Todo sobre Sandra

 





Todo sobre el libro de Sandra

 

Supongo que no habrá nadie que venga a censurar lo que quiera explicar en mi blog, lógicamente podrán opinar, faltaría más; pero yo no voy a callarme, no en mi medio de comunicación.

En primer lugar, la idea de narrar la vida de Sandra no partió de mí, sino que ella misma me lo propuso y yo acepté encantado. No fui detrás buscando fama ni nada parecido, entre otras cosas porque cada cual era conocido en sus círculos. Además, no es lo mismo ser conocido que reconocido. Por ejemplo, a una de mis presentaciones asistieron dos comisarios de exposiciones de arte, muy conocidos en sus círculos culturales y artísticos de Andalucía. También acudió el concejal de cultura a quien no supe reconocer. O la teniente alcalde. Muy agradecido a todo el mundo. A los conocidos, reconocidos, desconocidos y anónimos. He de añadir que a las personas no las clasifico en famosas y anónimas. Prefiero la amistad sana y sincera de un albañil a la de la persona más famosa o rica del mundo. En el colegio huía de los chicos populares, sentía predilección por los solitarios, los que se sentaban en la última fila, los marginados. Sabía que el mundo interior de estos es mucho más rico. Sandra Almodóvar encerraba un mágico universo, tan brillante como oscuro, digno de ser mostrado al mundo, al mundo de los intolerantes y de los que carecen de empatía, respeto y sensibilidad. Cada cual, desde su trabajo, ideología, religión o manera de ser debería implicarse para construir un mundo más libre y feliz. En el siglo XVIII el concepto de perseguir la felicidad se convirtió en uno de los objetivos principales de la Ilustración. Que una persona desee ser mujer u hombre, independientemente de su sexo biológico, y que su felicidad como ser humano dependa de ello, no debería ser tan siquiera enjuiciado. Ni mucho menos si se hormona y está dispuesto a extirpar su sexo.  Esto debería ser aceptado, asumido y respetado. Si la homofobia es una lacra, la transfobia es mucho peor. Estas fobias impiden que el ser humano sea feliz. No puedo entender que haya personas que se opongan a ello tan enérgicamente. No puedo entender que haya personas cuya felicidad dependa de impedir que otras personas deseen fervientemente cambiar de sexo. Estoy hablando de algo serio, no de las trampas y argucias que hoy en día se inventan algunos hombres para burlarse de la ley y del sistema. Por favor, dejen que la humanidad avance en derechos y respeto. ¿En qué les afecta a ustedes que un hombre desee transformarse en mujer? ¿Acaso pone en riesgo su propia felicidad? ¿Repercute en su entorno o familia? ¿Creen que van a influir en sus hijos? ¿No saben que esto no es contagioso? ¿No saben que la homosexualidad tampoco se contagia, ni se transmite? ¿No ven que sus padres eran o son heterosexuales? ¿Qué temen? ¿Por qué se obstinan en impedir que un individuo persiga su felicidad? ¿Hay algo oculto en ustedes que pretenden silenciar silenciando a los demás? ¿Por qué no trabajan en limpiar esos prejuicios que les atormentan y les impiden ser felices? ¿Por qué se empeñan en seguir siendo el perro del hortelano? Hay mucho que trillar en todo esto. Por otra parte, educar en valores no es adoctrinar, sobre todo si a usted no se le impide casarse con una persona del sexo opuesto y formar una familia como Dios manda. Educar en valores consiste en proporcionarle a cada persona las vías e instrumentos necesarios para que pueda ser feliz. Piense usted en silencio y reflexione, señor-a (homófobo o transfobo): ¿Por qué se opone a ello? ¿Por qué se oponen tan visceralmente a que estas personas quieran ser felices y sean dueñas de sus vidas?

