ABDUCCIÓN
El problema viene de muchos años
atrás y cada cierto tiempo despierta la bestia barritando improperios y
barruntando sortilegios para ahuyentar al
mal que los oprime. De nuevo andan confundiendo los términos “patriotismo y nacionalismo”
y el orbe entero se ha aliado contra ellos. Siguen anquilosados en aquellas
ideologías añejas a las que hay que sacudirles el polvo y quitarles las
telarañas porque no encajan en el siglo XXI.
Esta curiosa anécdota sucedió en
los albores de la ESO: al volver del recreo un alumno, que a la sazón vivía a
caballo entre Barcelona y Málaga, escribió
en la pizarra “Catalonia is not Spain”. Al preguntarle por qué había escrito
esa frase en la pizarra no supo qué responder, me explicó que eran pintadas que
veía por los muros de la barriada donde vivía. Hube de explicarle lo que
significaba y lo que se pretendía, ya que el chaval lo ignoraba completamente.
Y es esto lo que se ha pretendido desde tiempos inmemoriales: aleccionar
cachorros sin criterio porque esto molaba y era un signo de rebeldía. La
maquinaria de aleccionamiento ha funcionado perfectamente, abarca un amplio
espectro que empezó incluso en los lactantes y concluye en los ancianos.
Quien maneja la cultura, la
educación y los medios de comunicación puede aleccionar y amaestrar a toda una
sociedad. Son capaces de repetir eslóganes y doctrinas de memoria, pueden
enumerar detalladamente todo un caudal de desmanes y ataques que se han
producido por parte de un estado opresor. Cuando todos se han convencido de que
son las víctimas de un país que los maltrata, los ningunea y los reduce, ya
están preparados para decidir y desligarse del estado que los oprime. Y todos
obedecen porque un estado dictatorial, como ya ocurrió en nuestra oscura etapa
franquista, se fabrica desde los cimientos. Algo habrán aprendido, sin duda.
Para ello, hay que eliminar
cualquier atisbo de españolismo ya que es el enemigo a batir y a combatir. Pero no se debe notar. El victimismo tiene que
calar entre sus ciudadanos (votantes) y en el resto de los españoles.
Curiosamente donde ha triunfado esta idea ha sido en el tradicional votante de
izquierdas: unos cuantos entendemos que un país y una sociedad se forja
tratando por igual a todos sus ciudadanos-as, provengan de donde provengan. No
es justo que un extremeño tenga menos derechos que un catalán, un portugués o
un riojano. Esto es un espíritu de izquierdas puro y duro. Incluso Pablo
Iglesias lo ha entendido así y lo difunde. Otra cuestión diferente es apoyar o
no un referendo, pero claro, si no es legal, todo lo que se vote tampoco lo es.
El error por la parte independentista ha sido el no alentar a la parte
contraria al voto del no. Parece una paradoja pero esto legitimaría un
referéndum si acuden más o menos un 60% del electorado; sin embargo todos saben
que saldrá un 99% del sí pero tan sólo votarán una mínima parte de los
ciudadanos censados, porque el resto de los electores están cansados y no
votan, aparte de que saben que es ilegal y no servirá para nada. Así que será
una suerte de Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como – mejor el rey Palomo
de Quevedo-, con lo cual todo esto se asemeja cada vez más a una letrilla
satírico-burlesca o a un vodevil. No caen en la cuenta del inmenso ridículo que
están haciendo a nivel internacional con esta pantomima propia de un régimen
bolivariano, incluso los radicales han difundido un tuit jaranero de un “se
busca” refiriéndose a Jodi Évole, tampoco Albert Boadella puede caminar
tranquilamente por las calles de BCN sin que le llamen fascista o traidor. El
aparato represor está funcionado estupendamente. O estás conmigo o contra mí.
Regímenes dictatoriales han funcionado de esta guisa en cualquier bando
(regímenes fascistas – franquistas, pinochetistas, mussolinianos- y aparatos
represores comunistas allende del telón de acero). Fernando Aramburu podría
pergeñar otro drama, quizá con un tono menos tenso porque aquí afortunadamente
no hay muertes al respecto, o mejor un opositor acérrimo de estos naZionalismos
– con z- como es otro Fernando, Savater.
Han sido muchos años, décadas,
creando esta maquinaria llamada independentismo
o secesionismo para que ahora todo se vaya al carajo, se ha sacrificado el
espíritu cosmopolita, abierto y mediterráneo de Barcelona, como Roma -cittá
aperta-, para transformarla en todo lo opuesto. Muchos ciudadanos han sido
abducidos y parece que no se dieran cuenta del inmenso disparate que quieren
perpetrar y ya no sólo se trata de romper España – un país con más de
quinientos años de historia, con sus claroscuros; en ningún momento durante
esos largos siglos Cataluña fue un reino o estado
independiente- sino de fragmentar Europa
que a la postre es peor, pues todos somos Europa aunque, algunos o muchos no se
sientan españoles, que están en su derecho de sentirse como les venga en gana
pero que no entorpezcan el desarrollo y el bienestar de más de cuarenta y cinco
millones de habitantes por esas ansias decimonónicas, obsoletas e insensatas
fundamentadas en el egoísmo básicamente.
JLRAYAPÉREZ






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