Posverdad

 


 Posverdad


La verdad ha dado paso a la posverdad; nos hemos ido acogiendo al relato que más nos interesa, desentendiéndonos de los datos o los hechos, ya que estos no comulgan con nuestro credo, es decir, el credo de las emociones o sentimientos, de las ideas sin contrastar, de las intuiciones o de las intenciones que nos transmiten, sin argumentarlas. Los oradores/políticos saben perfectamente que la argumentación ha dado paso a la emoción, los gritos, las descalificaciones o la chabacanería. En esta época se ha esbozado un primer pliego acerca del ideario que uno debe seguir, el relato que debemos adorar. No se nos permite esgrimir alguna diferencia o contraargumentar: ello sería una felonía. Existe un reguero de diatribas, invectivas o sencillos dictámenes de primaria que el adoctrinado acepta sin ningún atisbo de duda, ya que la duda es la antesala de la negación. Se ha fabricado una posverdad que encaje como un guante en nuestro ideario. Se ha de eliminar la parte subjetiva, ya que ha de mantener íntegramente su veracidad, aunque por dentro hiervan las mentiras como en un caldero de agua putrefacta. Hay ciudadanos que comprueban la veracidad de los hechos con imágenes, audios y documentos firmados y revisados por especialistas y siguen afirmando con firmeza todo lo contrario. Negar la verdad con la posverdad panfletariamente o con una serie de demagogas consignas que nos permitan agregarnos a la tribu. El gregarismo es un consolidado aliado de la posverdad. Pertenecer a un grupo que comparta (íntegramente) las mismas ideas, por muy descabelladas que sean, es superior al deseo de conocer la verdad. Buscamos exclusivamente lo que nos da la razón, aunque ello sea deliberadamente manipulado y estemos al corriente, pero se trata de emociones, no de razones. La Ilustración dieciochesca tenía mucho más claro lo que era la verdad y la razón; en cambio, hemos llegado al instante en que los algoritmos del mercado libre de verdades nos dirigen por los derroteros que más nos interesan o conmueven: que cada cual elija su verdad. Existe un opulento surtido de verdades al que nos sumamos con absoluta frivolidad o ligereza. No deseamos conocer los hechos sino la interpretación sesgada de los mismos. Las verdades a medias u omisiones, los bulos no reconocidos, el salirse por la tangente o echar balones fuera, eludir las dimisiones aludiendo a la parte emocional, no responsabilizarse de nada o culpabilizar a los demás, controlar los medios o vetar son las venenosas píldoras de la Posverdad. Definitivamente, este concepto se inmiscuye en nuestras vidas personales, hay personas que te calumnian tantas veces con la misma mentira que termina convirtiéndose en verdad. ¿Habrá atisbos de conciencia en esas personas que mienten y calumnian sistemáticamente? ¿Son nuestros políticos reflejos de nuestra sociedad o viceversa? ¿Por qué 2+2 son 5? 

 

 

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Añoro los años de trabajo, ya que los desempeñaba con gusto. Suele ser un lugar común considerar que es una suerte trabajar en lo que te gusta. Uno se levanta con alegría y determinación. También es cierto que hay rachas en las que uno no puede más y seguramente estás a punto de tirar la toalla, porque compruebas que la administración en lugar de facilitarte la vida te va poniendo trabas y zancadillas. Por otro lado, se encuentran los padres y madres que te rodean y te hacen la vida imposible, tanto o más que los hijos que no han sabido educar y que tienes que aguantar con sus insolencias y faltas de respeto, porque, al mismo tiempo, la política actual protege al menor por encima de todo, aunque este sea un pequeño psicópata y te esté haciendo la vida imposible a ti y a todos sus compañeros y compañeras. Y todo el mundo delega en ti, solo en ti, la responsabilidad de reconducir a ese pequeño salvaje o a ese adolescente que le falta un segundo para darte un puñetazo. Entonces el estado te hace responsable incluso de ese ojo morado. Luego vas y denuncias y sales perdiendo. No tenías que haberle dicho que era un maleducado. Lo enfadaste y te pegó. La culpa fue tuya, que eras la profesora. Algo parecido le ocurrió a M.S. Yo pondría a dar clases a Pedro, Yolanda, Santiago o a Alberto. O al vecino ese que siempre te dice que qué bien vivís los profesores. Como buena esponja, absorbo todo lo que le acontece a mis compañeros y lo padezco. Al mismo tiempo, el sistema, ese ente abstracto que te descuartiza, te obliga a centrarte en esos chicos díscolos y dar de lado a esa amplia mayoría que se esfuerza y trabaja. Es el reflejo de la sociedad. Se ignora al que quiere superarse y se centra en el que estorba y no desea progresar. Parece que ser bueno lleva implícito también ser injusto, ya que no es justo que se premie al que no quiera trabajar. La fábula de la cigarra y la hormiga se ha invertido. Pero claro, todo tiene su lado escabroso puesto que hay algunos sinvergüenzas que viven del cuento: los que viven, chupan y se aprovechan de los trabajadores. Esta es nuestra raíz y nuestro perpetuo retraso en todo.  

 

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