INTRAHOMOFOBIA (el artículo)
INTRAHOMOFOBIA
Tenemos que reconocer que necesitamos noticias con
final feliz. Toda la localidad de Torrox, especialmente la familia de María
Jimena, ha vivido unas jornadas con el corazón en un puño sin saber qué había sido de esta joven y de su pareja
Shaza, cuyo padre las había amenazado con matarlas y les había tendido una
trampa para poder, al menos, capturar a su hija como si se tratara de una
endemoniada que hay que exorcizar, tenemos que suponer que lo de esa dura
amenaza tendría que haber sido producto
de un “calentón”. Hay hombres, especialmente los musulmanes, para qué vamos a
andarnos con rodeos, cuyas esposas e
hijas son de su propiedad y pueden hacer con ellas lo que les venga en gana.
Así lo vivimos en nuestra reciente etapa franquista (más o menos) y algunos,
sin ser musulmanes, sino católicos y apostólicos, también acosan, agreden y
matan a sus mujeres, con la diferencia de que aquí, al menos, no se van de
rositas o eso se pretende, aunque haya jueces y (curiosamente) juezas que
parece como si se pusieran de parte del maltratador; es un decir.
La cuestión era doblemente grave (o triplemente) para
este señor egipcio, que vive sometido a las doctrinas del Corán -que siguen
inmutables desde que se fabricaron- porque su hija no tenía una relación con un
hombre y además no era musulmán, en este caso musulmana. El delito, como vemos,
se agrava y se complica. Casi siempre se ha considerado la homosexualidad
femenina como algo menos grave que la masculina, aunque su visibilidad sea
mucho menor. La persona que es mujer y lesbiana tiene que soportar doble
marginación por estas dos condiciones, si bien la segunda es la grave
realmente. La chica egipcia lo tenía mucho peor: haber nacido en un país
musulmán y tener un padre tan intolerante y radical en estos temas. Si bien, he
de añadir, he conocido personas que profesan esta religión y son profundamente
respetuosas con este tema. Tampoco la religión católica puede alardear de
tolerancia, y es que, como siempre, las religiones siguen obsesionadas con la
sexualidad de sus feligreses y adeptos en lugar de fomentar su felicidad y
bienestar.
Luego tenemos los que, sin pertenecer ni practicar
ninguna religión, se dedican a impedir que los demás sean felices, una suerte
de frustración interna y recalcitrante que se descarga en sus congéneres. Hay
quien se pregunta a qué se debe esto, ya que el heterosexual no tiene por qué
ver un peligro o una amenaza en sus congéneres homosexuales, puesto que no son
una competencia (real) en el biológico apareamiento macho/hembra. En todas las
especies animales son los machos “heteros” los que luchan por copular con la
hembra para procrearse y mantener la especie. Que haya un homosexual cerca
supone un beneficio para el macho heterosexual, ya que no tiene que competir
con éste. Por ello, hay quien sostiene que la marginación real proviene de los
mismos homosexuales (frustrados y reprimidos) que imitan los roles de sus
opuestos. Recordemos cómo los machos compiten entre sí para llamar la atención
de la hembra en la cadena biológica. Esta es una manera mimética (mal
entendida) de aproximarse al mundo varonil heterosexual y con-fundirse con
ellos. El varón homosexual, en este caso, menosprecia al varón afeminado
claramente por imitación o por el rol social que se ha impuesto durante
décadas. Las mofas más crueles proceden en muchos casos, sin duda, de varones
homosexuales que se avergüenzan de los varones afeminados, por “falsa mímesis”,
ya que los varones heterosexuales no pueden, en ningún momento, arremeter
contra estos, al menos por cuestiones biológicas o naturales, el que lo haga
seguramente no sea “tan heterosexual”.
En este
sentido se podría hablar e incluir un nuevo término del que nadie se hace eco,
esto es, la intrahomofobia: una velada y
soterrada, sustentada por falsos heterosexuales y otra dentro del mismo
colectivo en el que se llega a marginar – o menospreciar- a hombres afeminados
o mujeres hombrunas.
Sin duda, también existe la homofobia cultural de la
que forma parte este deshonrado padre de familia que necesitaba recuperar a su
hija para reconducirla por el camino del bien, o sea, su camino. Otros países
de raíz claramente comunista, como la todopoderosa Rusia y la hiperhomófoba y
cruel Chechenia, que ha creado campos de reclusión para homosexuales varones,
siguen esta senda de atosigamiento y de apaleamiento como hacían con los judíos
en la Alemania nazi. Es el mismo camino, pero no tan tortuoso, que también la
iglesia quiere marcar a esos feligreses que se han descarriado, es de agradecer
que no persigan a estas criaturas del Señor, pero que tampoco señalen con su
dedo acusador y empiecen a practicar todos aquello del amor al prójimo, sea
cual sea su condición. Muchos han tenido que camuflarse y adaptarse al medio,
como diría Darwin, para poder encajar en una sociedad que, afortunadamente, va
lentamente “deshipocritándose”.
Luego hay quien se lleva las manos a la cabeza
porque existe eso que llaman “lobby gay”. Qué menos.


Comentarios
Publicar un comentario