CallaR
Callar
Mi madre decía que es mucho mejor callar, seguramente esas palabras iban impregnadas de ese miedo atávico que converge alrededor de todas las dictaduras. Callar podría suponer sobrevivir. Lógicamente, se atendían y se aplaudían las opiniones de los acólitos envueltas de ese halo vomitivo de adulación. Opinar lo contrario, criticar o, sencillamente discrepar, podría suponer la cárcel como mínimo u otra suerte de ostracismo. Los tiempos han cambiado GAD y no es necesario callarse. Aunque la discrepancia se interprete como la antesala de la disidencia. Ser mínimamente autocrítico puede suponer un traspié en tu carrera o en tu entorno. Ya nadie interpreta la autocrítica como un acicate para mejorar, sino como un ataque gratuito, por lo que ser crítico y no callarse puede acarrear problemas. Si dices lo que piensas, te puedes arriesgar a perder no solo el trabajo, sino también a los amigos.
Existe otra postura menos arriesgada, esto es, el peloteo puede ser el salvoconducto que te valga para ser aceptado en cualquier grupo social, por tu jefe, tu falso amigo o el líder de la clase, de la empresa o de cualquier organización vecinal o política. Ya hemos visto cómo en política especialmente los disidentes o discrepantes son apartados: los que no se callan. Lo más sorprendente es cómo la gente corriente, que no está involucrada en este juego enmarañado de la política, repita las mismas robóticas proclamas de sus líderes. Incluso vayan cambiando de opinión a la par. Me asombra tan excelente sincronización.
En una empresa privada puedo entender hasta cierto punto que calles, otorgues y pelotees; pero en una empresa pública no me cuadra eso de la adulación constante. Callar y adular son dos posturas comodísimas que solo sirven para inmovilizarse y no mejorar.
En las relaciones sociales ocurre más de lo mismo. Por mantener cierto estatus o seguir perteneciendo simplemente a una pandilla o chupipandi y, como si se tratase de una traslación de una clase de colegiales, existe un líder carismático que organiza y reordena a su antojo todo el entorno, añadiendo nuevos palmeros o apartando a todo aquel que le plante cara o le cante las cuarenta. No callarse ya se sabe que conlleva sus riesgos.
Así pues, por razones políticas he sentido el distanciamiento de algunos compañeros, camaradas o condiscípulos. Seguiré poniendo el foco en lo injusto, lo incoherente o contradictorio. Seguiré reclamando derechos, exigiendo mejor atención de las instituciones y defendiendo las instalaciones públicas. Y seguiré poniendo en su sitio a esos pequeños tiranos cuya soberbia nos hace el camino mucho más intransitable.


Comentarios
Publicar un comentario