VIDAS PRIVADAS.
Vidas privadas
José
Luis Raya
Todo el mundo tiene una vida privada, incluso una vida secreta que se va forjando en el pensamiento.
https://www.diariosur.es/opinion/vidas-privadas-20190126204309-nt.html
Pero no todo el mundo la expone, el que lo hace casi
siempre busca conseguir algún rédito. Hay gente que se dedica a ello y hasta
cierto punto parece lícito, sin embargo claman al cielo cuando alguien intenta
seguir hurgando y rasgando en la herida, ya que
puede emerger algo mucho más sorprendente. El morbo mueve al mundo hoy
en día.
Los hay que la guardan celosamente y la blindan con todo tipo de procedimientos,
protegen la integridad de su familia y todo lo que se relacione con ellos
mismos, al menos su imagen pública, a la que cualquiera puede acceder a través de
las llamadas redes sociales. A veces,
estos se importunan por ese acceso desmedido a su integridad que ellos mismos
han favorecido. Son las paradojas del hombre moderno. Gritan a los cuatro
vientos dónde han estado, con quién o quienes han comido o se acuestan y
después se enfurecen porque alguien comenta, dice o maldice, puesto que
desconocen claramente los riesgos de la exposición pública. Se destapa todo
tipo de intimidades, no sólo las del
templo inaccesible de sus alcobas, sino sus súbitas reacciones ante supuestas y
manipuladas injusticias o justicias tergiversadas. En ocasiones, la víctima es
el verdugo, el verdugo la víctima y el juez el ejecutor en su sentido más
escabroso. A esa exposición pública de
la intimidad se le une la manipulación de nuestras conciencias, e incluso
nuestras tendencias políticas e ideológicas – está comprobado que hay votos que
oscilan de un extremismo a otro-. Alguien, desde otra esfera, nos empuja y nos
sumerge en las cenagosas aguas de la paradoja. Y emerge el gran Oxímoron.
Hay profesiones que implican una decencia intrínseca a su
estatus. La vida privada de estos se puede complicar mucho más si sale a luz
con alguna mancha o desviación, impuestas
estas por la sociedad burguesa bien-pensante
configurada en el siglo decimonónico. Es ella, junto con los poderes
eclesiales, que hunde sus raíces en la moral judeo-cristiana, los que han
concordado cómo debe ser nuestra vida privada y la pública. Los que están al
servicio de este concordato son efectivamente las fuerzas del orden – algunos
las tildan de represoras- , los que imparten justicia y los docentes. Es por
ello que el escándalo es doble cuando un juez, un sacerdote, un político,
un policía o un profesor se convierten
en transgresores de la decencia y moral burguesas o cristianas. El escándalo se
triplica cuando alguno de ellos ha robado o violado o ha cometido cualquier
delito. Si esto traspasa la esfera de lo privado, el resto de la población
–bienpensante y decente- tiene derecho al linchamiento, al menos al
cibernético.
Todo el mundo tiene una vida privada. El honrado padre de
familia que contenta a su mujer con cualquier dádiva para que esta siga siendo
la esposa fiel y abnegada, ya que no le interesa perder su artero estatus
social conseguido. Así entramos en la doble moral de las apariencias y lo de la
mujer del César y todo eso. Fingir forma parte de nuestra sociedad y está enraizado
en nuestro propio cortejo social. Un matrimonio ha de fingir cordialidad o
normalidad si no la hay porque el resto de su entorno, la sociedad propiamente
dicha, está al acecho – ojo avizor- ante cualquier transgresión, es decir, todo aquello que perturbe la consolidada
normalidad impostada que cada cual ha ido imprimiendo en sus rostros, sus
ademanes, su voz y su estar. Algunos
tienen solo una cana que esconder, otros, un penacho completo. Algunas, alguna
mirada inocente concluida en una noche
de soterramiento, otras, algún vástago de un amor furtivo. Esto es lo
que hay que ocultar para poder juzgar, sin embargo, por todo ello, es casi
imposible lanzar la primera piedra. Es en el sexo, exclusivamente, donde radica
la descarada inocencia de la decencia y se obvia otros delitos mucho más
execrables, que cualquiera puede descubrir a poco que haga un leve examen de
introspección, no necesariamente ha de ir implícita la contrición. La soberbia,
el desprecio, el ninguneo o la indiferencia, la inquina, la malsana envidia, el
acoso, la manipulación, el rechazo, el egoísmo o la misma mentira son los
yerros abominables que se han instaurado en nuestro modus vivendi y se han normalizado. Tan sólo el sexo en cualquiera
de sus variantes, fuera de la órbita matrimonial, es lo que sigue siendo
realmente indecente y condenable. Entre tanto, los verdaderamente indecentes
siguen gobernando el mundo con su doble rasero moralista y sus alcobas manchadas de mentiras.
Incluso, podríamos profundizar aún más en aquella vida
privada que sólo conoce nuestro pensamiento, puesto que la hemos reprimido
durante una vida entera para que permanezca ahí mismo: sepultada en las
mazmorras de nuestro subconsciente. Es eso, más o menos, lo de la realidad y el deseo, que algunos entienden muy bien, y no sólo en esa
parcela cernudiana, sino en cualquier
otro territorio. Se aplasta y se empuja hacia abajo para que no aflore, es por
lo que se machaca a todo aquel que ha permitido que emerja ese deseo reprimido
-escondido en las tenebrosas sombras de nuestro pensamiento- y se concrete. Es
la envidia la que sentencia, puesto que
si yo lo he mantenido oculto, tú debes hacer lo mismo. Todo el mundo tiene una
vida privada, incluso una vida secreta. La vida privada más íntima e
intransferible se inicia en nuestro pensamiento.
En este se pergeña nuestros más íntimos deseos, algunos
los llevan a cabo porque comprenden, casi siempre suele ser tarde, que su vida
se va estrechando y que ya quedan pocas oportunidades para sentirse
precisamente vivo/viva. Solo dispones de pocos cartuchos, quizás sea tu último
tren. Lamentablemente, tristemente, algunos o muchos se van a la tumba sin
haberse sentido vivos, puesto que esa moral férrea que te ha acompañado desde
que naciste te ha impedido desarrollar aquello que siempre has deseado:
escaparte, viajar, dormir hasta las doce, adoptar, tener un hijo a los
cuarenta, subir en globo, abofetear a esa persona que te está haciendo la vida
imposible, besar o amar a ese ser
distante o prohibido, fugarte con la persona que siempre has amado, realizar
eso que para ti representa una locura inalcanzable, en definitiva romper las
barreras que te ha impuesto tu familia, tu entorno, tu pueblo y tú misma-o.
Sólo cuando estés cerca del último hálito, te darás cuenta de que tu vida privada
nunca ha existido porque ha sido estrangulada por tu vida pública, las
apariencias y la moral pública. Tan sólo dispones de una vida secreta que
dormirá para siempre en lo más profundo de tus pensamientos. Esa vida que
siempre has deseado vivir y que ya es demasiado tarde PARA VIVIRLA.






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