El amor es extraño
Por primera vez he asistido a las tardes de cine LGTBI que organiza Santiago Rubio Muñiz, es como un cine de barrio desde otra perspectiva, el buen barrio de Torremolinos. La película proyectada fue “El amor es extraño”, que ligué automáticamente con “Supernova”. En ambas los protagonistas son hombres maduros, cercanos a la tercera edad. La sala se encontraba a rebosar de personas como yo: una media de sesenta años que ama o ha amado a personas de su mismo sexo. Afortunadamente, no en todas las películas nos encontraremos con esbeltos y esculpidos cuerpos jóvenes que van exhibiendo su promiscuidad, sus músculos de gimnasio y sus rostros bronceados. Esto mismo ocurre en el mundo/cine heteronormalizado. Si es que, en el fondo, son los mismos sentimientos. Lo peor es que unos cuantos se obstinan en secuenciarlos en sentimientos de primera y de segunda. Es por lo que sigue existiendo la reivindicación LGTBI, por si alguno todavía tiene dudas. Y que conste que abusadores y agresores sexuales hay tanto en la derecha como en la izquierda. Ya lo hemos visto.
En ambas cintas ni se plantea, ni se reivindica ningún espectro político que solo sirve para acotarnos. Ambas historias se desarrollan en un mundo moderno respetuoso y avanzado, donde la problemática planteada hubiera sucedido exactamente igual en una relación hombre-mujer. También es cierto que, como nos durmamos en los laureles, nuestra situación puede retroceder como un cangrejo. Hay peligros acechando por diferentes esquinas: políticas o religiosas.
Lo destacable de ambas cintas: su preciosa sencillez y su ausencia total de pretenciosidad. Cuando las historias se narran desde el corazón, te llegan al mismo si conservas aún un mínimo de empatía. John Lithgow y Alfred Molina por un lado, y Colin Firth y Stanley Tucci en Supernova, bordan sus interpretaciones con una entrega y una generosidad memorables. Recordemos que ha habido actores famosísimos que se han negado a interpretar a este tipo de personajes. Están en su derecho lógicamente. Pero ya dice mucho, no solo de ellos, sino de la sociedad en general y de la industria cinematográfica en particular.
Ojalá llegue el día en que no se celebre el día del orgullo gay porque la sociedad y el mundo hayan llegado a tal grado de empatía, solidaridad e igualdad que no sea necesario. Ojalá cada vez haya menos mostrencos reivindicando el día del orgullo hetero. Ojalá llegue el día en que los fanatismos dejen de perseguir o de encarcelar a seres humanos que aman a los de su propio sexo. Podemos coincidir en el 99% restante. Somos igual que usted. Pero ese bendito día no llegará porque siempre habrá personas cuya razón de vivir es odiar.



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