A LA CARTA


 
La tipología de todos aquellos que están confinados se aprecia a partir de todo lo que se edita y se comparte en las redes sociales. El carácter pusilánime o el exaltado, per se, afloran en cada mensaje, sin embargo la diversidad  heteróclita es la que predomina.

El que está permanentemente enojado y todo le parece mal aunque en determinados casos no le falte razones, pero sigue criticando lo poco o mucho que se haga bien, o mejor dicho, lo malo eclipsa a lo bueno totalmente. Lo peor de todo es que la gente actúa y opina de acuerdo con su partido. Es una pena que la ideología de cada cual enturbie la consecución de la verdad. No hay término medio. Tenemos, por un lado, a los que todo les parece fabuloso, a pesar de los pesares, y a otros que todo se ha hecho mal desde el minuto cero, si bien es patente la pésima gestión, pero es una situación insólita (nada parecido desde 1918) dirigida por un gobierno bisoño y desorientado. La oposición tampoco tiene mucho que añadir, salvo protestar y lamentarse de una Sanidad Pública que casi siempre ha sido maltratada: esto viene de atrás. Pues nada, los que abogamos por la moderación estamos fuera de juego porque muchos, en las redes sociales, andan a la gresca de nuevo para discernir quién lleva razón. Es cierto que se necesita cierto espíritu crítico que pueda servir de acicate y se corrijan los errores cuanto antes, pero no caigamos en la histeria en momentos tan delicados puesto que no llegaremos a buen puerto. Es fácil precipitarse y equivocarse cuando la extrema situación puede nublarte el entendimiento, pero ello no es una excusa precisamente por la extrema situación. Ahora lo que menos necesitamos es crispación, sino calma y unión. Seguro que juntos y unidos saldrán las cosas mucho mejor. Ya tendremos tiempo de tirarnos los trastos a la cabeza: es lo que mejor sabemos hacer.

Otros aportan una visión apocalíptica que contagia las redes y  mensajes de WhatsApp con bulos de destrucción masiva, estos a su vez conectan con los conspiranoicos, cuyas hipótesis fluctúan entre los Estados Unidos y China y, si hurgamos un poco, los hay quien cree que se trata de una invasión alienígena para repoblar nuestro planeta. Habría que realizar una tabla o ranking, veríamos que siempre hay alguna hipótesis mucho más descabellada que la anterior.

Luego nos encontramos al vidente o el yateloadvertíayo, que siempre está cerca de uno para restregártelo, nunca para evitarlo: son otros más que restan. Estos, a su vez, nutren a los pesimistas o catastrofistas, los cuales, como portavoces de Casandra, la hija de Príamo y Hécuba, auguran muchas más desgracias de las que afloran, y así su toxicidad enrarece el ambiente y  oscurece los ánimos.

El optimista está ahí para recordarte que después de una etapa dramática vendrá otra más luminosa, donde los pueblos se hermanen y la naturaleza lo inundará todo con sus colores y fragancias, igualmente la pobreza desaparecerá y todos los seres humanos tendremos las mismas oportunidades, sin importar el país donde nazcas, ni la familia que te cobije. Da gusto escuchar a estos últimos, uno trata de disfrutar del mensaje con deleite antes de que la realidad te abofetee en cuanto  te des la vuelta, sobre todo porque los adversarios están ahí para subrayarte que Europa está llegando a su fin, que se reforzarán las fronteras y que resultará muy difícil viajar a otros países, igualmente estaremos bajo un control exhaustivo y distópico de la sociedad, similar al de 1984 de Orwell o quizás al mundo feliz vislumbrado por Aldous Huxley. En ambos casos se sacrifica la libertad, el libre albedrío y otros conceptos básicos, intrínsecos al ser humano; de la diversidad ya ni hablamos.

Sin duda el que produciría más delectación a Molière o Allen sería el hipocondríaco, que encuentra virus por doquier. Incluso después de limpiar lo limpiado, se toma la temperatura constantemente y cualquier indicio o sospecha pueden resultar letales, desde un estornudo hasta un carraspeo de garganta, pues considera que ese es el inicio del mal. Son sufridores natos, ya que esa situación la padecían mucho antes de la pandemia, incluso antes de nacer, solo que ahora se quintuplica. Un servidor puede confirmar que durante la primera semana, realizando la compra en un supermercado, observé a un señor que iba protegido con una máscara contra un ataque radioactivo o nuclear. Sencillamente espeluznante.

Usted puede elegir en qué equipo desea estar, pero no se equivoque.



José Luis Raya

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