renunciar a
la hermosa libertad a equivocarme”, y es correcto, pero en este caso no
debe aplicarse porque esa libertad (aunque errónea) conlleva un gran
perjuicio para una amplia mayoría de ciudadanos y esto, por
consiguiente, es tremendamente injusto.
Así pues, no se rechaza un nacionalismo para abrazar otro ya
históricamente establecido ni de imponer un criterio frente a otro, sino
que, a través del diálogo y dentro de un marco legal se debe imponer la
razón frente a la sinrazón. Esto es, mediante la dialéctica y el
diálogo hay que hacer ver que sus aspiraciones han sido manipuladas y
tergiversadas por una clase dirigente durante décadas, auspiciada por
los medios de comunicación y toda una infraestructura ideológica urdida
al milímetro en todos los sectores sociales. Sin embargo, esta apostasía
tan sólo ha calado en la mitad de la población, por lo que debemos
pensar que no es correcta absolutamente, evidentemente.
Dentro de este marco descriptivo y prescriptivo -y su deriva- de
indudables tintes absurdos y esperpénticos – desde un referéndum caótico
hasta una fuga y tocata de lolita en el que se pretende gobernar desde
el exilio a miles de kilómetros- precisa que se ponga fin de alguna
manera, y que la UE haga acto de presencia y haga valer, e incluso
imponer, su estatus, puesto que no ha dejado clara su postura
integradora, sobre todo por una cierta discriminación con otros
territorios, por lo que se establece aquello del agravio comparativo. No
obstante, esto debe hacernos pensar que aquel balcánico asunto nos debe
hacer reflexionar y no tomarlo como punto de referencia.
Una Europa moderna y abierta no debe escandalizarse porque aparezcan
este tipo de movimientos secesionistas, hemos de estar a la altura y que
la sociedad no se fracture ni se produzca ningún cisma, ni altercados,
ni enfrentamientos como se está produciendo en el mismo seno de muchas
familias y grupos de amigos. Cuando una sociedad es moderna y avanzada
esto no sucede, al menos no de esta forma tan virulenta. Si tomamos
otros referentes, como Canadá o Bélgica, las reivindicaciones son
claramente aceptadas y ningún bando se enfrenta como aquí, porque son
abiertos y tolerantes. El caso de Norteamérica habría que obviarlo
porque no se encuadra dentro de un proyecto común como es el europeo. En
Bélgica, pues, las aspiraciones están intactas y todo el mundo se
respeta, es decir, están en su pleno derecho de reclamar ciertas
aspiraciones pero no dentro de un proyecto secesionista, sino unionista,
como es Europa. Para ello habría que disgregar aquella idea, a lo que
una inmensa mayoría de europeos nos oponemos totalmente, ya que esto
produciría un gran desequilibro mundial y “nos comerían vivos”: EEUU,
Rusia, China o Musulmanes. Unos económicamente y otros socialmente o
religiosamente. De modo que ni soy facha por sentirme español con
aspiraciones unionistas ibéricas para fortalecer la médula Sur, ni
tenemos que ver a los soberanistas como bichos raros, sino como
ciudadanos equivocados que desconocen los movimientos y estrategias
geopolíticas mundiales. Esta falta de previsión y conocimientos no
tienen por qué pagarlos el resto de los españoles ni de los europeos;
tampoco es coherente, como desean los más extremistas, estrangular todo
un continente como es Europa, basándose en ideas marxistas o
bolivarianas que consideran a Europa como un estado fascista y opresor.
No sé muy bien cómo calificar ese rechazo al continente que te acoge y
te cobija durante siglos para abrazar otras culturas, religiones o
sistemas claramente y decididamente opresoras y represoras.
Por lo tanto, cualquiera puede legítimamente expresarse y
manifestarse, de lo contrario estaríamos cayendo en una manifiesta
contradicción que se opone al espíritu librepensador que caracteriza a
Europa, pero esto no implica que se deba descartar un proyecto común. De
hecho nació en los años 50 para fulminar los frecuentes conflictos
entre vecinos que culminaron en la Segunda Guerra Mundial. Así pues, sus
lícitas aspiraciones son ilícitas hasta que no entran en conflicto con
el bien común y general de todo un país o continente. Por lo que si se
cruza el límite y se pone en una delicada situación el equilibrio, el
bienestar y la paz social, que tanto tiempo se ha tardado en conquistar,
se podría decir que se está cayendo en una flagrante injusticia en la
que una minoría pretende imponer, sea como sea, sus aspiraciones, por
muy legítimas que (teóricamente) sean. Ya sabemos que la realidad y el
deseo no siempre coinciden.






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