HATERS
ODIADORES
https://www.diariosur.es/opinion/odiadores-20220808000613-ntvo.html
El término “haters”, traducido como odiadores, se está imponiendo en todos los campos de nuestra vida, especialmente en las Redes Sociales, el parapeto de los cobardes, ya que es el terreno donde cada cual dice lo que quiere sin mirar a la cara, incluso el insulto vil y estremecedor. La mayoría de las veces se esconden bajo falsos perfiles, sedientos de odio. Algunos de estos odiadores han arremetido contra el hijo del político enfermo de cáncer, o espurreaban una sarta de vomitivas amenazas de muerte contra esposa o hijos, o insultaban sobre la honorabilidad de este o aquel personaje público.
El odio puede ir precedido por una serie de
sentimientos negativos, como ya hemos visto en el panorama literario, a saber,
la envidia, los celos, el egoísmo, la abulia o sencillamente el placer mismo
que para algunos supone odiar y causar dolor. Cuando se odia a una persona, tu
objetivo es causarle daño. Aunque, por suerte o por desgracia, esa inquina
regresa a ti como un boomerang. No siempre el odiador permanece ante sí mismo
contemplando sus destrozos, sino que también suelen salpicarles, aunque solo
sea por pura ley física, aunque algunos lo atribuyan a la ley divina.
La mayoría de las veces la sociedad está
predispuesta a generar odio. Justamente ocurre cuando todo se polariza. Si
existe la riqueza es porque la pobreza está ahí. Hay justicia porque también
existen resoluciones injustas. Unos disponen de una vida ostentosa y otros
apenas llegan a fin de mes. Unos se desenvuelven en la pura felicidad y otros,
amargados, observan de reojo cómo su vecino triunfa, incluso su propio
amigo, a quien verá con otros ojos. Unos
(o unas) mirarán con deseo a las apetecibles parejas ajenas, mientras rechazan
a las suyas propias, por su desagradable físico o su vulgar manera de ser. En
principio, es la envidia el motor que mueve al odio. Después podrá haber otros
sentimientos adláteres.
Raros son los famosos que no despiertan
sentimientos de inquina a través de Facebook o Twitter. Suelen ser fracasados o
amargados de la vida que no se aguantan ni a sí mismos. Cuando no había redes
sociales, antaño, se acudía al fútbol y allí, en los atestados estadios, como
en los tiempos de los gladiadores, los hinchas de uno u otro bando se
insultaban entre ellos o el árbitro se convertía literalmente en el saco de
boxeo de sus frustraciones. En muchas ocasiones el odiador está mucho más
pendiente de la vida de los demás que de la suya propia y el hecho de odiar sin
medida se ha convertido en su manera de vivir. Son capaces de atormentar
incluso a sus seres queridos o en casos extremos pueden llegar a matar,
simplemente por ser cristiano, negro, musulmán u homosexual. El odio no
entiende de religiones, ni de razas. Lo genera la propia persona desde los
recovecos más escabrosos de su cerebro, quizás se remonten a su más dura
infancia. Pero otros muchos han vivido terribles infancias y no van matando a
nadie, ni agrediendo.
Otras tantas veces, ese odio es generado por
discrepancias políticas o ideológicas. Hay personas que no han aprendido a
aceptar la diversidad, ni que haya gente que aspire a su particular modus vivendi. Son los que ni viven ni
dejan vivir. Los estoy viendo pulular a diestro y siniestro, intentando imponer
su particular punto de vista, muchas veces basado exclusivamente en el puro y
mezquino odio. El mismo odio que generó un millón de muertos, aludiendo a Gironella o a Dámaso Alonso: "Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres". Efectivamente, el odio es la cara opuesta del amor y puede ser el
único que conciba muerte en su derredor.
Así pues, ya que poco se puede hacer contra
ellos, hay que mantenerse alejado de esos odiadores
que solo saben producir daño y dolor.




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