LA VILEZA DE LO ESPONTÁNEO
La vileza de lo espontáneo
José Luis Raya Pérez
https://www.diariosur.es/opinion/vileza-espontaneo-20180912201459-nt.html
Si el lenguaje puede presentar
una realidad poliédrica cargada de aristas, dobleces, insinuaciones y medias
tintas, que sin duda una imagen nunca llegará a transmitir del todo –
desechemos de una vez aquello de que una imagen vale más que mil palabras-,
puesto que una imagen es inmutable, en cambio el lenguaje es absolutamente
moldeable, puede mutar en cada segundo y lo podemos estrujar, dilatar o
expandir, lanzar o recoger, de hecho se argumenta con palabras y no con
imágenes, si bien el lenguaje oral vuela (verba volant), no así el escrito que
es tan perdurable como una imagen. Sin embargo, la palabra (el lenguaje) si no
se sabe manejar con soltura, si no se dispone de un bagaje amplio, si no es
rico en matices y diversidad de estructuras,
se corre el riesgo de no saber o no poder transmitir aquello que se
pretende, y aunque lo hubiéramos conseguido es necesario que el receptor disponga
de las herramientas necesarias para poder decodificar íntegramente el mensaje
codificado por el emisor.
Lo anterior sucede continuamente
en los textos cortos escritos y en las redes sociales. Cuando nos comunicamos
por wasaps por ejemplo (guasaps) se tiende a la brevedad y a la concisión en
cualquier caso, a veces nos apoyamos en los emoticonos con la única intención
de que el receptor sepa interpretar correctamente el mensaje. Pero esto no
sucede con frecuencia. Los mensajes son, a menudo, poco claros, tienden a la
ambigüedad, no transmiten el sentir real del emisor y por todo ello y mucho más
da lugar a multitud de equívocos y malas interpretaciones, que desembocan en
discusiones banales que pueden concluir en peleas y se puede poner fin, incluso,
a una amistad o relación. En muchos casos, el receptor no interpreta
correctamente el mensaje – por falta de datos- y lo que fue enviado de una
manera irónica o humorística el que lo recibe se lo toma a mal, en ocasiones
depende mucho del estado de ánimo en que nos encontremos. Se trata, sin duda,
de una interpretación pseudoemocional,
es decir, nuestro estado de ánimo es el detonante principal para interpretar
ese mensaje que carece de matices o especificaciones. Nos falta por
consiguiente la parte extralingüística que desplegamos claramente en la
comunicación oral. El emoticono, incluso, sirve de poco o puede agravar la
confusión.
En las redes sociales (tipo
Facebook) la gente suele interactuar con relativa frecuencia, no sólo
intercambian sus propias opiniones sino que pueden compartir todo tipo de
enfoques diferentes o informaciones, en muchos casos poco documentadas o falsas
directamente (fakes). La comunicación
es mucho más amplia y globalizada, sin embargo vengo observando la cerrada
configuración de grupos en los que un líder lleva y trae a una serie de
acólitos que le profesan admiración y coinciden absolutamente en todo lo que
manifieste o exponga su líder, con lo cual, a veces, nos encontramos con grupos
parecidos a una secta, en la mayoría de las ocasiones apostados en los
controvertidos extremos que existen en la política o la religión. Se asiste diariamente a diferentes
controversias en las que un usuario, erigido por sus acólitos o porque se
dedica a la literatura o es medianamente conocido, expone una opinión, casi
siempre controvertida, y se genera una polémica en la que todos contribuyen,
cual tentáculos o prolongaciones del líder, a difundir con las mismas
tonalidades lo que el adalid de la secta
ha manifestado. Es así de duro y puede ser aún más si alguien ajeno se
introduce en el grupo y difiere al respecto, es entonces cuando saltan los
rottweilers del clan y agreden directamente al intruso con todo tipo de
vejaciones. Si a esto se le suma las ambigüedades y vaguedades de las que se
alimenta este tipo de lenguaje – espontáneo y descerebrado- se puede llegar a
auténticas trifulcas.
Es una fauna variopinta la que puebla
las redes sociales: profetas que lanzan sus mensajes apolíticos a diestro y
siniestro; ególatras que buscan insistentemente “likes” y permanentes
aprobaciones del respetable; narcisistas que espolvorean el FB de innumerables
autorretratos y perfiles; frustrados que sólo están para agredir desde el
minuto uno; anónimos que se esconden bajo un falso perfil para atacar en la
mayoría de los casos; adictos que están permanentemente atados a las redes
sociales y difunden y distribuyen todo tipo de informaciones u opiniones, a
pesar de que nadie reaccione; los que siempre se quejan de todo y por todo; los
monotemáticos del fútbol o los automóviles, las dietas, los libros, la música,
los viajes… En fin, nos sirve a muchos como “revista” variopinta y diversa de
innumerables temáticas y signos. Luego nos encontramos también los que
defienden o atacan a este o tal partido, como si recibieran comisión, y otros son
capaces de romper relaciones definitivamente porque uno defiende a la Iglesia y otro la ataca con visceralidad animal: (o a Podemos/PP/Psoe/Cd´s...).






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