EL CREPÚSCULO
Sabemos que tarde o temprano
llegará. Por una parte estamos deseosos de encontrarnos con ese momento, por
otra, anhelamos retardar el crepúsculo, que lleva avisando desde unos cuantos
años atrás. Cuando te aproximas a la parte de la pared y posas tu mano
agrietada sobre la barandilla. Tras un ataque de risa, lo rematas con un ataque
de tos. Ya no entiendes las canciones de ahora y tarareas aquellas melodías de
juventud. Hay días que al levantarte, el cuerpo se muestra como si hubiera
pasado por una trituradora y caminas cojeando hacia el cuarto de baño. Eso sin
contar los vértigos, que algunos han ido evitando como podían, al incorporarte.
Y comienzas a fijarte mucho más en las analíticas médicas y a no olvidar las
gafas en la mesita o encima de la nevera, y retiras de tu rostro el libro que
tanto te gusta para poder leer esos poemas que siguen brillando en tu mente. Y
ya no soportas los ruidos, ni las aglomeraciones. Empiezas disfrutar mucho más
con una puesta de sol que con un polvo raquítico y, quizás, fuera de lugar.
Buscas el silencio y el sosiego, porque es ahí donde radica el verdadero
sentido de tu paz y tu felicidad. Y te atosigan diciéndote que “ya estás viejo”,
como si la juventud fuese sinónimo exclusivamente de locura o de frenesí. Y
sonríes porque este descubrimiento te ha hecho ver la realidad de otra manera.
Inconcebible muchos años atrás.
Este último trimestre quizás haya sido el auténtico, entre tantísimos como he cargado sobre mi espalda. La jubilación se ha presentado acariciándote el rostro y limpiándote el sudor de tu frente ajada. Todos los problemas o los enredos de antaño se han relativizado, se han volatilizado en unos días. Han ido perdiendo fuerza, incluso se han convertido en gozosos recuerdos, puesto que empiezas a mirar al pasado desde una perspectiva única e irrepetible. Es algo que no tiene parangón. Quizás sea lo más parecido a un plácido despertar o a la calma sensación que experimentas tras haber superado una grave enfermedad. Es entonces, por fin o tristemente, cuando la vida empieza a tomar un sentido que lamentas que haya llegado acompañada de tu crepúsculo, pero, por otra parte, te deleitas porque empiezas a saborearla, como ese rico helado de la niñez, que degustabas sabiendo que pronto acabaría; sin embargo, cerrabas los ojos y te dejabas embaucar por su dulce sabor a fresa y chocolate. En efecto, aquellos infinitos momentos de la juventud, ahora te obstinas por retenerlos porque empiezas a ser consciente de que eran irrepetibles. Los antiguos problemas que te quitaban el sueño ahora son solo vacuos ecos de una fútil preocupación.
Podría causar cierta desazón
descubrir el bálsamo de la aflicción cuando en lontananza se divisa el
inexorable ocaso; empero, encierra paradójicamente un nuevo amanecer.
Este renacimiento tardío te va
dictando sus propias normas internas: es cuando compruebas verdaderamente que
todo es relativo.
No ha merecido la pena amar tan
apasionadamente si no fuiste correspondido, ni depositar tanta confianza en
quien por ti mostraba indiferencia o desdén. No ha merecido la pena involucrarte
en aquellos problemas que no te atañían, donde la ingratitud altiva se
deslizaba entre aquellas imborrables miradas. No te compensó aquel “sin dormir”
que generaba el incierto futuro laboral o económico, que te vampirizaba el
sueño y te dejaba las noches enteras sin dormir. ¿Por qué te reconcomía tanto
aquel desafecto cuando en ti estaba la solución? ¿Por qué te afectó tanto aquel
desaire y aquella lacerante decepción, si tenías tantas páginas en blanco por
escribir?
Entonces te levantas una mañana y
aquellas arduas tareas se han mutado en gráciles y frágiles jornadas de asueto,
donde tu principal labor consiste en realizar todo aquello que te agrade y no
te agreda. Por ello, has de dejar a un lado aquellos asuntos que te perturben
porque has descubierto, aunque tarde, que esto o lo otro ya no merece la pena.
Ha cambiado radicalmente tu lista de prioridades. Quizá sea la etapa en que uno
empieza a quererse verdaderamente, pues comienzas a desechar todo aquello que
no suma en tu vida, ni te produce complacencia. Hace mucho tiempo que no
aguantas que te toquen las castañuelas y empiezas a decir lo que piensas, pues
ya vives con la certeza de que todo lo que se queda dentro se pudre, aunque, al
mismo tiempo, has alcanzado el umbral de la prudencia. Y compruebas que no
merece la pena, que esto ya no es una frase hecha. No merece la pena seguir
pendiente o sufrir por quien no merece tu llanto. No merece la pena recordar
aquellas tortuosas relaciones, ni las villanías, ni los desplantes, ni las
traiciones.
Solo quedas tú, desnudo como los
hijos de la mar, envuelto de un calmante cántico de pájaros que te da la
bienvenida ante tu nuevo amanecer: lo que sucede al lánguido crepúsculo.




Precioso y veraz
ResponderEliminarC est la vérite, mais bien heureuse d arriver a voir le crepúsculo.j ai lu ta publicación, je pense que beaucoup de personnes se sont identifica. Pour moi je voudrais revivre ma vie, telle que je l ai veçu.
