No es normal
Huye antes de que la gente tóxica te triture.
En bucle
Sinopsis
Me contaba la Tabi
(Tabiconas) que suelo entrar en bucle repitiendo los mismos pensamientos,
quizás obsesivos. Esto es ciertamente negativo, pues la repetición constante no
soluciona la raíz del problema, pero precisamente en ello consiste.
Cronológicamente:
1.- PkPP me calumnió
porque no pude celebrar una cena con unos amigos. Hube de marcharme a mi
pueblo.
2.- La novia del monitor
me llamó para ver si su novio miraba a otras chicas en el gym. Me acorraló.
Ella insistía en que tenía que ser así. Cuando finalmente asentí para que me
dejara en paz, se armó la de Dios. Hubo amenazas y todo por parte del
susodicho.
3.- Aquel compañero me
acogió una semana en su casa, tras una ruptura sentimental. Gastos compartidos
y poco más. Después de casi 25 años sigo en deuda, según él. Obviamente se lo
agradecí en su momento y se lo compensé. Supongo que quería más, mucho más.
3.1. Este otro es de
perfil similar; no tiene auto y no desea coger el tren para tomar un café o una
birra. Hay que ir a recogerlo y hacer de taxista. Aquí sí que supe alejarme a
tiempo.
3.2. Lo apreciaba
sinceramente, pero cuando alguien me obliga de alguna manera a pensar como él
políticamente, y ello en repetidas ocasiones, soy yo el que se distancia, pero
sin bloqueo.
4.- Me podría haber
puesto las botas con los mejores, pero cuando uno tiene y mantiene sus
complejos se va con los de segunda división. No es el caso. Aquel caballero, a
escondidas, y sin que su amada pareja lo supiera, me llevó al huerto y yo me
dejé. Al conocer a su mujer, doña Elvira, decidí distanciarme. Ello supuso mi
fusilamiento.
5.- Era uno de mis
mejores amigos; esa vez no pude conseguirle las invitaciones para que accediera
a la piscina comunitaria de mi antigua urbanización. No las tenía en mi poder;
tenía que pedírselas a mi inquilino como favor, pero él se encontraba de viaje.
Hará de ello cinco o seis años. Ya no sé nada de él.
6.- En mi pueblo natal
reside Juanita; maldito sea el día en que le envié una foto de una mariquita
gordita, comentándole en broma que me recordaba a él. Me bloqueó. No sirvieron
de nada mis disculpas.
7.- Él es una gran
persona, siempre presto a ayudar y colaborar. Parecíamos almas gemelas. Un de
sus amigos/fichajes recientes me bloqueó porque no pude, bajo ningún concepto, ir
a recoger unos tiestos de unas macetas que amablemente me regalaba. Yo acababa
de ser operado, tenía que incorporarme a mi lugar de trabajo y mamá se había
ido a un mundo mejor un mes antes. Que yo me acordara de los tiestos de las
macetas en ese deprimente contexto sería indudablemente una proeza en el
control de las emociones. Al preguntarle por qué su querido amigo me había
bloqueado, por si existía alguna razón que se me escapara, él me respondió con
vehemencia y mala educación. Ello destapó la mía, que la tengo. Ese fue el
detonante para dejar de tratarnos, a veces nos saludamos cortésmente.
8.- Aquel artista me subyugó, como artista. Lo
subrayo. Pero él, supongo que malinterpretó todas mis atenciones o favores. ¡Que
no eres mi tipo! Reseñas en prensa, asistencia religiosa a sus exposiciones,
difusión por diferentes medios de comunicación. Promoción en diferentes
espacios. Compra y difusión de su obra etcétera y cuando digo etcétera es que
es etcétera. En las dos últimas ocurrió lo siguiente: con la primera me
confundí de día, con la segunda me hallaba de viaje. Seguía pidiéndome
explicaciones y, como no le convencían, me bloqueó en todas las RRSS, por
activa y por pasiva (¡ay, que me da la risa!).
Autocrítica:
-
No poner
límites.
- Magnificar en exceso lo sucedido.
- No volver a gastar bromitas, puede ser que alguien padezca algún trauma que no logras entender.
