Vamos al cine

http://www.diariosur.es/opinion/201601/02/cine-20160102000425-v.html
¿Vas al cine?
José Luis Raya Pérez
Hay quien se sienta en una butaca y se
dispone a disfrutar de una película, la cual ha sido elegida bien por su género
o porque aparece su actor favorito, o simplemente porque a esa hora no había
otra disponibilidad y la elección ha sido obligada. Ante esto, u otras
consideraciones adyacentes al caso, no se puede objetar nada, ni desconsiderar
una elección. Otras veces queremos desconectar y en ningún momento, ni la
música, ni esa escena tan divertida, ni ese final tan impactante nos logra
sacudir, ya que para ir al cine hay que ir predispuesto, lo mismo que cuando se
va a una fiesta.
El crítico afila sus garras y trata de
glorificar o hundir a un director por lo que ha producido, muchas veces se nota
ese amiguismo subyacente entre ambos por medio de ciertas consideraciones
absolutamente plausibles, que tapan todos los defectos, aunque la película haga aguas de principio a
fin. Muchos críticos saetean a estos realizadores simplemente por su tendencia
política - Conozco a gente que no lee ni a Vargas Llosa, ni a Juan Manuel de
Prada por principios ¡No saben lo que se pierden¡ - El creador, aunque en
ocasiones deje su sello en su obra, no debemos enjuiciarlo de forma indisoluble
a la misma. Hay que separar y discernir entre autor y su producto, entre
película y director, entre cuadro y pintor, de lo contrario perderíamos un gran
caudal de arte y sabiduría simplemente por prejuicios.
Esos prejuicios son los que determinan a
algunos críticos de cine y los lleva a infravalorar determinadas películas nada
desdeñables, e incluso imprescindibles. Existe un evidente divorcio entre
público y crítica, no en vano en muchos festivales de cine se ha creado “El
Premio del Público” Evidentemente hay un público muy entendido – los llamados
cinéfilos- y otro que simple y llanamente va a pasar un buen rato y a
entretenerse, sin consideraciones críticas. Gracias a ellos, o a pesar de
ellos, existen películas como la saga de Torrente o esa invasión de películas
americanas de teenagers rebeldes y
maleducados, entre otras. Sin embargo, el espectador medio es sabio y ya no le
dan gato por liebre. Ya sabe elegir y discernir entre lo bueno y lo malo, lo
que está bien hecho y lo que no.
Ahora bien, educar nuestro espíritu crítico
es bueno y saludable, en tanto en cuanto desarrollamos nuestras capacidades de
percepción, razonamiento, analogías, nos ayuda a contrastar y a valorar. Un
acervo cultural sedimentado a lo largo de nuestra vida nos ayuda, sin duda, a
calibrar una película o una novela por ejemplo. Hay espectadores que desprecian
lo ya visto porque les recuerda a otra que vieron anteriormente. Lo más seguro
es que esa otra esté basada, a su vez, en otras mucho anterior, o sacada
descaradamente de una novela de la que no tenían ni la más remota idea de su
existencia. Hay pocas novedades en este mundo de intensa creación. Por este
motivo se premia lo novedoso y original, ya que, sinceramente, cada vez es más
difícil innovar, precisamente por esto
se premia. Secuelas o remakes se
suceden por doquier, pero esto no
debe causar rechazo sino calibrarlo en su justa medida. También suele ser craso
error comparar como muchos hacen, incluso los críticos, la película con la novela en la que se
inspira. Mire usted por dónde la novela, casualmente, es mejor. Pues no. Son
manifestaciones absolutamente diferentes, tanto como una manzana y una patata.
Son medios de comunicación cuyas reglas y pautas no tienen ninguna conexión: la
imagen y la palabra .El referente es un elemento extralingüístico.
Lo mejor que podemos hacer es dejarnos
llevar. Intentar penetrar en el mundo del creador. Hay talentosos directores
que tienen la facilidad de captar la atención del espectador desde el primer
fotograma. A otras películas les cuesta arrancar y solo hacia la mitad de la
proyección se ponen interesantes, otras se salvan por una escena o por un final
inesperado o por la vehemencia interpretativa de sus actores que supera ese
guión tan deslavazado. Otras, en cambio, sin saber muy bien porqué, aun a
sabiendas de que son casi un completo desastre técnico, nos cautivan por la
sinceridad que desprenden y porque en un momento nos toca esa fibra sensible de
la que hablaba Bécquer. Ese nosequé que
nos emociona y que conecta con nuestra sensibilidad. Indudablemente, prefiero
estas a aquellas que son todo un derroche tecnológico cuyo bochornoso
presupuesto mesosférico me deja frío y ajeno ante todo lo que ha narrado.
Hay que considerar algo muy simple: qué se
pretende y qué se consigue, de dónde se parte y hasta dónde llega. Y también de
qué presupuesto se disponía. Todo lo demás son cuentos chinos o americanos, es
decir, patrañas.



Comentarios
Publicar un comentario