La crono desescalada





No escribo para complacer a nadie y expresar lo bien que funciona el mundo porque no es así; aunque probablemente nos encontremos (a pesar de la Pandemia) en una de las mejores épocas de nuestra reciente Historia Contemporánea. Desde la Guerra Fría no se han vivido unas décadas tan pacíficas como las que han pasado por nuestras cabezas, a veces tan indolentes. El Tratado de París parece ser que sí funcionó.


Después de pasar esta “sesentena”, comienza la crono-desescalada. Muchos de nosotros creíamos que este confinamiento, tan exhausto e interminable, nos permitiría replantearnos la vida de otra manera, nos abriría la mente para aprender a separar lo fundamental de lo accesorio, lo banal de lo imprescindible o lo sano de lo insano. Sin embargo, estamos comprobando, conforme vamos palpando con la yema de los dedos la nueva realidad, que ese presentimiento altruista y esperanzador, se va desmembrando porque no observo que vayamos a estar más unidos que nunca. Muchos caemos en la desazón, puesto que concluimos, como Hobbes, que esto no tiene arreglo, ya que no hemos aprendido la lección. No sé si estamos a tiempo de recular, pero el ser humano me temo que tiene la memoria muy corta, tan corta como la de un pez, y volveremos a cometer los mismos errores, las mismas torpezas.
Creí, o quise creer, que la humanidad se uniría en una suerte de comunión global que sería la puerta de entrada para que esa Humanidad estrechara sus lazos definitivamente y se convirtiera en solo Una. Lamentablemente hay muchas humanidades, la de arriba, la de abajo, la de la izquierda o derecha, la rica y la pobre, la altiva y la humilde, la docta y la ignorante, la dichosa y la infeliz. Aquella ingenua intuición se fomentó cuando salía a comprar al supermercado, durante los primeros días del confinamiento, y observaba complacido las miradas cómplices de las personas con las que me cruzaba, llenas de afecto, miedo e incluso ternura. El regreso paulatino a la “nueva normalidad”, me hace descubrir que el gen del egoísmo sigue latente en el ser humano, presto a estallar en cualquier momento. Solo hay que mirar las catervas de energúmenos que se saltan las normas de seguridad por doquier. Muchos creíamos que el confinamiento nos serviría para ablandar nuestro pétreo corazón y mirar con nuevos ojos el mundo, respetar al que no piensa como nosotros, cooperar entre las naciones, socorrer al más indefenso, ayudar a los más necesitados, consolar a los que sufren y reparar los agravios y las injusticias. Los mismos políticos han mostrado, desde el inicio, su incapacidad para ponerse de acuerdo y solventar esta crisis precisamente con solvencia moral y también económica, que esto es importante para poder vivir, seguramente estaremos de acuerdo en que la salud es fundamental igualmente. Se han estado tirando los trastos a la cabeza desde el minuto cero, sin respetar el luctuoso y trágico lamento de los familiares de los difuntos. Hablaban todos de los muertos como si se tratara de un marmóreo número de expediente, que coronará los vergonzosos sepulcros de nuestra tierra. Se tiraban, literalmente, los muertos a la cabeza y se culpaban los unos a los otros de la hecatombe, tanto por lo que se hizo como por lo que se dejó de hacer. El ciudadano, como un niño de cinco años, repetía cual ventrílocuo, las consignas de sus líderes. Muchas veces sin pasarlas por el tamiz de la razón, sino embadurnadas por la inquina e inmersas en la efervescencia de la vehemencia y en el impulso de la inconsciencia. Apenas he visto gestos desinteresados que no estuvieran claramente dirigidos hacia la intención de voto, y esto siempre me ha parecido algo de la más baja estopa.



Las dos Españas, siempre las eternas dos Españas. Siempre sacando las garras por el menor contratiempo y mirando hacia otro lado cuando hay que dar la cara, u ocultando sus miserias bajo la alfombra. Siempre prestos a la disputa con el hacha de guerra preparada. Siempre señalando la viga en el ojo ajeno sin mirar la suya propia. Uno ya va teniendo una edad como para estar cansado y hastiado de tanta pugna infructuosa. A veces, dan ganas de decir que se pare el mundo que yo me bajo, o aislarme como Diógenes en una tinaja con la condición de que nadie me quite el sol y que encuentre personas honestas. Aún –quizá peque de ingenuo- sigo pensando que cambiaremos en la última fase de esta “crono desescalada”.


Incluso, a un nivel mucho más personal, he observado cómo sigue habiendo amigos y personas cercanas cuya altivez y soberbia les impiden realizar autocrítica y exhalar, aunque fuere, un cierto hálito de perdón. Creí que el hedor próximo de la muerte, que aún sigue sesgando vidas con su tenebrosa guadaña, transformaría esas vidas mayestáticas instaladas en el rencor: esa amarga ponzoña que no te deja vivir en paz.

No escribo para regalarle el oído a nadie, sino para cambiar la visión oxidada del mundo y, sobre todo, para cambiarme a mí mismo.


JL Raya




Comentarios

  1. Al hilo de lo que publicas y quizá como explicación a la negación del cambio, me atrevo a relatarte una anecdota interesante.
    Jack Welch, trabajó durante varias decadas para General Electric. Su trabajo consistía en ir a las empresas deficitarias, de esta corporación, para "transformarlas o cerrarlas".
    Después de algunos años, llegó a la conclusión de que la mejor opción era explicar a todo el mundo porque estaba allí y lo que tendría que hacer para que la empresa sobreviviese.
    Opinaba que "la divulgación de la verdad, por dura que sea, siempre ha levantado la moral y ha dado las mejores oportunidades de éxito a las personas implicadas".

    he echado en falta en esta crisis, la Verdad... por dura que fuese; y ha sobrado demagogia y medias verdades... quizá estemos recogiendo los frutos de esas falsedades.

    ahora que la distintas teles nos han atiborrado de películas apocalípticas (que habia que ver la pandemia como un realiti desde el balcón y las ventanas, la de la tele tambien), y que hay una parte de la población (la del otro mundo... que no para todo ha de haber un español dispuesto) interesada en otro mundo distinto (sin definir, o definido en sistemas que solo han llevado la miseria allí donde se han implementado), recordar las palabras de Adous Huxley "un mundo feliz", en el que aparecen veladamente algunos prohombres a los que hoy se quiere enaltecer a pesar de haber causado muerte y destrucción...
    "gracias a las palabras, nos hemos podido elevar por encima de los animales; y , gracias a las palabras, a menudo nos hundimos por debajo de los demonios"

    pd. si llegamos a su mundo, me pido ser Alfa.

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    1. Nunca descarto la consideración de otras perspectivas. Me contradiría en ese caso.

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