He tenido que ir explicando quién fue y cómo vivió y murió Sandra Almodóvar. He ido difundiendo su imagen y lo que simboliza en otros ambientes, donde están mucho más preocupados por otros personajes. Sin embargo, he pretendido aportar mi modesto granito de arena en la difusión de Sandra y de todas las Sandras que pueblan nuestro planeta, tan hermoso como cruel. Este libro debería servir para concienciar y combatir la galopante transfobia, que emerge igual que un monstruo hediondo y putrefacto desde las sarnosas redes sociales hasta las cloacas de la extrema derecha, los ultracatólicos y otras culturas o religiones que tratan de imponer sus modus vivendi. No me voy a callar. Ya tengo una edad, ni voy a pelotear a nadie. No me hace falta.

Hay gente por allá y acullá que, por un lado, manifestaban que sería justo que alguien escribiera la biografía de la gran Sandra, o que se le hiciera una serie o una película; sin embargo, son estos mismos los que critican que alguien haya novelado su vida y la haya dado a conocer al mundo. Unos piensan o comentan que se la deje descansar en paz, otros que nos lucramos con estas propuestas y otros, los más tóxicos, que estoy aprovechando su imagen para darme a conocer. La próxima vez daré nombres. Como he explicado anteriormente, cada cual era conocido en según qué círculos. Estos son los amigos del perro del hortelano, los que ni comen, ni dejan comer. Los tóxicos. Y vuelvo a repetir, querido XY, yo no pertenecía al entorno de Sandra desgraciadamente. Por ello no estaba cuando había que estar, sino que me hallaba en Madrid. No todos los supuestos amigos podéis decir lo mismo. Los que encima vivís de extrañas subvenciones.

Este proyecto, al que le he dedicado casi dos años, entrevistando, desplazándome, trabajando, analizando audios,  vídeos o cotejando testimonios, invitando e incluso pagando, ha salido de mi bolsillo. Afortunadamente, podía hacerlo. Incluso, la novela la he pagado yo mismo. No ha habido ayudas. Justamente acabo de hacer una transferencia de mil y pico euros con un céntimo incluido. No me gusta deber nada a nadie. Sí que ha habido berrinches, malos ratos y zancadillas. Salvando las distancias, estoy recordando al genuino Truman Capote y su novela testimonial A sangre fría. Seis años tardó en estructurarla y escribirla, incluso entrevistó a los asesinos de tan sangriento crimen. Yo también he intentado contactar con la última pareja de Sandra, su presunto maltratador y el que le dio "la última estocada". Hubo testigos. No pude localizarlo. Estaba decidido a llegar hasta el fondo del fondo, aunque ello entrañara algún peligro. Ya casi nada me da miedo. Como muchos sabemos, Sandra murió por su vida un tanto licenciosa (el alcohol) y ese puñetazo letal. Tampoco se investigó lo suficiente. Al día siguiente de ser enterrada llegó su nuevo DNI reconociéndola como mujer, por lo que no pudo ser tratado este luctuoso asunto como "violencia de género". No me digan ustedes que esto no es de novela trágica griega o de dramón a lo Robert Wise o a lo Douglas Sirk, pero en modernos.   Muchas veces he deseado tirar la toalla porque me planteaba si todo esto me compensaba; pero seguía adelante, sobre todo porque por el camino he ido conociendo a mucha gente maravillosa y de buen corazón que se entregaba y colaboraba desinteresadamente. Así que me he ido alejando de las manzanas podridas. Tenía que protegerme. Churchill corroboraba que no hay que detenerse a lanzarle piedras a todos los perros que te ladren por el camino o no llegarás nunca a tu destino: sin duda era un gran lector de El Quijote. He comprobado también cómo algunas supuestas amigas iban disfrazadas de hadas benignas, cuando en realidad, bajo su verdadero atuendo, se escondía la bruja maligna. Esas amigas que decían morir por ella. Siempre me habían hablado de la competencia de las folklóricas; también existe en todo el artisteo. Y entre escritores también lo he padecido. Esto de hoy por mí, mañana por ti, parece que no es recíproco. La envidia siempre ha existido, es consustancial al ser humano. Lo inteligente es alejarse o bloquear a estos insidiosos. Cuestión de salud mental. Ello me ha llevado a reflexionar sobre diferentes cuestiones que he plasmado en mis artículos y columnas. Lástima que todavía siga habiendo antiguos amigos o conocidos que se den por aludidos. La suspicacia también puede ser un problema grave.

