VIOLENCIA
VIOLENCIA
José Luis Raya Pérez
En un cierto centro comercial de una ciudad
incierta se congregó una multitud de jóvenes indeterminada, a través de las
redes sociales, para pegarse. Eran todos completos desconocidos y no se
adivinaba ninguna causa que les incitara a esa violencia: no pertenecían a
equipos de fútbol, ni defendían a ningún líder, ni profesaban ninguna religión,
ni se trataba de defender algún derecho – algunas veces se hace así-, tampoco
eran comunistas contra fascistas, ni republicanos contra monárquicos, ni
poperos contra rockeros, ni antitaurinos contra taurinos. En fin, sólo se
habían congregado por el puro placer de agredirse. Pero no lo habían hecho en
las afueras de la ciudad, donde nadie les molestara, sino que esos cientos de
jóvenes, la mayoría chicas, por cierto, se habían citado en un centro comercial
para que todo el mundo fuese testigo y el universo entero, si fuera posible. Lo
consiguieron: dieron la vuelta al globo terráqueo en cuestión de segundos.
Obtuvieron su momento de gloria dando bofetadas y patadas a diestro y
siniestro. Habían cumplido su sueño. Al consultar el dato por internet, nos
informan de que esto no es nuevo sino que se viene produciendo en todos los
rincones del planeta. Tal y como está el mundo pocos somos ya los que nos
impresionamos ante estos actos vandálicos y de violencia gratuita. Los pedagogos
e ideólogos repiten lo mismo hasta la saciedad: que todo esto es un fracaso de
la sociedad y en sus inicios de la propia familia. De tanto repetir estas
causas parece como si se fueran diluyendo y perdiendo credibilidad. Lo que no
aportan son soluciones, como si todo esto no tuviera marcha atrás y
estuviéramos dirigidos inevitablemente
hacia nuestra propia autodestrucción. Es como si estuviéramos entrando en una
era distópica de aniquilamiento de la especie humana. Es como una cruda
película de ciencia ficción que todos miramos sin asombro y sin estremecernos,
como si efectivamente ya formáramos parte de ese sistema violento que se va
implantando lentamente y con rotundidad.
Sólo nos queda por pensar que el hombre es un lobo para el hombre, como
aseguraba Hobbes y que nuestra especie tiende a atacarse y aniquilarse, como
hace miles de años, cuando habitábamos las cavernas. Subsistió el más fuerte.
Lo peor de todo es que ahora ya no se mata con un palo o con los puños, basta
con apretar un botón o un gatillo. O tirar al rival del equipo contrario por un
puente y dejar que se ahogue. El mal anida en el corazón del ser humano por
naturaleza. Sólo hay que saber reprimirlo,
reeducarlo y redirigirlo: estas son teorías de ciertos sociólogos. En el
lado opuesto estarían los de Rousseau,
los que consideran que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad
la que lo corrompe ¿Pero por qué corrompe sólo a una parte? ¿Será que es esa
parte es la que nace con la semilla del mal o precisamente es la que no sabe reeducarse
o dirigir sus impulsos puesto que carece de esta habilidad?
Lo que tenemos también que considerar es que
hay otros tipos de violencia, quizás más encubierta o velada que entraña el
mismo peligro y denigración. No debemos permanecer en la superficie, en el
guantazo o en la tremenda patada, que aunque rechazables, tan sólo es lo que se
ve. Así pues, se habla de violencia social, familiar, escolar, laboral,
política, e incluso cultural, estructural, algunos usan también el calificativo
“natural”, la violencia en el deporte y la estatal y gubernamental. Y la
consabida violencia de género, centrada solo en una dirección. Como si se no se
ejerciera también de la mujer hacia el hombre, o entre parejas del mismo sexo.
Por otra parte, la violencia psicológica
puede ser tan perjudicial o más que la física.
Ante este panorama parece ser que nadie
escapa a este inmenso espectro de la violencia y todos nos enmarcamos sin
remedio en uno de estos abominables cuadros. Ya que el violento no es solo el
que la ejerce sino también, bajo mi punto de vista, el que la permite.
Cuando se impone una ley injusta, cuando se va
contra los derechos sociales y personales, cuando se defienden los intereses de
los poderosos o una élite, cuando se degrada un sistema sanitario o
educacional, cuando se desahucia a unas pobres personas que no tienen donde
caerse muertas, cuando se roba y se enriquece con el dinero del pueblo, cuando se cambian
las leyes para proteger al poderoso y para especular, cuando uno es capaz de
matar por la independencia de su país o por su religión… Todo esto son diferentes variaciones de un mismo concepto:
la violencia. Sin dar bofetadas, ni puñetazos. Quizás esta sea la peor de
todas, puesto que puede llegar a aniquilar a un país entero y a una sociedad
completamente. Lo único que nos queda es confiar en la justicia, seguir
reeducando y construyendo y ampliando las cárceles porque parece ser que no
tienen ninguna intención de aprender.



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