SUMISIÓN

 

https://www.diariosur.es/opinion/sumision-20230306232622-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F



SUMISIÓN

José Luis Raya Pérez

 

Debido a la inclinación del pupitre, el lápiz va rodando de arriba abajo hasta caer al suelo. El golpe es seco y toda la clase ha escuchado el retumbar del lapicero en el silencio aplastante de la mañana. El profesor baja sus lentes para comprobar la procedencia del ruido molesto. Están realizando unos ejercicios de matemáticas muy complicados y todos los niños se encuentran muy concentrados a esas horas tan tempranas. Desde el final, un alumno de unos doce o trece años, se levanta e incompresiblemente se aproxima a la segunda fila, se agacha, recoge el lapicero y lo deposita sobre la mesa del niño al que se la había caído. Este, ni siquiera da las gracias, solo sonríe maliciosamente. Es posible que lo haya dejado caer a posta. Ese profesor sigue observando a diario y comprueba que el niño del fondo ríe y, aparentemente, está muy feliz al pertenecer al grupo del líder de la clase. A cambio, ha de servirle y obedecerle. Es casi imposible que el niño sometido reconozca abiertamente que le están haciendo bullying. Es muy complicado concertar citas para que todos los padres estén al corriente de lo que ocurre, sobre todo si el niño-tirano se entera de la traición.

Seguramente, el niño de la última fila crezca normalizando esa actitud y vaya buscando perfiles similares, esto es, personas de fuerte carácter que le vayan marcando el camino a seguir. Llegará a perder su personalidad, sus gustos, aficiones, inquietudes, e incluso perderá a sus amigos de toda la vida por servir a ese compañero de trabajo, vecino o, seguramente y tristemente, a alguien recién llegado a su mundo. Y se amoldará a todo lo que el otro le vaya marcando.

Esto igualmente sucede en determinados matrimonios o parejas. Por mantener una relación que hace aguas, el sometido (o sometida) está permanentemente complaciendo los caprichos, o tiranías, de su media naranja. El niño anterior necesita ser aceptado constantemente en los ámbitos del líder. Es posible que sea el que se someta a su pareja años después, volviendo a reproducir aquellos roles de su niñez y de su adolescencia. Es posible que nadie se hubiera percatado: ni sus padres, ni sus tutores, ni él mismo. Ya que vivir sirviendo a su líder y sometiéndose a los demás es algo que ha normalizado y le resultaría impensable rebelarse contra su tirano.

Ni que decir tiene que este perfil se halla en cualquier sexo, edad o profesión. No me corresponde realizar una estadística sobre ello.

No creamos que esto ocurre en minúsculos universos. Pensemos en aquellos pueblos sometidos a las dictaduras de sus gobernantes. Sepan ustedes que, a menudo, un gran número de la población apoya y se enorgullece de sus gobernantes/opresores. Supongo que no es necesario, por falta de espacio y tiempo, que haga un repaso de las grandes dictaduras del pasado, ni del presente. Supuestamente, sus ciudadanos vivían y viven felices en esa especie de escabrosa Shangri-La, donde santifican prácticamente a su opresor. El adolescente que se somete al matón. La señora que agacha la cabeza cada vez que el marido suelta un bufido. El adulto que imita los gustos y aficiones de su gran amigo. La chica/el chico que solo piensa y hace lo que diga y haga su influencer: su líder, su guía, su vida. Se someten todos, aparentemente, con gusto.

Hace un año que un dictador invadió y agredió a un país soberano, independiente. Hay muchos ciudadanos, alrededor del mundo, que comprenden al agresor. Se trata de otro tipo de sumisión, quizá se pueda llamar sumisión ideológica. Se suele dar en ambos extremos del pensamiento político. Actualmente, puede concretarse y palparse en Bielorrusia.

Hay un gran número de personas que anhela líderes de este calibre. Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Pinochet,  F.Castro, Xi Jinping, Kim Jong-un, Putin… La nómina puede ser extensísima. Unos son mucho más terroríficos que otros obviamente, pero la esencia es la misma. Lo más llamativo e increíble es comprobar que todo un pueblo puede someterse con gusto a un tirano. Recordemos cómo los franceses se olvidaron de su Revolución, y de todo lo que se había conseguido, para lanzarse a los brazos de otro tirano: Napoleón. El miedo a la libertad. Los derroteros de las civilizaciones pueden resultar inextricables igualmente.

Quizá se tenga que realizar un esfuerzo colosal por trabajar la autoestima desde la cuna. Esta puede ser la clave para rechazar de cuajo ese sometimiento, tanto impuesto como buscado, que altera nuestra propia personalidad e impide que crezcamos como personas libres. Ese sometimiento cuaja lógicamente en personalidades frágiles y psicodependientes, e incluso en pueblos enteros que miran hacia otro lado cuando se lo ordenan y, como un rebaño ciego, siguen y persiguen a su líder.

Tampoco les importa que sean conducidos hacia un agreste barranco o un afilado acantilado, por donde caigan y se precipiten al vacío,  como si fueran un triste lápiz que cae al suelo desde un pupitre de una clase cualquiera.

 

 


 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares