Obsolescencia Programada
José Luis Raya
En la radio
podemos enterarnos de algo que otros medios de comunicación soslayan u omiten.
Muchos conocemos que los productos electrónicos y electrodomésticos tienen una
vida útil determinada. El acervo popular admite con acerbo que es mejor comprar
una lavadora nueva que repararla, o un televisor o un simple taladro. El
ponente radiofónico aseguraba que en una elemental tostadora localizaron una
pieza que la obstruía y estropeaba a los tres años de uso. Todo esto se conoce
como “Obsolescencia programada”. Esta terminología aparentemente reciente se
remonta a 1954 cuando el publicista Brooks Stevens la formuló en una
conferencia en Minneapolis.
En tiempos de
crisis se debate nuevamente esta idea porque, por un lado, contribuye a la
producción y al consumo y por consiguiente al desarrollo, y por otro, si nos
atenemos a la austeridad y a que un buen número de antiguos consumidores no
pueden apenas sostenerse económicamente, determinados fabricantes se están
proponiendo crear productos de alto rendimiento y durabilidad. ¿Sabían que hay
tecnología suficiente como para crear lavadoras que duren más de sesenta años?
Obviamente hay demasiados intereses que impiden que esto ocurra de momento. Por
internet se pueden comprar las nuevas bombillas LED que triplican la
durabilidad de las actuales, sin embargo un fabricante español, Benito Muros,
ha inventado una bombilla que dura toda la vida, parece increíble. En Estados
Unidos un numeroso grupo de consumidores ha demandado a la empresa Apple
porque demostró que su Ipad estaba
programado para estropearse a ¡los tres meses¡ Por un lado esto está aceptado
genéricamente y por otro la ley ha dado la razón a estos consumidores. Hay
impresoras con obsolescencia programada para tres años, no obstante existe en internet un programa
que al descargarlo y aplicarlo desprograma y repara esas impresoras dañadas.
¿Estamos asistiendo acaso al comienzo de
una nueva era de durabilidad que trata de liquidar la era de la Obsolescencia
Programada?
Existe otro problema añadido muy grave: El continente
africano se está convirtiendo en un vertedero de dimensiones galácticas a donde
van a parar todos los aparatos electrónicos que desechamos. La obsolescencia
programada es terriblemente dañina al medio ambiente, por lo que se proclama
que aprendamos a reparar nosotros mismos lo que se estropea. Un servidor acudió
a comprar una goma para sustituir la de mis gafas de buceo que se me había
roto, me sorprendí muchísimo al comprobar que la diferencia de precio entre una
goma nueva y unas gafas nuevas era de tan sólo ¡un euro¡
Lo anteriormente
pergeñado se puede extender a otros niveles: Los medicamentos, por ejemplo, van
disminuyendo su período de caducidad. Los laboratorios farmacéuticos han
reducido los umbrales de los niveles de colesterol de 220 a 200, por lo que se
sigue vendiendo la simvastatina como churros; cuando un servidor ha podido
reducir considerablemente el colesterol con dieta y un duro ejercicio diario me
comunican que no se puede suprimir el medicamento porque los niveles se
dispararían drásticamente, por lo que se debe seguir utilizando
indefinidamente, me aseguran. Y me dejan atrapado en su uso diario y en su consumo
por consiguiente. Por otra parte, los padres y madres se quejan cada curso del
cambio indiscriminado de los costosos libros de texto, que tan sólo transforman su formato pero mantienen
íntegros sus contenidos.
La terminología más
reciente y que casi nadie habrá oído es la “Obsolescencia Percibida”,
instaurada sobre todo en el mundo de la moda. Hay prendas de vestir que
lógicamente no se estropean pero que desechamos porque “ya no se llevan”, por
su color, su diseño o tejido utilizado. Cada temporada los escaparates nos
avisan de lo que tenemos que comprar y de cómo debemos vestir para no ir
desfasados. Se renueva el vestuario y se tira la ropa usada que sigue
impecable. Son los usos y abusos del mundo desarrollado. Tenemos que empezar a
cambiar nuestros hábitos de consumo. La crisis impele a que muchos ciudadanos y
ciudadanas no puedan permitirse el lujo de cambiar de coche, de frigorífico o
de camisa y los fabricantes se están haciendo eco de estas nuevas
“necesidades”. Se arguye que la industria asentada en China, básicamente de
O.P., regresaría nuevamente a Europa
para fabricar objetos de larga durabilidad. Después de esbozar este tema,
debemos reflexionar e ir más allá.
Yo me pregunto
si acaso la mente del ser humano no sólo está
programada para vestir, comprar,
comer, viajar, leer o escuchar, sino
también para pensar y vivir. Yo me pregunto acerca de nuestra total libertad
individual y que reaccionemos no como humanos sino como robots programados para
todo, incluso para morirnos.



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