Cuando a Sandra se le hizo aquel maravilloso homenaje “en vida”, como deberían ser todos los homenajes, hubo un famoso director de cine que fue incapaz de grabar un video de felicitación, no dispuso ni de cinco segundos. ¿¡Cómo iba a prestar su imagen para este vil homenaje!? Obviamente podría perjudicar su reputación. Quizás sus películas dejarían de verse o comercializarse.

Cuando llegué a la parte donde Sandra interviene en La mala educación, tampoco hubo manera de que alguien de la productora me informara al respecto. Así que hube de reconstruir aquella etapa con todo lo que me habían contado y con todo aquello que había sido relatado por Sandra a sus amigos, admiradores o conocidos. Como necesitaba incluir un momento jocoso, reviví aquel instante con fino humor, un humor conceptista a lo Quevedo, jugando con el significado de la palabra “burro”: la escena se desarrolla en un camerino. La semántica es básica en el entramado conceptista. Oiga señora, ¡que también puede ser un perchero! Pero no se entendió. La incultura puede sonrojarnos en algún momento. La ignorancia puede, incluso, generar guerras y violentos conflictos. Aquella aguerrida secretaria me llamó y se lanzó a la yugular. Le envié los diferentes artículos en los que ensalzo el cine de Almodóvar para demostrarle que soy un ferviente admirador, ya que distingo perfectamente cuando nos hallamos ante una gran película. Todas mis críticas son casi panegíricos y he acudido religiosamente a todos los estrenos. Se pueden leer en SUR, La Opinión y El País. Pero no, ella seguía “enrabietá”. Llegó a soltarme que es como si yo escribiera una biografía sobre Cristiano Ronaldo y dijera que es un pederasta. Aquello se me quedó grabado a sangre y fuego. La comparación fue tan desmedida como comparar la velocidad de una tortuga con la de un avión supersónico. Y me lo tuve que tragar con papas para no seguir enojando a la señora. Sin embargo, llegó un momento en que yo me transformé en una suerte de Loles León y nos gritábamos como dos magnas verduleras. Habló con demandarme y todo. Llegó el bendito momento en que nos tranquilizamos. ¡Madre mía! Si tan solo había dejado entrever el mal genio que muchos directores de cine exhiben en algún momento. Yo también lo tengo. Intenté reconstruir el instante en que entra Gael y cae parte del garito donde se rodaba la escena. Me contaron que llegó Pedro montando broncas. Me preguntaba cómo podía perjudicar eso a su imagen. No podía comprenderlo. Sobre todo, si al mismo tiempo lo relataba con esa gracia almodovariana con la que se impregna su cine. Parece que no le gustaba probar su propia medicina. ¡Ay, querida! Si lo estaba relatando con todo el cariño del mundo. O yo no supe transmitirlo o la lectura comprensiva en este país es absolutamente paupérrima. Intenté explicarle lo que significa novela biográfica o biografía novelada, esto es, las biografías con elementos ficticios que pueden servir para conectar unas escenas o tramas con otras. Fue Agustín el que me echó un cable y le habló a la secretaria aguerrida de la libertad de creación del artista o creador. Esta misma idea, de primero de filología, se la comenta Julianne Moore a Tilda en La habitación de al lado. El rebote que pillé fue de órdago. Moore interpreta a una escritora. En una escena ella le explica a Tilda que va a biografiar la vida de un pintor ya fallecido, pero como ha fallecido esa biografía será una novela biográfica. Cuando yo hablé de todo esto con Ella, P.A. se hallaba rodando esta magnífica película y, claro, no podía atenderme. Así pues, como algunos somos muy orgullosos, decidí utilizar otros nombres o sobrenombres: Pedro Calatrava, El Anhelo y “La mitad del corazón” para no mencionar “La mala educación”; por cierto, me encanta el nuevo título.

Otro escollo fue el de intentar contactar con la famosa senadora, que habrá padecido en sus carnes las mismas desdichas y tormentos de Sandra. Pero solo recibí indiferencia. No sé nada más. No puedo explicar mis impresiones: quizá solo sean una mezcolanza de sorpresa y decepción. Le escribí por Whatssap y por X (antes Twitter). Nada.

