Lo siguiente
Lo siguiente
José Luis Raya
Cada cierto tiempo asoman nuevas
expresiones que se instalan y campan a sus anchas por el habla popular. Se ha
instalado venga como sinónimo de hasta luego o adiós. El repetitivo vale resulta ya incluso aplastantemente
demoledor, su abuso es un guantazo para la lengua. Ese uso y abuso que uno
utiliza como una inválida muletilla cuando ya no sabe qué más añadir o
explicar. Los argentinos utilizan hasta la saciedad su este o su verdad. También,
si estamos atentos, podemos comprobar cómo alguien inicia sus aseveraciones
constantemente con un la verdad/la verdad
es que, también puede resultar chirriante su abuso. Solo tenemos que
atender un poco al entrevistado lerdo que inicia siempre sus frases con esta
muletilla, al que dan ganas de gritarle ¡basta¡ Sin duda, no hay mucha gente
que se fije en estas cuestiones, a no ser que se dedique a vigilar y cuidar un
poco nuestra lengua.
Uno de los fichajes más
recientes que se pasea de boca en boca por los hablantes y queda de lo más cool, es concluir una argumentación con
la expresión lo siguiente. Por
ejemplo: la fiesta no fue aburrida, sino
lo siguiente. Ese hombre no era malo, sino lo siguiente. Y nos quedamos tan
panchos, pues queríamos expresar malísimo o perverso, o quizás aburridísima o
tediosa. Así acortamos expresiones y disminuimos nuestra capacidad para
expresarnos y sacarle provecho a nuestra rica y variada lengua. Se cae, pues,
en una cierta pobreza mental que nos impide indagar en nuestro vocabulario y
nos conformamos con manifestarnos a medias con eso de Lo siguiente. Expresión que, cabe reflexionar, coincide seriamente
con las aspiraciones e inquietudes del español medio y no tan medio. Pues nos
gusta quedarnos a medias, que nos lo den todo hecho y mascado, y nos agrada,
por falta de voluntad, apatía y dejadez dejar de expresar lo que deberíamos
decir correctamente e insinuar, más que aclarar, señalar sin mencionar y callar
en definitiva más que hablar con contundencia.
Lo siguiente nos viene de perlas para
marcar unos puntos suspensivos y no decir claramente lo que queremos y lo no
queremos, para dejarlo todo en manos de otros que presumiblemente nos pueden sacar las castañas del fuego, y así
tendremos a quien atosigar si las cosas salen mal. El español se ha conformado
con lo siguiente aunque no lo mencione, ni tan siquiera lo esboce. Se ha
rodeado de un halo de apatía producido por eso siguiente que no se atreve si quiera a tocar. Es muy fácil ver los toros desde la barrera.
Nos quejamos, eso sí, ante tanta
y tanta corrupción, pero es una queja tipo siguiente,
porque el que más y el que menos ha votado a algún corrupto que se mueve
tanto por la izquierda como por la derecha (Y
tú más). Quizás porque más de uno considere que en su lugar hubiera
trincado lo mismo, o más, y se escudan diciendo que eso es algo intrínseco a la
condición humana (Homo homini lupus).
Sólo les cabe obviar la generosidad y el altruismo. Desde luego a estos
individuos que se parapetan en estos argumentos y que de alguna manera actúan
en connivencia con estos deberían ser apartados de cualquier cargo público y
que tampoco pudieran acceder a ellos. Son los mismos que les ríen las gracias y
sus siguientes a ese cachorro
maleducado con tintes de sociópata que se ha paseado por la jet set de la derecha española mostrando
su brillante e ingenua sonrisa de niño bien. Los siguientes también aplauden los logros de un grupo de jóvenes
muy cools que pretenden revolucionar
la política con ideales absolutamente desfasados y anacrónicos para Europa. Sus
intenciones son buenas en principio, pero sus medios y sus propuestas no son
absurdas, sino lo siguiente. A no ser
que cortáramos la Península, como en La
balsa de piedra de Saramago y la dirigiéramos a Sudamérica, pegadita a
Venezuela.
Los siguientes también aplauden la osadía y el desafío soberanista porque
precisamente arremeten contra el gobierno de este país, que tantos disgustos
nos ha causado. Disgustos probablemente innecesarios. E ignoran, en su mente
más cool y obtusa, que esa
condescendencia progre nos sumiría nuevamente en más recortes y quebraderos de
cabeza, no tanto políticos como
económicos. Habría más paro y menos dinero para pagar nóminas, subsidios o
jubilaciones. El Qué más da, lo cool, lo
progre y lo siguiente caminan de la mano, como cuatro niñitas ingenuas,
absurdas y sin aspiraciones. Ya tendremos tiempo de quejarnos cuando
retrocedamos a los inicios agudos y dolorosos de la crisis. Ya no tenemos que
mirar tanto nuestros anacrónicos sentimientos nacionalistas o patriotas, y por
ende no caer en el mismo error que estos mentecatos decimonónicos, sino en
nuestro bolsillo y bienestar. A ver qué ocurre con los siguientes y lo
siguiente.



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