- Pasar página.
- El mundo está lleno de “coñazos”, a ver si voy a prendiendo a detectarlos.
- Detectar y huir de gente complicada.
- Alejarte a tiempo permite mantener la calma y la salud mental.
- Acercarte a gente “más normal”, pero hijo mío, no lo puedo evitar; donde veo problemas, allí meto la cabeza. Tendré que evitarlo sea como sea.
Un querido compañero de trabajo me dijo un día que conmigo era imposible pelearse. Creo que, efectivamente, llevaba mucha razón, pues quien me conoce puede asegurar que soy afable, amable, cariñoso y atento. Sin embargo, mucha gente paciente y comprensiva tiene sus prontos: ahí estoy yo. Desde luego no soy el Mesías —incluso a él mismo se le hincharon las pelotas en el templo—. Cuando no aguantó más, exploto. Supongo que es algo tan natural como ser paciente o quizás sea la consecuencia de ello. El caso es que dos no se pelean si uno no quiere (eso dicen pero es mentira). La cuestión es que donde veo a gente problemática ( ahora se denominan tóxicos) ahí meto la cabeza. Son esas personas manipuladoras, calculadoras, victimistas (cuando se sienten acorraladas y carecen de argumentos se ponen a "lloriquear" convirtiéndose en las víctimas del problema que han creado); siempre esperan algo a cambio de los servicios prestados, por lo tanto de alguna manera te están exigiendo; suelen ser terriblemente tacaños y poco generosos, incluso con ellos mismos. En cuanto pueden, se ponen a criticar y a atropellar a los que no son de su círculo o sencillamente actúan de una manera diferente a la suya, por lo que son poco tolerantes con los que no piensan como ellos. Son los que ponen una cara por delante y otra por detrás. Seguro que todos conocemos un buen ramillete de estos. Pero no se descuide usted, suelen ser muy camaleónicos. Lo mismo está sintiendo que le aman y luego, por la espalda, le dan la puñalada trapera.
A mí, que me gusta todo lo que se salga fuera de lo normal, porque la subversión es un claro síntoma de ir en contra del adoctrinamiento aborregado; a mí, que lo que se sale fuera de lo normal es un acicate para la creación literaria o artística; a mí, que lo que no es normal me conmueve porque siempre es novedoso y original; a mí, en definitiva, que admira lo que no es normal porque la normalidad bebe de las fuentes de la rutina donde el aburrimiento se pasea con su anodino traje desvaído. Esta idea conecta con la rebeldía innata de la que se nutre la adolescencia; sin embargo, ese disparatado estado acneico y hormonal hace mucho tiempo que lo abandoné, si bien, algunos persisten en mantenerlo incólume a perpetuidad. Por mímesis, a veces caemos en esa suerte de inmadurez ridícula e ininteligible que nuestra cuarta, quinta o sexta década de vida exhibe sin recato. Es normal contagiarse de semejante virus: anormal y absurdo.
Ortega
y Gasset nos recordaba que un joven conformista era tan ilógico como un viejo
rebelde, más o menos. Lo que nos venía a expresar es que cada etapa de la vida
tiene su lógica interna, lo cual puede basarse, digo yo, en las leyes que dicta
la biología. En efecto, ¿quién ha visto una jaula de cachorros que estén todo el
tiempo durmiendo plácidamente o sentados mirando a la nada? Esto parece estar
reservado a los perros adultos. Estoy intentando recordar qué filósofo
presocrático (eso creo) aludía a los jóvenes diciendo que los mayores, en cada
época, se espantan de su indisciplina; sin embargo, la juventud siempre es
impertérritamente la misma.
A
lo largo de mi vida he encontrado adultos que reaccionan como jóvenes o
adolescentes, alguna vez yo también he reaccionado de la misma guisa. Lo que
ocurre es que hay que disponer del mecanismo que funciona correctamente al
llegar a la madurez: reconocer la equivocación, recular y disculparse. Es lo
que pretendo enseñar a mis pupilos.