 A veces, la izquierda cae o caemos en continuos desaciertos e incoherencias.

Por un lado, algunos intentamos combatir ciertas fobias y construir un mundo más libre y respetuoso y, por otro, nos topamos con la cruda realidad: no todos predican con el ejemplo.

¡Ay! Tampoco puedo olvidar a aquella señora trans que me tuvo esperando cuarenta y cinco minutos de reloj, sin llegar a aparecer, ni ofrecer una excusa, ni disculpas. Lo que comentó fue que yo no había aparecido. Se borraron los mensajes y videos que demostraban que yo había estado esperando en su bar. En realidad, el móvil se bloqueó meses después y hube de llevarlo a reparar. Ello supuso la eliminación de miles de fotos y documentos. Quería darme cabezazos contra la pared.  Estos eran los tropiezos y zancadillas a los que previamente he aludido; eso sin mencionar aquello que tanto ofendió al sevillano: el que me decía cómo tenía que escribir la novela.

 Tanto sinsabor se disipó con las felicitaciones y colaboraciones de tantos amigos de Sandra que me ofrecieron sus vídeos, testimonios, audios, textos… No podría nombrarlos a todos, pero sí quisiera destacar a Miguel Rodríguez, José Ramón Fernández (JR), Santiago Rubio y a Juan David Cardona por esa magnífica portada que lo dice todo.

Esta obra quiero y espero que sea vuestra. De ahora en adelante, el que lo desee que la siga difundiendo e incluso presentando donde le parezca. Aquí lo dejo por escrito. Yo voy a cerrar un ciclo literario, en el que me apetecía enormemente relatar la asombrosa vida de Sandra, con sus luces y sus sombras, sus risas y sus lágrimas, y difundir la imagen de una persona que sufrió y vivió por una causa. Dudo que vuelva a relatar una biografía novelada.

Mi próximo reto es adentrarme en la novela de terror gótico. Le tenía ganas. Me gusta cambiar de registros y géneros. Absolutamente ficticia. Ambientada en la época de las guerras carlistas en el norte de España. A continuación, tengo pensado entrevistar a hombres gais casados con mujeres y compartir sus experiencias. Hay ya unos cuantos (bastantes) que están deseando  hablar. Es un nuevo reto que me interesa. La mayoría ha sufrido lo indecible, víctimas de su entorno, su familia y la época que les tocó vivir. Otros viven felices y unidos, demostrando que el amor puede ser mucho más rico y variado de lo que pensamos. He hablado con alguno, cuya experiencia es una sucesión de malentendidos y carcajadas. No todo va a ser drama. Espero que no me pisen el proyecto. Debería darme un puntito en la boca.

Por último, una queja que solo entenderán algunos escritores. Algunos lo captan desde el minuto cero, como suele decirse, y otros, los más torpes, tenemos que darnos varios topetazos seguidos para darnos cuenta de que los escritores terrestres no ganamos nada: nada material. Así pues, intentaré ser mi propio jefe la próxima vez. Es casi una desfachatez que no informen sobre los ejemplares vendidos o que luego tengas que acarrear (pero gustoso) con las invitaciones de los que asisten a algunas de tus presentaciones. Uno ha de pagar de su bolsillo todas estas menudencias realmente, incluso los desplazamientos a otros lugares, a no ser que superes cierto número de ejemplares. Entiendo que la  casa nunca pierde y que es una empresa, pero, por favor, mimen un poco al autor.

Un abrazo a todas y todos los que han contribuido a que Sandra palpite en muchos más corazones. Su talento, su humildad, su gracia y su alma no pueden desaparecer así como así. Tenemos que seguir difundiendo su imagen como símbolo contra las transfobia y la intolerancia. Y sí, el ser humano puede ser mucho mejor de lo que es.

Mi querida Sandra, si hay cielo, seguro que allí te encuentras. Como yo voy a ir al infierno, espero que me eches una mano hablando con San Pedro. Cántale La violetera, seguro que lo convences. Hasta siempre, cariño. He ido amándote a través de tu vida y de tu desgarradora historia.

 

 La turbulenta vida de Sandra Almodóvar




























 

 

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