EL MAL
Las mañanas amanecen frías y caliginosas, el cielo plomizo parece
desvanecerse y estallar enmudecido en
mil añicos. Desde mi atalaya, contemplo los páramos desiertos y el campo que se
sacude la humedad metálica que lo deja todo entumecido. Otro día más, mustio y
gris, que parece prolongarse en la lejanía hasta el infinito. El mundo sigue
absorto ante la invasión de almas procedente de un mal sueño. Nadie logra salir
de su asombro absoluto, nadie termina de asumir esta pesadilla coronada por la
oscura parca que va asolando las tierras sin piedad.
Los memes y las bromas ácidas, de mal gusto muchas de ellas, que se mecen con su risa desquiciada por todas
las redes van mermando: al principio fue una inesperada visita similar a un jarro de agua helada, después la guadaña no
se intuye tan lejana y empezamos a escuchar su centelleante corte en nuestra
nuca. Ya nos empiezan a molestar: la risa se trueca nerviosa.
Nos debatimos en mil interrogantes, indagamos hasta la raíz más profunda y,
como no hallamos alguna respuesta asequible, confeccionamos cientos de
conspiraciones peregrinas que nos hagan comprender lo incomprensible. Estamos
siendo aleccionados para combatir el mal, que nos acecha en cualquier esquina y
ante cualquier descuido, con unas pautas muy básicas y comprensibles para todo
el mundo. La más importante es que nos refugiemos permanentemente en nuestras
casas como en las contiendas bélicas del siglo anterior, puesto que el mal
puede estar incluso flotando en el aire, hasta que pase la cuarentena. Ante
esta desquiciante espera, la mente elucubra nuevamente mil y una hipótesis que
otorguen cierto sentido a este sinsentido, que nos ha llegado como un repentino
ataque al corazón. Supongo que la misma cuarentena dispone de su misma fase de
aceptación, que tarda en llegar, y nos aferramos algunos a lo de la paciencia
es la madre de la ciencia, ¿o era la experiencia? En cualquier caso parece que
la ciencia se ha quedado huérfana, pues podemos presumir de la más avanzada
tecnología y no disponemos de una vacuna que al menos inocule el miedo, ¿o acaso no la tienen en sus manos desde el
primer momento en que esparcieron el mal? El mal que destruye la vida y la
estruja hasta dejarla seca como una pasa. Los que peinamos canas podemos escuchar
su lúgubre susurro, podemos percibir
asimismo la inquina de unos cuantos insensatos que no les importa ni su propia
vida, quizás porque siempre ha estado vacía.
Algunos vislumbramos cuando éramos felices antes de nuestro obligado
confinamiento -similar a lo de la soledad
escogida y obligada- y recordamos nuestra pesarosa rutina con cierto cariño;
aquellos miran hacia adelante y saben esperar; otros, pusilánimes, bajan la
cabeza y se ahogan en su propia depresión porque no divisan la luz al final del
túnel y su trabajo o su negocio ve que desaparecerán; estos critican
permanentemente la actuación del gobierno; los otros ven una gran oportunidad
para remontar la intención de voto; otros van sembrando la discordia con su machacante independencia; aquel
se salta su confinamiento para que no nos olvidemos de que existe; la una que
esto se veía venir; la otra que nadie se esperaba una cosa así. Seguimos siendo
lo que somos: solidarios la mayoría, inconscientes unos cuantos y otros unos
mal nacidos que solo piensan en sí mismos.
De toda crisis debemos aprender algo, aunque sea a corto plazo, puesto
que después olvidamos lo aprendido y volvemos a tropezar con la misma piedra.
En primer lugar debemos aprender a convivir con nosotros mismos y
resurgir como el Ave Fénix, aprender que aquello que cae puede remontar el
vuelo y elevarse mucho más que antes porque emerge con espíritu renovado.
Desmembrar la resiliencia, que quedó adormecida, y esparcir sus miembros por
cada rincón de nuestro hogar, estrujar y bebernos hasta la última gota de su
caldo vivificante. Debemos aprender a mirar el nuevo mundo que brotará ante
nuestra mirada asombrada y a valorar las pequeñas cosas que antes pasaban
desapercibidas. Tendremos que sacudirnos las telarañas de nuestros prejuicios
que nos encorsetaban y nos impedían disfrutar de la vida sencilla. Seguramente
valoraremos e impulsaremos con nuevos bríos otros conceptos que se habrán
quedado obsoletos y volveremos a mirar a los ojos a aquella persona que dimos
de lado, quizás por minucias, quizás por malentendidos recubiertos por la
ponzoña que escalda la soberbia. Veremos que esos malditos ahorros no sirven
para nada puesto que no los disfrutas. Te sorprenderás de lo valioso que puede
ser el perdón, sobre todo si te perdonas a ti mismo. Lucharás por respirar un
aire limpio y sano y aceptarás y respetarás al diferente, o al que provenga de
un lugar distante, donde reina el sufrimiento y la miseria. Desearás que el
poderoso proteja al débil y no lo masacre, ayudarás al pobre en su desolada
pobreza y echarás una mano al que anda perdido. Reestructuremos las escalas de
valores en función de su definitiva importancia. Trabajaremos por levantar una
Sanidad Pública que afronte con éxito estos devastadores retos pasados porque
otros podrán acecharnos de nuevo y lucharemos por una Educación Pública que se
desembarace de tanto ignorante y pobre de espíritu, de egoístas o incautos que
ponen en peligro la vida de los demás, de maltratadores, de abusones que
aprendan a respetar y a cooperar, de incendiarios, de altivos y mezquinos que
pueblan nuestras ciudades, pueblos y aldeas, una Educación que elimine a los
corruptos y a los instigadores, los soberbios, los miserables y los violentos.
Trabajemos por un Sanidad que cuide de nuestros mayores, puesto que ninguno
merece un final tan indigno como han tenido estos días pasados, que han muerto
en la más absoluta soledad y también
prematuramente, puesto que podrían haber disfrutado de más tiempo de vida;
cultivemos una Educación que los valore
mucho más, puesto que son nuestras raíces y nuestra fuente de vida: una
sociedad que no cuida a sus ancianos está abocada al fracaso y a su propia
autodestrucción.
Esperemos que el Mal revierta en Bien y que no volvamos a tropezar con la
misma piedra: desechemos igualmente este anquilosado prejuicio definitivamente.






Comentarios
Publicar un comentario