PODRÍA SER



 

 


Podría ser que el mundo sea un azaroso escenario donde todo ocurre sin seguir unas pautas fijas y los avatares se suceden al albur de una mente superior trasnochada. Podría ser que todo ocurra siguiendo las lógicas leyes físicas de acción-reacción, por lo que todo es mucho más fácil de predecir; excluyendo el irregular cambio climático. Podría ser que todo esté prefijado e incluso pactado por magnates que se encuentran por encima de los hombres públicos y políticos más poderosos del mundo. Quizá sean estos los responsables directos de tantas calamidades, pues solo se mueven por sus ansias de riqueza y dominio. Ello conlleva que cuanto más se enriquezcan ellos, más se empobrece la gran parte del planeta. Solo deben estar vigilantes o alerta para que las masas oprimidas no se rebelen y el caos les salpique.

Podría ser que, determinados radicales y psicópatas musulmanes, auspiciados por ciertas élites americanas, no menos psicópatas, se estrellaran contra las Torres Gemelas para consolidar definitivamente el tambaleante imperio yanqui. Pudiera ser que aquello tan solo sea una estudiada venganza por parte de los perturbados orientales.

Podría ser que todo sea un contubernio ruso-chino, que se remonta al primer caso del Covid. Todo surgió en el lejano y hermético país asiático. Nos informaron (de) que aquel bicho de mal agüero emergió de las aguas putrefactas de un mercado húmedo de Wuhan, donde se venden todo tipo de animales silvestres: pangolines, murciélagos, tortugas, gatos de civeta, ratas del bambú y docenas de especies extrañas propensas a transmitir enfermedades zoonóticas. Desde Occidente observábamos, incrédulos, aquella amenaza tan distante como improbable. No sé cómo, emergió de la nada un extenso foco de contagio en el norte de Italia, como si hubiera sido espolvoreado la noche anterior, como si estuvieran diciendo: “Os vais a enterar, ¡incrédulos y soberbios europeos!” Ya teníamos al Godzilla chino merodeando por Europa. La película de terror ya estaba funcionando en taquilla. La gente corría despavorida a las farmacias en busca de mascarillas, las cuales se pagaban a precio de caviar. Un servidor tenía previsto un viaje a Sicilia y debía hacer escala en Milán, donde el virus podría haberse instalado en cualquier pasamanos del aeropuerto. Algunos hipocondríacos, al más puro estilo Woody Allen, íbamos protegidos con acartonadas mascarillas fpp2 y con guantes de látex. La noche anterior había estado sin pegar ojo, tenía miedo de toparme de bruces con el Maligno. Así que la falta de sueño y la merma de respiración, auspiciada por el pánico y por el hermético bozal, más las lúgubres visiones de pasajeros llevando mascarillas antinucleares, me provocaron un vahído intenso que me hizo desfallecer cual damisela dieciochesca. Luego, en Sicilia, volvió la calma, pues allí supuestamente no había llegado Godzilla.

Más adelante, se insinuó que había sido un escape, deliberado o no, procedente de un laboratorio chino. Podría ser. La película había tomado un nuevo giro. ¡A ver quién era el guapo que se atrevía a acusar abiertamente al matón de la clase por su desatino!



En cualquier caso, la crisis mundial ya iba viento en popa. Y rezábamos para que sacaran el antídoto como el maná que cae del cielo. Y el bicho tenía la virtud de transmutarse en otras variantes, por lo que había que recurrir a muchos más contravenenos. Antaño nos ponían una sola vacuna que duraba toda la vida, y te dejaba una cicatriz como un cráter. Los negacionistas estaban furiosos porque ya tenían claro que todo esto era un verdadero montaje. Podría ser. Pero claro, la gente se moría porque hay gente a la que le gusta morirse.

Cuando todo esto parecía haberse controlado y el miedo se hubo disipado, otro bicho en forma de mono ha atravesado las fronteras del tiempo, pero algunos han sonreído con mofa, incluidos los nigrománticos.

Podría ser que China haya fallado en su intento por desequilibrar el orden mundial y erigirse como la gran potencia cósmica que pretende ser. ¡Qué impaciente, por Dios! Por otro lado, sus aliados rusos vuelven a intentar un nuevo ataque a nuestro status quo. Han elegido al débil de la clase, quizás asesorados por los godzillas chinos, ya que sus virus no han funcionado como deseaban, incluso ellos mismos han tenido que pagar sus platos rotos. Pudiera ser.

De momento, estamos comprobando que este ataque real a un país independiente y hermano está realmente desestabilizando el orden mundial establecido, tratando de imponer el suyo propio, donde cada cual puede vivir su vida de acuerdo con sus creencias e ideas, aunque la mayoría esté obligada a ello.

Pretenden imponer —anteriormente lo intentaron con burkas, ahora con hoces y martillos— el estilo de vida que ellos creen correcto: el de la muerte, la miseria y el miedo. Quizá, en un futuro no muy lejano, el mapamundi cambie su epicentro del Atlántico al Índico. Podría ser.




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