Pues
claro que uno puede dar un traspié, o varios considerables tropiezos, pero hay
que saber cuándo y cómo recomponerse, parar, meditar y seguir adelante sin
que se note demasiado la caída. Hay que sacudirse el traje, alisárselo y
limpiarse el polvo de los zapatos. En pocos días, usted se sentirá como nuevo.
Tampoco hay que regodearse en el resquemor que se produce cuando se queda
demasiada tinta en el tintero, hay que pasar página, usted ha de repetírselo
una y otra vez: es la única manera de expulsar el veneno inoculado.
A
pesar de todo esto, uno no deja de asombrarse.
No
es normal que alguien te siga reclamando un favor hecho hace más de veinte
años. Lo peor de todo es que su sed es insaciable y todo lo que le has devuelto
le parece poco. No es normal que alguien deje de hablarte porque un año
concreto no pudiste prestarle el pase de una piscina comunitaria donde ya no
vivo, ni vivía. No es normal que alguien se enfurezca porque no te unas a su
alocada insurrección contra la autoridad. No es normal que alguien te bloquee
porque le has insinuado que no tiene sentido del humor. No es normal que
alguien te exija discreción y se presente en medio de una reunión laboral para
contarte sus problemas cotidianos. No es normal que alguien te niegue el saludo
porque crea o sospeche que he sido difusor de sus inclinaciones sexuales, a pesar
de que esta persona circule libremente por determinados sitios y esté a la
vista de cualquier paseante. No es normal que alguien empiece directamente a
odiarte y a difundir calumnias, debido a aquella cena a la que fue invitado y
que fue cancelada por los graves asuntos familiares que se precipitaron.
Supongo que se lo tomó como algo personal o qué sé yo.
No
es normal que…
Al
llegar a una edad, como dicen en Cádiz, una ya no tiene el chichi para
farolillos. Ya me cansé de pedir disculpas cuando no me correspondía. Ya me
cansé de dar dos, tres o cuatro oportunidades. Ya me cansé de aguantar lo
inadmisible. Ya me cansé de entender lo absolutamente incoherente. Ya me cansé
de ir recogiendo hojitas sueltas que nadie soporta. Ya me cansé de intentar
darle forma o interpretar lo que han podido entender. Ya me cansé de escuchar sus lecciones de moralidad, tan altivos, siempre por encima del Bien y del Mal. Tan infalibles. Ya me cansé de convertirme en su saco de boxeo. Ya me cansé de que solo
ellos tengan problemas.
Ya
me cansé de…
Es
cierto que yo no he sido un santo varón. Recuerdo una fase de inmadurez en la
que explotaba como una bomba de relojería y arrasaba con todo lo que se
interponía en mi camino. Por aquella etapa, alocada y desmedida, había
concluido una disparatada relación de pareja, tan incomprensible como
tormentosa. Al principio fue muy dolorosa, pero poco a poco fui disfrutando de
la bendita liberación que me supuso. Superar el yugo que me oprimía y comprobar
lo solicitado que estaba en el mercado, hizo que mi ego se expandiera hasta el
infinito, aniquilando, cual aguerrido galán, a todo aquel que se interpusiera
en mi camino o contradijera mis caprichos. Las enseñanzas del déspota las había
aprehendido en demasía. Todo ello fue aderezado con ciertas sustancias que me
hicieron desvariar del todo. Afortunadamente, fui reconducido por la senda de
la cordura.
Así
pues…
Puedo
entender que, igualmente, una persona pueda actuar de esta u otra incoherente
guisa atendiendo a sus extremas o particulares circunstancias; pero no pueden
escudarse en ellas ab aeternum. Puedo
ser condescendiente hasta cierto punto, incluso puedo disculparme por algo que
no tiene sentido, pero ya no puedes bajarte las bragas una y otra vez y
convertirte en una puta irrespetada. Además, como uno pierda su orgullo o su
amor propio, está realmente perdido porque te quedas a merced del supuestamente
ofendido, que se aprovecha de su caótica y descompensada situación para seguir
pisándote el cuello, con lo cual, de la comprensible condescendencia, indolente
después, puedes pasar a soltar un exabrupto para que todo vuelva a reordenarse
y que cada cual ocupe su lugar.
