Latrocinio educativo
Latrocinio educativo
José Luis Raya Pérez
No se trasluce lo más mínimo el hecho de que
los profesores sean considerados, al fin, autoridad pública. Aquello que inició
la señora Aguirre en la Comunidad de Madrid y que su finalidad consistía en
reforzar la autoridad de maestros y docentes en general, aquello que, sin duda,
se trataba de dar un paso adelante en preservar, no tanto como autoridad en sí,
sino como figura instructiva cuya labor debe ser, cuando menos, respetada; en
fin, aquello que los progres de pro, criticaron
con dureza por el hecho de que había partido de la derecha, como si la derecha
en este país no tuviera, de vez en cuando, ocurrencias acertadas. Todo
consistía y consiste en entorpecer cualquier propuesta que parta del partido en
el poder, por muy sensata y lógica que sea. El caso es que muchos docentes
asistíamos atónitos a estos impedimentos que la oposición lanzaba porque sí. No sólo se volvía a decidir
por nosotros, como siempre, desde la ignorancia y la inoperancia. Mientras, en
ese tira y afloja, se acumulaban todo
tipo de agresiones, tanto físicas como verbales, a lo largo de nuestra
geografía: calumnias, insultos, amenazas, bofetones, puñetazos… Unos los
conoces a través de los medios de comunicación, otros a través de otros
compañeros que lo han vivido en primera persona y no trascienden a la opinión
pública y otros, tarde o temprano, uno los vive personalmente, aunque sea de
soslayo.
Dichas agresiones no sólo proceden de esos
alumnos-as – que ni estudian, ni dejan estudiar a los demás- sino que se suman
ahora sus progenitores. Después de una simple amonestación verbal o un
apercibimiento, porque el alumno o alumna ha traspasado todos los límites
permitidos, aparecen los padres o madres pidiendo explicaciones, con el mismo
tono agresivo, intimidatorio y violento que sus hijos o hijas – me estoy
refiriendo obviamente a una minoría, que parece ir extendiéndose como una
gangrena fatídica- Hay que estar bregando no sólo con el alumnado díscolo, por
decir algún adjetivo suave, sino con sus padres y madres. Estos progenitores no
entienden que los profesores y profesoras estamos para ayudar y enseñar a sus
hijos-as, incluso invertimos nuestro tiempo en educarlos, con el deterioro que
eso supone para el resto de los alumnos, la gran mayoría, que tienen que
soportar las continuas broncas, malos modos y situaciones violentas que estos
alumnos mantienen en clase. Luego, hay que prepararse para recibir a ese padre
o madre que aparece gritando y amenazando porque al niño o niña, bien se le ha confiscado el móvil hasta el final
de la jornada – puesto que no dejaba de chatear y jugar-, bien se le ha enviado
al aula de convivencia porque estaba gritando o molestando en clase, bien
porque pegaba o amenazaba al compañero o compañera. Estos acuden al centro con
la idea de que el profesor es el “enemigo a batir” o también diciendo, lo he
escuchado personalmente, que “por qué voy a creerme tu versión, yo me creo a mi
hijo” Otros profieren a los profesores-as estas imprecaciones: “hijo-a de puta,
me cago en tus muertos, puta, cabrón, te voy a partir la cara, ya te veré por
la calle, con mi hijo sí puedes, atrévete conmigo, saco de mierda, chupa
pollas…” No pienso usar eufemismos en un
asunto que es muy grave. No todas estas agresiones se denuncian. Ante estas
situaciones la policía debe acudir, ipso facto, y llevarse directamente a ese
padre o madre. También, como medida preventiva, al hijo-a se le debería
trasladar a otro centro, aunque la mayoría de las veces, estas criaturas no
tienen ninguna culpa de haber sido concebidas por esos salvajes, que no están
preparados para tener hijos y educarlos, y ya nunca lo estarán.
Ante este desamparo y absoluta desprotección
es necesario que actúen con diligencia y rapidez, sin demoras ni protocolos
innecesarios que ralentizan la solución del problema. Las Delegaciones,
Inspecciones, Consejo Escolar, Junta, Directiva,
Tutor-a, AMPA etc.: Sería mejor
delegarlo en un solo organismo, puesto que se empiezan a pasar unos a otros la
pelota como una patata caliente.
Es ciertamente quimérico poder programar,
desarrollar competencias, llevar a cabo los criterios de evaluación, pasar
lista, poner faltas de asistencia, justificar faltas, seleccionar actividades
por niveles o grados, programar actividades extraescolares, realizar cualquier
actividad pedagógica que les resulte beneficiosa para desarrollar sus
competencias. Es totalmente utópico sobrellevar todo esto con aplomo y
dignidad, sin que haya alguien o algunos que boicoteen la actividad o la clase
en general. Llamas la atención con
honestidad y educación – a veces se pierden los papeles porque también somos
seres humanos que sienten y padecen- porque no deja de molestar a sus
compañeros o le confiscas ese móvil que no para de pitar. Después de ese mal
rato, incómodo y estresante, queda un segundo embiste, el del padre o madre que
puede aparecer, y digo “puede”, pidiendo explicaciones y exigiendo, a veces lo
hacen con buenas maneras, otras gritando y amenazando porque se han vulnerado
los derechos de su hijo, que es un menor.
Es hora de decir ¡Basta YA¡ y que todos los
organismos nos apoyen y nos protejan. Y que sean estos – o alguno
especializado- los que solucionen esta tremenda papeleta que suele desembocar
en agudas depresiones por parte del docente y por lo tanto repercute
directamente en la calidad de la enseñanza. Hay que dejar de apoyar al
sinvergüenza y al gamberro. Hay que dejar de obviar a esos alumnos, padres y
madres que son responsables y honrados. Afortunadamente, de momento, estos son
la gran mayoría.



Muy bien reflejada la realidad de los IES hoy en día.
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