Y TÚ MÁS
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Y tú más
José Luis Raya Pérez
No sé si pertenece al
carácter mediterráneo, latino, ibérico o hispano, pero este
enfrentamiento constante que la sociedad española mantiene – alimentado
por la clase política- empieza a resultar ya insostenible y en muchos
casos intolerable.
Hay situaciones o
consideraciones que se escapan a los posicionamientos políticos y que
transcienden cualquier ámbito, excepto el ético y moral. Hay una serie
de clichés que encajan metódicamente en cualquier partido como una pieza
del puzle, y, como alguien intente moverse, en la foto no sale. La
libertad de acción y movimientos suele castigarse en el panorama
político, incluso por esos electores que se dejan manipular como inertes
e inermes marionetas de un valleinclanesco guiñol. Esto de la cohesión
academicista y epistemológica en el pensamiento y en la actuación de
cada uno de nuestros políticos ya resulta irritante, pues vemos cómo son
esclavos de sus ideologías y de los posicionamientos que dicta el
partido, ese GH omnipresente y omnívoro que los dirige e inspecciona.
Ser consecuente hasta el último segundo ya hemos visto que se paga caro.
Se premió la volubilidad porque interesaba supuestamente para el bien
común, que de eso se trata. Sin embargo, otros dictados del mismo
diámetro pueden inducir a la apostasía. Es el cinismo y la era del “y tú
más” lo que está redefiniendo esta etapa pueril e insensata de nuestra
política y de nuestra sociedad, cada vez más farisea.
Para vivir en armonía es
preciso regirse – no reírse- por normas y leyes. Que este concepto
básico se le enseñe a un niño es lo normal, pero que se le deba recordar
constantemente a un político o a un adulto maduro – hay adultos que son
como críos- es lo anormal. Deberíamos ya de saber que la democracia es
el sistema menos malo que existe cuyo defecto es que te tienes que
aguantar si tu tendencia no coincide con la de la mayoría. Ahora bien,
te queda lógicamente el derecho al pataleo, a la indignación y al
rechazo. No obstante, esa armonía se rompe cuando no se le pone límites y
las lindes vienen delimitadas arbitrariamente por consideraciones
individuales. Hay que moverse, sí, pero respetando al que tienes al
lado, sin inmiscuirte ni controlar su espacio vital porque ya se entra
en conflicto. La libertad de expresión es absolutamente necesaria en una
sociedad avanzada y moderna. Esta obviedad ningún occidental la
cuestiona. Pero estamos asistiendo diariamente a la agresión individual o
colectiva de grupúsculos, amparándose aquellos por su ilimitada
libertad de expresión, que llega a convenirse/convertirse en mazazo duro
y sangriento. Es intolerable que al mismo tiempo se critique las
deleznables posiciones extremistas de un extremo (valga la redundancia) y
se sonría y aplauda las mordaces manifestaciones del otro. No olvidemos
que el silencio – no me refiero a la expresión “minuto de silencio”- es
una manera velada de asentimiento.
Pues bien, esta tesitura
cíclica y repetitiva se viene manteniendo de manera soterrada desde el
36, lo cual llevó a una sangrienta guerra civil entre compatriotas, como
todos sabemos, y aunque la sangre no llegue (o no está legando) al río,
el clima de guerra fría que se vive puede ser claramente insostenible y
se puede llegar a una interrupción del ritmo cardíaco y a alguien se le
puede ir la vida en ello. Como hemos presenciado, hay personas que
defienden la vida en según qué casos y según a qué personas, por lo que
el cinismo puede llegar a ser tan insultante como jactante – ya se
recogerá el palabro-. Ese cinismo no sólo se viste de perroflauta –
también se recogerá- sino también de Prada. No hay nada más depravado
que predicar con el ejemplo y hacer lo contrario, o arrojar la piedra y
esconder la mano. Y luego viene el pueril “y tú más” que los profesores
observamos en nuestros alumnos, pero en estos es algo propio de la edad y
la inmadurez consustancial a la misma.
Las redes sociales (y
antisociales) es un lugar donde se puede tomar el pulso, no tanto a la
clase política como a la social. A poco que uno se desenvuelva y se
trate con todo el mundo, independientemente de sus creencias o
tendencias de todo tipo, comprobamos que la mayoría se encuentra muy
politizada – hay quien no sale de ese círculo e inundan a diario las
redes de propaganda política – muchas veces hiper dirigida- . Pocos se
desenvuelven con algún criterio personalizado o argumentado, se lanzan
los mismos trastos que los políticos y juegan permanentemente al “y tú
más” como argumento más recurrente, y, como hemos visto, pueril.
Los ciudadanos y habitantes
de este país, que se denomina España y que unos ni lo mencionan y los
otros ni lo sueltan, siguen esclavos de sus ideologías sin intervenir en
casos particulares. Se mueven de manera esquemática y rígida, sin
consentir un leve atisbo de esa pluralidad que tanto reclaman, a no ser
que se vista con sus mismos ropajes decadentes, atrasados o de élite.




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