No
me compensa…
No
me compensa seguir relacionándome con estos tóxicos cuando te demuestran que
son incapaces de cambiar, persistiendo en su desmedido error y revolcándose en
su propio fango. Obviamente, estas actitudes no suelen ser personales sino que
son disparadas en su derredor, lo que ocurre es que pueden rodearse de tres o
cuatro sumisos acólitos que le permitan y acepten sus inmaduras actitudes,
egocéntricas y desmedidas.
Por
tanto…
Una
retirada a tiempo puede ser una victoria, y digo puede ser porque una persona sensata no puede tomarse todo ello
como una guerra –dos no se pelean si uno no quiere, eso dicen-, sino que uno debe
resguardarse de todas aquellas personas dispuestas a herir o a avasallar sin
contemplaciones. Es mucho mejor, por tu salud mental, alejarte lo máximo
posible de la toxicidad que te zahiere y rodearte de las personas que te
aprecian, te respetan y te son leales: al menos más o menos.
Ahora
coja usted un folio en blanco, limpio y liso, inmaculado. Después arrúguelo,
pisotéelo y ensúcielo. A continuación intente alisarlo con las dos manos,
póngalo debajo de una pila de libros o idee cualquier artimaña. El papel jamás
volverá a su estado primitivo.
Por
tanto…No me compensa…Así pues…Ya me cansé de…No es normal que…
En definitiva... un breve consejo:
PAZ
*** Esto sigue, como la vida misma, en permanente estado de ebullición y de cambio. No obstante, sigo repitiendo los mismos errores y uniéndome a gente complicada, eligiendo seguramente mal a los amigos, esos que te exprimen a su antojo, te exigen y luego ofrecen poco o nada. Son esos amigos que tienen menos detalles que un panda; esos que brillan por su ausencia en los momentos más importantes de tu vida como son los 40 cumpleaños, 50 ó 60 Esos que no aparecen en ninguna de tus presentaciones de libros y no se dignan a comprar un ejemplar, ni mucho menos tienen curiosidad por leerlo. Me refiero concretamente a ese amigo íntimo de toda la vida del que estás pendiente continuamente y luego te corresponde como una fariseo. Hace tiempo que cambié "el chip" y cuando ofrezco lo hago con el corazón en la mano sin esperar nada a cambio. Lo que ya no llevo tan bien es que, aunque compruebes que no recoges los frutos esperado, te exijan y te expriman a su conveniencia. Es una verdadera pena entregarte y que recibas tan solo diminutas o grandes patadas. Pero estás tan ciego que no lo ves o no quieres verlo.
Hasta que abres lo ojos.
Habíamos quedado, como el año pasado, para asistir a una especie de romería. Todos lo habíamos hablado por mensajes, llamadas, etcétera... y todos estamos encantados con la cita. A alguno se le veía reticente, son esas amistades anómalas que yo mismo me busco. Finalmente puso una estupenda excusa para no acudir. Total, podría haber acudido con su visita.
Pero no me estoy refiriendo a este, con el cual ya he tirado la toalla, otra decepción más. No importa. Lo tengo superado.
Pues bien, eran las once de la mañana y el susodicho no aparecía. En el pueblo en cuestión nos esperaban sobre las una y media o dos. Por otro lado, había otro amigo esperando que había que recoger. Había que aprovechar el día y había que darse prisa. El día anterior no me llamó para concretar, tampoco era necesario, se supone que las once u once y media sería una hora estupenda para salir. A las once en punto no llegaba. Yo estaba irritado por su tardanza y porque no respondía a los Watshaps. Pensaba, como otras veces, que estaría retozando por CP, esto me ponía aún más furioso, pues había cuatro personan pendientes. Así que llamé y ¿qué pasó? que estaba durmiendo... Mientras se levantaba, se aseaba, desayunaba y se vestía podrían transcurrir cerca de dos horas, pues tenía que desplazarse desde otra localidad, además había en toda la costa un tráfico de mil demonios. ¡Cualquiera le decía que cogiera la autopista! Cuanto más dinero tiene uno, más tacaño es. Así que pensé rápido: lo más lógico y justo es que nos marcháramos.