EliminarEres grande JOSÉ
🥱
ResponderEliminarEres grande.....
ResponderEliminarEs la pura realidad que siento al cumplir años
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato José Luis. Das en la clave... El devenir, el tiempo que fuimos..El fruto en su sazón.. Pura F. S.
ResponderEliminarComentario sobre su artículo profesor:
ResponderEliminarHoy en día , la idea de la jubilación se nos presenta en un momento de la vida en el que ya estamos hartos de trabajar, en el cuál estamos reventados interiormente, con la presencia o el inicio de problemas físicos y dificultades para mantenerse uno andando, además de toda la ansiedad y el estrés acumulado de esos años trabajando tan duramente para llevar una vida decente.
La jubilación es por asií decirlo el crepúsculo de nuestra vida, en el que empezamos a comprender de verdad lo que es vivir, el sentido de la vida en sí mismo, y comienzas a mirar atrás en búsqueda de recuerdos de tiempos pasados con añoro, como en esa juventud efímera e irrepetible o en la edad adulta con la familia y el trabajo. Ahora, al haberte quitado ya ese peso de encima, te empiezas a preguntar el sentido de las acciones que has realizado, te levantas cada mañana tranquilo, pero a la vez con ansias por comerte el mundo para hacer lo que no pudiste en un pasado y disfrutar del presente mirando al futuro, sin tener que preocuparte del trabajo y teniendo más tiempo para dedicárselo a tu familia hasta que llegue la noche.
En conclusión, con la jubilación empieza una nueva etapa de la vida, en la cual las preocupaciones laborales se esfuman y se puede llevar con más tranquilidad lo que queda de esta, disfrutando de los que te quieren y explorando lugares nunca antes observados por tus ojos. La gente se preocupa mucho por lo que fue o serás pero déjame darte una recomendación: el ayer es historia, el mañana es un misterio, el hoy es un regalo, por ello se le llama presente.
Atentamente tu alumno de 2º de Bachillerato, Ángel Rey Aragón.
La jubilación se nos presenta como una recompensa a la que aspiramos al final de nuestra vida laboral, pero al fin y al cabo es solo una meta de otras muchas en nuestra vida.
ResponderEliminarContinuamente vamos alcanzando nuestros objetivos que marcamos nosotros mismos, estas metas nos marcan y una vez llegado el momento en el que las alcanzamos vemos ya lejano todo el camino recorrido antes de esta victoria personal, sin embargo la ansiada jubilación llega cuando poco a poco nos vamos marchitando y al darnos cuenta de esto empezamos a quitarle importancia a las cosas y vemos desde esa perspectiva todos los problemas que nos atormentaban y que en ese momento ya no son ni una sombra de lo que fueron.La jubilación marca el inicio de una nueva experiencia vital ya sin cargar el pesado lastre que supone la vida laboral, se puede considerar una época de introspección donde descubrir nuevos placeres que antes eran impensables y disfrutar de todo lo que se ha conseguido durante muchos años y poder apreciar la felicidad que hay en las pequeñas cosas.
Sin duda es un momento de incertidumbre y de miedo a lo desconocido, depende de nosotros si vemos este cambio provechoso o perjudicial.
2º Bachillerato- David Díaz Arrabal
Reconocer que envejeces y que tarde o temprano llegará tu hora frente a la gente es un gesto valiente y demostrativo, tanto que puedes afirmar que amas o has amado tu vida. Reconocer que el fin se acerca, supone dejar parte de tu vida, profesiones, hábitos, guardados en un cajón, que abriremos para mostrar los bonitos recuerdos vividos y que no caigan en el olvido. Para la gente joven y eufórica como mi persona admiramos los momentos de desenfreno, sin embargo, los años parecen afectar a las necesidades y las satisfacen de distinta manera y que de alguna forma aún no imagino que me complementen a mí el día de mañana. Cuando de los 60 se trata, la jubilación asoma y te das cuenta que la mayor parte de tu vida la has vivido de la mejor o peor forma, pero que la has vivido. Supongo que en este momento comenzaré a pensar todas mis anécdotas que estoy viviendo hoy día y que para mi mente de 60 años será una locura que volvería a vivir una y otra vez para olvidar que mi vida está en la recta final. En esos tiempos pensaré que no valió la pena amar si ese amor no era correspondido, que no ha merecido la pena esa lágrima y noche en vela por alguien o algo. Esa etapa no será solo de pensamiento, sino también de privilegios, seguramente pasaré a hacer cosas que me apasionen como la música o el fútbol, dejando atrás los que me perturban. Todo esto acompañado de mi cuidado, mi bienestar. Estoy segura que cuando llegue mi momento estaré esperando con ansia la posibilidad de recorrer el mundo, ese tiempo será el alivio y el equilibrio que me debe la vida tras años de duro trabajo ejercido. Aún pensarlo me perturba, porque es un escalón bastante grande, ya que solo tengo la mayoría de edad, pero tras alcanzar mis primeras metas(estudiar enfermería, formar una familia…) estoy segura que esa visión empezar a formar parte de mis planes futuros y espero poder contarlo a la gente a través de la escritura y expresando cercanía al igual que usted.
ResponderEliminar(Erika pacheco 2 bach A)