Autodestrucción
Sin duda, nos hemos quedado todos petrificados por el asalto al Capitolio, incluso la machacona noticia de las vacunas quedó eclipsada, hasta el frío polar de estos días se disipó por momentos. Por un lado, me congratulaba comprobar que la ciudadanía en particular, especialmente a través de las RRSS, ha manifestado su estupor y su inquietud. Incluso el emérito desapareció como por ensalmo. Por otro, he seguido constatando que no podemos estar sin tender a la confrontación innata o congénita que el español medio lleva en los genes —incluidos los antiespañoles, que van de guais y están a la vuelta de todo—.
Ya no sé si trepaban por los muros de la fortaleza o la estaban trepanando, pues nadie se explica que la seguridad del supuesto búnker fuese tan vulnerable. Por allí pululaban a su antojo imitadores de Village People, enfermeras asesinas, cazadores de osos, surferos, jugadores de rugby, cocineros deportados, forajidos, majorettes, pistoleros y toda una caterva de frikis imposible de imaginar. Hasta la familia de La matanza de Texas podría estar representada. Si hubiera sucedido el día de los Santos Inocentes nos hubiéramos reído a mandíbula batiente, pues el escenario parecía formar parte de una escena de alguna secuela de American Pie.
Algunos se preguntan si todo ha sido producto de una demencial improvisación o de una metódica preparación. Otros pensarán que el Presidente está sufriendo algún extraño efecto secundario de la indeseable pandemia, a la que no temía en absoluto pues sabía que tendría el mejor tratamiento del mundo. Pasado el chaparrón está a punto de salir para decir algo parecido a “Lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir”, con voz de niño malote pillado en una gran trastada; pero el Emérito no parece ser tan soberbio. Todos se equivocan y creen que se arregla todo con una disculpa. Luego ha seguido haciendo trastadas como si tal cosa. Los seguidores de Cuarto Milenio creerán que China y Rusia está detrás de todo esto y no andarán mal descaminados, pues deberíamos aprender ya de una vez que nuestra opinión y comportamiento llevan mucho tiempo siendo teledirigidos. Y a este paso nos controlarán por telepatía. Es muy reconfortante que creamos que decidimos y que pensamos por nosotros mismos. Es reconfortante, incluso, pensar que sabemos lo que queremos y que nadie manipula nuestra intención de voto y el futuro de un país.
Existe una serie de poderes fácticos y fuerzas ocultas que mueven nuestros hilos para que pensemos que pensamos.
Hay una lucha permanente en las RRSS por captar un pensamiento concreto, una tendencia, incluso pueden fabricar nuestra propia ideología. Nos bombardean desde todos los ángulos. Hasta el momento del día está estudiado para lanzar determinadas consignas, bien a través de social bots, perfiles falsos o sencillamente corrientes de opinión manipuladas o teledirigidas. Esta es la guerra que se está librando actualmente. Y cuando contemplo estupefacto la guerra de guerrillas izquierda/derecha que hay en todos los medios de comunicación, cuando me detengo a analizar el grado de polarización al que se está llegando, sin que el ciudadano sea consciente de ello, podría sospechar que nos encaminamos hacia nuestra propia autodestrucción.
Autodestrucción | Diario SurSeguramente no necesitaremos guerras convencionales; ni meteoritos que vayan desgarrando el espacio sideral para aniquilarnos como dinosaurios; ni ineptos gobernantes que animen a vacunarnos pero no facilitan personal, ni espacios – algo tan sencillo como cuando vamos a votar—; ni políticos que nos quieran educar en la ignorancia; ni simpáticos bolcheviques; ni xenófobos recalcitrantes; ni ambiciosos nacionalistas; ni monarcas corruptos; ni negacionistas o iluminados. O quizás sea todo ello un pastoso conglomerado imbricado con todas las execrables menudencias que pueblan nuestra cotidianeidad y las imprescindibles decisiones que un pueblo debe tomar, dirigidas desde el más recóndito lugar de nuestro planeta.
Es necesario educar en el espíritu libre y autocrítico, para que valoremos ciertas conductas que son ajenas a la libertad y a la democracia. Hay que volver a subrayar el respeto a las leyes y al trasparente devenir de una sociedad sana y rica en valores diversos e integradores, que sean cumplidos y defendidos principalmente por sus propios gobernantes. Hay que trabajar en todo esto desde la cuna o iremos encaminados hacia nuestra propia autodestrucción.




Comentarios
Publicar un comentario