Desde entonces no me habla, ni me contesta. ES EL MUNDO AL REVÉS: seguramente tendré que llamarlo para disculparme por haberse quedado dormido. Es todo tan, tan, tan absurdo que me van a estallar los Güevos por la mala leche que se me está acumulando dentro.
A veces me pregunto si soy yo el culpable de tanto despropósito... y es que no, sigo pensando que tengo un imán y yo mismo siento una incontrolable atracción por la gente rara, la gente que no es normal, que tiene sus traumas, sus manías , sus fobias... Todos tenemos nuestras manías lógicamente, pero debemos ser conscientes de ello y controlarlas. Al llegar a los 60 uno debe seleccionar un poco más a sus amistades... aunque también más vale solo que...
Como la otra, una amiga íntima del alma, conoce a otro hombre y en dos días me da la gran patada del siglo y se pone a defenderlo en una cosa que no tiene ni pies ni cabeza. Pues nada, borrón y cuenta nueva. Traiciones y deslealtades las justas.
No obstante...Anda que no hay por ahí gente rara, llena de traumas, esperándome.
Como dije más arriba, este enlace es una página abierta, pues en la vida sigues conociendo a otros especímenes extraños.
Recuerdo una tarde que me llamó por teléfono una señora —aún no había móviles afortunadamente— para indagar si su marido miraba a las chicas en el gimnasio. Después de negárselo rotundamente, ella seguía "erre que erre". Así que me preguntó extrañada: "pues si no mira a los tías, mirará a los tíos. O sea que es gay". Ella misma se respondía. Al negarle aún con más rotundidad esta segunda consideración volvió a sus trece, intentando que yo le confirmara sus enfermizas sospechas iniciales. Recuerdo que me pilló corrigiendo exámenes. Pasaba más de media hora y no sabía cómo cortar la conversación. Así que, agobiado, muy agobiado, como al reo que, después de una horrible tortura confiesa lo que le obligan que confiese, le aseguré que efectivamente miraba a las mujeres.
Al día siguiente me llamó el marido y me amenazó de muerte por entrometerme en su matrimonio...
No es normal
Hace muchísimos años compartí piso con otro compañero allá por el interior de la Costa Tropical. Más que compañeros fuimos grandes amigos. Se casó y formó una bella familia con dos hijos. En vacaciones llegaba a casa con sus niños y me acompañaban una semana o un puente, incluso les dejaba las llaves para que disfrutaran de la casa y la piscina. Una vez llegué cansado de un largo viaje y no me apetecía ver a nadie, tenía además uno de esos bajones anímicos en los que deseas estar solo. Justo en eso momento querían venir a pasar unos días. No sabía cómo decirle que no quería ver a nadie, y mucho menos a un matrimonio con dos niños pequeños. Le di largas varias veces a ver si se daba cuenta. Y claro que se dio cuenta. Dejó de hablarme. De esta relación brotó la idea de la casposa, sarcástica y originalísima "El espejo de Nostradamus".
No es normal
También hay pequeños asteroides que son invitados a las fiestas de tu casa o cumpleaños y después, cuando te ven, ni te saludan o te dan la espalda: no es normal.
Recientemente he intentado aclarar una situación un tanto tirante, pues volvía a encontrarme a una señora mayor en mi círculo de amistades. Hicimos el amor tres veces, tres. Puedo asegurar que ella me buscaba y lo preparó todo para el primer encuentro... Hace casi veinte años de ello y yo era un pibonazo (también puede escribirse con v).
Reproduzco un extracto de la misiva.
Estimada señora:
Hace tiempo que quiero hablar con usted, pero no he visto el momento, ni la oportunidad.
Como habrá comprobado, parece ser que vamos a coincidir en algún que otro evento, pues hay amigos comunes y convivimos en el mismo entorno. Así pues, desearía que ese momento fuese lo más distendido posible, no tan distante, ni tan chocante, ni tan aparentemente tenso. Y es que esto lo fabricó usted misma sin saber yo el porqué. No pregunté entonces. Solo veía su frialdad y su descarado ninguneo. Y sigue usted prácticamente igual. ¡Después de casi 20 años!
