TODOS A UNA
La mayoría de las veces una incongruencia es el germen de una injusticia o, cuando pensamos que algo no es lógico, estamos generando una situación de iniquidad porque se confronta el deber con la necesidad, lo natural con lo antinatural, lo plausible con lo censurable, lo absurdo con lo razonable o lo legal con lo ilegal. Deberíamos tener el deber moral de reagrupar en una sola dirección las fuerzas, en ocasiones contradictorias, que obstruyen el discurrir lógico ante un escenario realmente alarmante. Y es que la brida debemos ponerla entre todos para tomar las riendas de esta Pandemia para poder ir por delante. Anticipándonos y no dejarlo todo al albur del destino y desterrar frases tan manidas como “lo que tenga que ser será”, puesto que nos desligamos de cualquier responsabilidad.
El ciudadano es el protagonista de su destino y de su vida. Esperamos siempre que sea el gobierno, cualquier gobierno, el que vele por nuestros intereses y nuestra seguridad constantemente. Algunos estamos viendo cómo, en ocasiones, nos arrojan al foso de los leones o, cuando menos, se percibe aquella frase tan homofóbica de maricón el último. Esa sensación me quedó con la situación de los sanitarios durante el largo confinamiento, cuando salíamos a nuestros balcones a aplaudir a las ocho de la tarde religiosamente. Me pregunto ahora: “¿para qué?”
Por otro lado, sabemos que es necesaria
la reapertura de los centros educativos y que nuestro deber es acudir a ellos
con todas las medidas de seguridad por delante, pero estamos viendo que el
contexto es totalmente contradictorio con lo que se pretende, por lo que
podemos encontrarnos con una situación rayana en la sinrazón, al menos. Nos hallamos ante una nueva colisión entre
la realidad y el deseo y, quizás, entre lo justo y lo injusto.
La vuelta
al cole no es tanto una necesidad como una cuestión política.
Ningún
país, ninguna autonomía, localidad o región puede quedarse descolgada ante la
inminente vuelta a las aulas. Al mismo tiempo, estamos comprobando cómo se
están cerrando colegios cuya apertura ha sido recientísima. La seguridad,
dentro de las aulas, supongamos que puede ser total, pero lo que ocurra fuera
no pertenece a nuestra jurisdicción profesional, así que la implicación es de
las familias y la sociedad en general. Como he dicho anteriormente, nos han
enseñado determinadas pautas de conducta e higiene para combatir el virus, al
mismo tiempo estamos asistiendo a la descarada violación de estas normas por
parte de determinados ciudadanos jóvenes y no tan jóvenes, por lo que el gobierno
debería actuar con más multas y sanciones, puesto que el español medio, y no
tan medio, está demostrado que obedece si se lo toca el bolsillo, seguramente
así se entiende el significado de la solidaridad. Solidaridad por nuestros
mayores, que son los más vulnerables, por las personas de riesgo cuyas vidas
están en nuestras manos, y por los que viven de su negocio, que a duras penas
sacan adelante. Un respeto, por favor, por todos estos empresarios y
emprendedores que llevan semanas o meses sin dormir tranquilamente.
Me consta,
y he comprobado, cómo los equipos directivos de los centros de enseñanza han
trabajado -iba a decir la frase racista como
negros- a destajo, mientras muchos estaban de vacaciones y, cuando todo
estaba casi listo, aparecen de la noche a la mañana (literalmente) unas nuevas
instrucciones. ¡Cómo se nota quién está trabajando dentro del centro educativo
y quién lo mira desde su lejano despacho! Es una falta de empatía no solo con
los docentes en general, sino con la misma Educación y así nos va –otra manida expresión-. Si se valorase mucho más la
Educación per se, lo que incluye el
civismo, la colaboración social y el sentimiento de unión para solventar
cualquier crisis, no nos encontraríamos a la cabeza de los países más
contagiados del mundo por habitante. O lo que es lo mismo, estamos dando las
más altas tasas de egoísmo, mala educación e insolidaridad a nivel mundial. Eso sí, luego salimos con nuestra
banderita dándonos golpes de pecho. Ser español no es eso.
Si a
partir de ahora no vamos “todos a una” como
en Fuenteovejuna, de aquí no sale indemne ni el Tato, puesto que una sociedad es una cadena estructural y la
caída de una ficha de dominó implicaría la caída sistemática de todo lo que nos
sustenta. En aquella lejana década del siglo XVII parecía que lo tenían mucho
más claro, sobre todo don Lope de Vega. Después iremos implorando a Europa,
casi arrastrándonos, para endeudarnos de nuevo hasta las cejas con un nuevo
rescate encubierto y no salir del hoyo hasta el 2060. Pero claro, esa es la
base del egoísmo: para esa época yo ya no estaré.
JLRaya






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