Estamos rodeados "Málagahoy"
La
extrema derecha sigue ascendiendo impertérrita las cumbres de esta Europa tan
frágil como ausente, tan voluble e indolente como conservadora y tolerante. El
pulso que se ha tomado al viejo continente en las recientes elecciones ha sido
decisorio para comprobar su estado de salud. Y resulta que empieza a renquear.
Como cuando un fantasma recorría Europa pero al revés. Algunos sabrán de qué
hablo.
El
mapa de Europa se ha teñido de azul, esto no es lo preocupante, sino los
grupúsculos que anidan en su interior y que se están diseminando como las
semillitas de The body Snatchers, las
que se convertían en larvas y sustituían a las personas mientras dormían,
creando replicantes perfectos, mejor dicho, duplicados. Esto es, los
extremismos –recuérdese que ningún extremismo reconoce que lo es- van generando
esta suerte de replicantes que repiten como autómatas lo que sus líderes
pergeñan entre motosierras, asaltos a congresos o pucherazos electorales. Desde
América del Sur hasta la del Norte. Acciones deplorables en todos los casos.
Sin embargo, la gente, que ya ha sido abducida por esas larvas, se alinea
visceralmente sin que medie el intelecto. He visto encolerizados detractores y
fervorosos admiradores. Entonces, ya están alienados.
Ya pueden empezar a agredirse y a matarse si es preciso. No son necesarias las
RRSS, si bien aceleran el proceso degenerativo de esta infame distopía.
Recuérdese cómo en España nuestros abuelos se mataron vivos hace 85 años. Veo
cómo en mi país muchos estarían dispuestos a repetir aquel sangriento episodio.
El fanatismo no necesariamente llega de Oriente o de África, no nos
confundamos. Podemos tenerlo a nuestro lado.
El
antídoto, que solo serviría como un nimio lenitivo, sería una suerte de
moderación que sirviera para aplacar los ánimos de ambas partes -las que ya
están alienadas-, las que muestran sus rugidos y sus fauces babeantes. La
polarización ya se ha alcanzado. Los que nos mantenemos ajenos a tanto contrasentido,
como aquel joven de “La soledad del corredor de fondo” de Alan Sillitoe (libro)
y Tony Richardson (película), recibimos palos de ambos extremos. Pero hete aquí
que el protagonista estaba luchando contra el sistema desde dentro del propio
sistema. El camuflaje podría ser la única salida ante tanto despropósito e
incoherencias sociales. No obstante, el final de dicha fábula contiene una
espeluznante moraleja. Parece que no hay tregua para la paz y el mundo se
encamina hacia su autodestrucción. Ya no sirven los moderadores, sino que hay
que armarse hasta los dientes y atacar. La política se ha convertido en un
vertedero de calumnias, bulos, amenazas y agresiones variopintas. Y un servidor
ha de esperar más dos meses para un dermatólogo: ya no hay política práctica,
sino exclusivamente ideológica y polarizada. Los que ya se han posicionado,
cual abducidos especímenes del inframundo, están a punto de pulsar el botón
nuclear. Es cierto que la Democracia (con mayúscula) solo tiene un camino, como
la Verdad. Pero, ¿cómo convences al que ya está convencido? La provocación es
como echar leña al fuego: o gasolina. Es por lo que un fantasma inverso recorre
Europa. Hemos creado un monstruo nosotros mismos. Tampoco Frankenstein se creó
solito, ni Milei.


Todo una descriptiva de este mundo que ha perdido el norte
ResponderEliminar