Los abducidos (La Opinión)
Cuando en 2018 ocurrió aquella histórica moción de censura me satisfizo verdaderamente, pues se ponía fin a un estado insostenible de corrupción y “mamoneo” por parte del partido que se mantenía en el gobierno. Pensé que se merecía aquel auténtico varapalo y que el karma político (si es que existe) había hecho acto de presencia. Mi satisfacción fue doble, ya que siempre he sido un votante de izquierdas y regresaba el partido socialista, cuyos ideales siempre los he encontrado acordes con mi moral y mi manera de entender la vida.
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos hasta hoy mismo, han hecho replantearme mis principios y mi forma de ver el mundo y el estado. Tengo claro que son dos cosas distintas: el Sanchismo y el Socialismo basado en una Social Democracia moderna y europeizante.
El partido del gobierno ha roto muchos de los principios en los que creía y creíamos miles y miles de ciudadanos. Luego, se hallan los millones de abducidos que lo siguen ciegos sin cuestionarse nada más y van alterando su opinión, mejor dicho, carecen de opinión o espíritu autocrítico, pues reproducen las mismas palabras que el líder va soltando como un mesías o libertador.
Resulta tan increíble como grotesco que un señor, prófugo de la justicia, decida el devenir de los millones de españoles que conforman nuestro país. En Europa no dan crédito a lo que sucede, ya que implorábamos prácticamente su extradición. Nos estamos convirtiendo en un país poco serio y de pacotilla. Desde esta óptica es normal que nos vayan perdiendo el respeto en Europa y en el mundo. Gracias a Junts el gobierno salva varios decretos, pero Podemos obstaculiza con fines sañudos todo lo relacionado a lo referente al subsidio. La venganza es un plato que se sirve frío. En todos los casos observo posiciones claramente partidistas que se desvían de los intereses de la ciudadanía.
La abducción es algo parecido a la ventriloquía pues los ciudadanos medios, y no tan medios, repiten los eslóganes o ideas de su líder o lideresa sin tamizarlos por la zona del intelecto. Se sale fuera de lo normal que converses con amigos o familiares sobre estos asuntos y sus puntos de vista hayan cambiado radicalmente obedeciendo a los proclamas de su líder. Contrito me quedo cuando solo escucho los mismos argumentos que expele sin rubor el susodicho cabecilla. Mis queridos e inteligentísimos amigos, que hace unos meses veían la realidad de otro color, han cambiado igualmente de opinión, como aquellos que son captados por un gurú de una secta y acaban suicidándose, obedientes, sumisos y robotizados, arrojándose por un barranco.
Dicho esto, he de admitir que me conmovieron, hasta cierto punto, las palabras del líder de la oposición cuando manifestaba frustrado que si él llega a saber que tenía que bregar con todo esto no se hubiera dedicado a la política. Ciertamente, muchos no imaginábamos que un partido de estado actúe de esta guisa. Es lo más parecido a un país bananero. Esos apoyos son lícitos y democráticos, pero inmorales también. El estado del bienestar nos ha costado mucho crearlo y mantenerlo. Todo se puede ir al garete, ya que nuestro país puede dejar de inspirar confianza en los inversores ante tanto esperpento consumado.
No podemos seguir viviendo de subvenciones sin que el pueblo produzca nada más que funcionarios y ayudas por doquier. Se puede llegar a una quiebra técnica y tarde o temprano aparecerá una especie de Milei o Abascal para dar un golpe en la mesa. Lo veo venir. Luego nos quejaremos de que la extrema derecha se instala en nuestros organismos. Me temo que le estamos abriendo las puertas con estas medidas y estos pactos con partidos antisistema o independentistas que solo buscan su propio beneficio sin importarles las necesidades del resto de los españoles. ¡Cómo les va a importar!
Paradójicamente, por eludir a la extrema derecha nos estamos lanzando a sus brazos.
En algunos países europeos, léase Alemania por ejemplo, los dos partidos de estado han pactado cuando ha sido necesario, atendiendo a los intereses de la gran mayoría y, sobre todo, persiguiendo la prosperidad y el bienestar de todos y de todas.
Lo mismo que un servidor está haciendo un balance y una sesuda reflexión, me gustaría que el resto de mis compatriotas, amigos, amigas y ciudadanos de este país, sopesaran, calibraran y pensaran por ellos mismos, dejando a un lado las ambiciosas pretensiones de nuestro presidente, que me merece el mayor de todos los respetos, pero se está equivocando. Se está equivocando porque esto va a reventar por algún lado. El malestar general va in crescendo. Por esta senda, lejos de la moderación y de las cuestiones de estado, se está dando la bienvenida a las ideologías de extrema derecha. Es la ley del péndulo. Cuando nos encontremos entre sus fauces será demasiado tarde. Algunos intelectuales están emitiendo un SOS a Europa, pero esta se está mostrando un tanto indiferente. Como al niño insensato que se le deja para que aprenda de sus propios errores. Recuerdo la archiconocida cita, atribuida a Bismarck, y que no voy a reproducir porque tanto va el cántaro a la fuente que al final pasa lo que pasa.
Nuestra memoria de pez y nuestra desmemoria nos hace olvidar que hace menos de un siglo nos estábamos matando vivos. Pero eran otros tiempos. Seguro que esto no ocurrirá de nuevo. Seguro que no. ¿Seguro?
Jlrp

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