Mártires
MÁRTIRES DE LA
ENSEÑANZA
José Luis Raya
Hay quien opina que
un cuento puede generar ua novela – de hecho un cuento es una novela abreviada-
pero también hay artículos de opinión que bien podrían inspirar una cuento, un
corto o acaso un buen largometraje.
La pasada madrugada
del jueves, a eso de las 3:00 hrs, me desperté sobresaltado, un afilado
latigazo me sacudió una muela. La muy condenada. Sin tan siquiera avisar. Este
infame molar fue producto de una negligente, o al menos malhecha, endodoncia.
Realizada posiblemente por unos ineptos dentistas unos años atrás. Me cuentan
que estas muelas son traidoras y no avisan. Y allí me hallaba, absolutamente
desolado en el fragor de la noche, tapándome la boca con un cojín para que mis
aullidos no despertasen a los vecinos. El antibiótico recetado aún no había
hecho efecto, y los antiinflamatorios y analgésicos se desvanecían a las dos o
tres horas de su ingesta vencidos por ese colosal pinchanzo, semejante a un
alfiler incandescente que te perfora el nervio y logras ver las estrellas, y no
precisamente de manera metafórica.
Cuando regreso al
Instituto donde trabajo porque el dolor había mitigado, aún seguía abatido y
lánguido por la toma de tanto antibiótico y medicamentos, me encontraba con
pocas fuerzas para enfrentarme a tanto adolescente, “ávidos de sabiduría y
conocimientos”. Allí se encontraban de nuevo, alborotando y molestando. Unos me
decían abiertamente que me hubiese quedado más días en casa, otro, el gracioso
de turno, que esperaba que pronto me dolieran más muelas porque así no tendrían
clase. Y ya, por los pasillos, me topaba con la mirada escéptica del director.
¿A quién le importaba
verdaderamente la ausencia incómoda de un docente? A los alumnos evidentemente
NO . A los padres seguramente tampoco ( ellos sólo piensan en que sus hijos
estén recogiditos en el cole y que
puedan descansar durante siete horas diarias). Las excepciones existen en ambos
casos evidentemente. Los únicos que te echan en falta son los profesores de
guardia que han de sustituirte.
En mi dilatada
carrera de docencia he sido testigo de casos extremos: profesores que esperan
la siguiente hora para que finalice la jornada con 38,5º de fiebre, apoyados
los codos en le mesa y la cabeza entre sus manos y otros que ni aportan porque
tienen un ligero picor de oídos y se sienten indispuestos. Llamémosle a esto
extremo A y extremo Z. Evidentemente estos extremos se producen en todos los
ámbitos sociales y profesionales y van mucho más con el carácter y la
personalidad de cada cual que con la profesión misma. Si algo procuro enseñar
es la moderación ( no confundir con la mediocridad). Hay que posicionarse
siempre en el centro y huir de los extremos... Si yo llego a acudir al día
siguiente por el Instituto me hubiera encontrado en el extremo A ( un
maravilloso flemón, un punzante dolor y una noche entera sin dormir). Y es que
yo, dados los tiempos que corren, prefiero la moderación y no pretendo ser un
mártir de la enseñanza, y muchos menos en estos momentos en los que el Gobierno
te usurpa legítimamente más de doscientos euros para corregir los errores que
ellos mismos han creado precisamete por su falta de moderación.
Padres y madres,
sociedad en general, les aseguro que hoy en día para practicar la docencia hay
que estar prácticamente, a diario, al 100%, para poder controlar y, en muchos
casos domesticar, una clase de 27 tropelías gritando y alborotando, porque ya
no digo los padres, la sociedad en general, por sul falta de moderación (
quizás de educación) están permitiendo que los centros de enseñanza se estén
convirtiendo en centro de educación principalmente. Me refiero a la educación
cívica y social. En los países del Norte de Europa la enseñanza la están
desempañando la población inmigrante que arriba a estos países ( lo digo con
todos mis respetos) porque los indígenas consideran que está muy mal pagado.
No me veo aún al
límite de mi jubilación ( no quiero verme), esta jubilación que se prolonga
vetustamente hacia el cansancio y lo extenuante. Pareceremos mucho más longevos
y lánguidos si el sistema no lo remedia, será imposible estar al cien por cien
para bregar con esa caterva de alumnos que se nos avecina. Existirá, como ya
ocurre, el refugio de la privada. De momento yo me niego a ser un mártir de la
enseñanza.


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