Esto no es normal.
En aquel tiempo tuvimos algunos encuentros. Yo era “libre”. Estaba coqueteando con unos cuantas más y estaba disfrutando de “mi éxito”. Me sentía muy atractivo y me gustaba gustar, ¡y a quién no! Recuerdo lo agradable, amable y simpática que era usted conmigo antes de…
Y después de… ni me miraba. Sinceramente, si llego a saber todo esto, le hubiera dado calabazas.
En ningún momento pretendí que rompiera su relación ni nada parecido. Nada más lejos de la realidad. Otra cosa es que a usted se lo pareciera. Además, yo no tenía amistad aún con su marido, de lo contrario no hubiera caído en sus trampas.
Cuando coincidíamos después de nuestros affaire, la veía insultantemente distante. Muy rara. Como si yo hubiera sido el culpable de que hubiera caído en la tentación y en el pecado. Si mal no recuerdo fue usted la que me buscó… lo de la famosa toalla olvidada en su casa me hizo mucha gracia. Ni me acordaba, siempre fui muy despistado. Fue el pobre Wenceslao el que me llamó para decirme que allí estaba e hizo un poco de enlace. Yo no era tonto. Sabía que si iba a recogerla algo iba a ocurrir.
Más adelante, el distanciamiento fue prácticamente definitivo: incluso hube de renunciar a la compañía de mis amigos de toda la vida…
Dicho todo esto, me gustaría saber QUÉ COÑO PASÓ.
¿Qué hice? ¿Qué no hice? ¿Qué dije? ¿Qué no dije? ¿Qué imaginó? Qué le dijeron? ¿Qué pasó/qué no pasó? SINCERAMENTE sigo sin comprender su actitud, la cual terminó de rematarse cuando me bloqueó en las RRSS hace ya unos cuantos años... Me pidió amistad, la acepté y al día siguiente me BLOQUEA. Qué pasó, qué no pasó, qué imaginó.
NO ES NORMAL.
¿Le ocurre algo conmigo? ¿O el problema lo tiene usted consigo misma? ¿Pero yo que tengo que ver?
Las personas cambiamos y con la edad debemos madurar; no quisiera seguir con este extraño juego de adolescentes. ¡Que ya tenemos una edad para bloqueos en Facebook!, o de ese ninguneo parecido al bullying por el que tanto he combatido en mi trabajo. Nos quedan dos o tres telediarios y algunos viven como si tuvieran veinte años. Mejor dicho, piensan como si tuvieran veinte años.
No es normal…
Nunca me he metido en su vida. Ni antes ni ahora. Usted es dueña y responsable de lo que haga y de lo que no haga. Sus acciones son suyas, no la pague con los demás. No vaya usted sembrando ese reguero de enemistades que al final todo se sabe. No he sido el primero ni el último.
Por favor, reflexione, sincérese, le vendrá bien. Puedo perdonarlo todo, y si hice algo mal me gustaría saber el qué. Será entonces cuando yo pueda pedirle perdón. Me gustaría conocer en qué tengo que disculparme porque no tengo ni la más puñetera idea.
No se sienta obligada a nada. Puede usted seguir con esa inmadura actitud. Ya tenemos claro que los dos podemos vivir sin ser amigos, pero evidentemente yo no quiero ser su enemigo o que me vea así. Si regresa a Barcelona con su marido, supongo que le irá mucho mejor. Es solo una sugerencia.
Escribo todo esto sin acritud, tan solo, si acaso, con espíritu conciliador y de acercamiento.
Y desde luego… ¡Qué a gusto me he quedado!
***entonces esta buena señora le dio la vuelta a la tortilla e intentó victimizarse. Yo era el que la ignoraba y no le hablaba... en fin.
¡Nunca aprenderé!
Estos encontronazos se han producido en el 10% de la gente que conozco, es decir, que el 90% es gente normal.
No obstante los quebraderos de cabeza que te producen eclipsan al resto de las personas equilibradas.
Por ello, a menudo, recuerdo la célebre cita atribuida a Lord Byron u Oscar Wilde, pero en realidad no les pertenece.








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