Feliz Año Nuevo en Diario SUR
Dejando a un lado tanto probo aspaviento espiritual, que en la mayoría de las ocasiones solo nos sirve como libranza de nuestros yerros, sumerjámonos en nuestra propia conciencia que esto no se liga con las religiones, mejor dicho: no debería. Un examen de conciencia debería ser estrictamente autocrítico y debería liberarse de los convencionalismos sociales o prejuicios religiosos. Puede resultar un tanto complicado al principio, ya que observará que en indefinidas ocasiones no pensamos por nosotros mismos sino que nos dejamos llevar por absurdos egos pulidos por los roles sociales. La egolatría puede ser otro enemigo tan insalubre como la propia sociedad que nos impone su pensamiento único y maniqueo.
Así pues, pasemos a la acción.
Intente subir un peldaño en esa escala de valores o sensaciones que tanto nos aprieta o nos altera. Si después de haber ofrecido varias, muchas, o unas cuantas oportunidades a tu prójimo y este las ha rechazado, retírese de una vez y salvaguarde su amor propio. Si observa que la generosidad de sus acciones no es apreciada y, en cambio, siguen exigiéndole porque los ha mal acostumbrado, aléjese unos metros y camine hacia adelante. Huya de quien no le valore justamente. Si olvidan todos esos favores que usted ha realizado y se empeñan en subrayar aquel momento en que no pudo o no supo estar a la altura, lo dicho, retírese de esas viles exigencias. Si después de saludar y mostrar afecto al vecino o al compañero, usted comprueba que solo recibe indiferencia, mire hacia otro lado y céntrese en aquellos que le aprecian. Si observa que el que tiene mucho no es dadivoso y solo muestra ruindad, no es un buen amigo, ya que su racanería es solo una muestra de un soterrado egoísmo. Si solo halla sentencias y pensamientos únicos que tratan de aniquilar o diluir su manera de pensar, elija otra senda y quédese con quien le aporte y respete su opinión. Si ve usted que hay alguien que ningunea descaradamente su persona, échese a un lado y ábrale paso: será la mejor manera de no darle importancia.
No base su felicidad exclusivamente en lo material. Con el tiempo se dará cuenta de que hay otros asuntos que son mucho más importantes, como la salud. Esto ocurre normalmente a una cierta edad, cuando los achaques son continuos y a lo lejos se vislumbra el contorno siniestro de la parca. Pues ni aún así las personas cambian. Hay quien se obstina en seguir siendo la misma mala persona que intenta repetidas veces dejar de ser: rencorosa, avara, chismosa, manipuladora, victimista, arrogante y tirana.
Cuando felicite el año nuevo, felicítese primero usted mismo por seguir considerando a todos estos elementos que a menudo nos rodean. Pero quiérase un poquito y hágase querer al mismo tiempo haciéndose respetar. Huya de tanto envenenamiento. No alimente —ni aliente— la polarización social que puede acabar con todos nosotros. No devuelva rencor por rencor y siga siendo generoso, atento y cariñoso. Seguramente estas semillas vuelvan a dar resultados. Es normal que se frustre si no los ve a corto plazo, pero una mala cosecha la tiene cualquiera, sobre todo si este mal tiempo y seco perdura en el mismo tiempo.
No se desanime, hay que seguir soñando y deseando un Feliz Año Nuevo, mejor dicho: Feliz Año Mejor; porque ya vemos que nada ni nadie cambia.
Es obvio que necesitamos cientos de reencarnaciones más.
José Luis Raya,
escritor maldito.


Los errores que hemos acumulado porque vamos evolucionando e intentando que sea a mejor, no deben constituir una carga. Debemos arrojarlos al olvidado de un plumazo. O mejor, como una inyección que, tras el molesto pinchazo, inocula su líquido para mejorarnos y luego aspirar al alta definitiva en la inercia hacia una razonable salud moral. Sí reconocemos cuál fue la razón por la cual en momentos determinados nos decepcionamos a nosotros mismos, resulta un sinsentido el remordimiento: tal decepción propia fue el acicate para salir de la espiral egocéntrica y mantener la brújula, aun contando con recaídas puntuales de las que arrepentirnos, en la mano para escoger el rumbo hacia el horizonte más luminoso. Justo en eso estriba o se deriva hacia la utopía... y el camino para arrostrar su ruta con su faro al fondo...ya es parte de ella... ¿O, no?
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