La clase (editado en el 2009 )
LA CLASE
Ayer asistí tan incómodo como estupefacto a la
proyección de la película “ La clase” (Entre les murs), Palma de oro en el
pasado festival de Cannes. No tiene relación alguna con la emblemática “Rebelión en las aulas” interpretada por un
convincente Sidney Poitier, ni con toda la saga posterior que se resume en
“chicos malos o muy malos son tratados y
educados por un vocacional profesor” o profesora (recordemos a la Pfeiffer en
“Mentes peligrosas”) y otras féminas que domeñan, a pesar de sus encantos, a
una indomable caterva de energúmenos.
Es ésta una suerte de telerrealidad o docugrama tan
real con la vida misma y mi misma profesión. En ella los estudiantes no son tan
peligrosos, pero en algún momento pueden resultar odiosos y he ahí la sólida
vocación del docente que por su paciencia y terquedad podríamos calificarlo,
incluso, de brillante. Con qué profesionalidad va capeando todo tipo de
temporales, porque sí, queridos padres y madres, en muchas ocasiones hay
voraces tormentas en las aulas, imposibles a veces de controlar, porque los
profesores somos “sencillamente humanos”, y no aquellos androides robotizados
que aparecen en la asfixiante película de Mark Lester “ Curso 1999”, en la que
profesores robots son utilizados para dar clases a los alumnos más
conflictivos. Esperemos que la sangre no llegue al río.
En “ La clase” los alumnos y alumnas entorpecen
el desarrollo de la misma, usan los móviles, mascan chicle, discuten, hablan
todos a la vez, interrumpen con estúpidos comentarios que no tienen nada que
ver con la explicación del profesor, incluso la entorpecen para preguntarle
acerca de sus inclinaciones sexuales, se niegan a leer , se insultan, unos
pocos trabajan y se interesan y van al son que impone la gran mayoría, que son
los que embrutecen y empobrecen la clase. Los que no quieren aprender ni
atender impiden que los pocos interesados progresen, y eso es tremendamente
injusto. El profesor, para explicar un simple concepto, necesita toda una hora
porque la clase impide que se avance... y se pierde inevitablemente el tiempo.
Esto es lo que ocurre en un instituto de Francia, casi marginal, es sólo una
muestra,y es lo que ocurre en casi todos los centros de España.
Señores padres y madres les ruego que vean la película
y obtendrán una idea exacta de la labor de los profesores y de la actitud de
sus hijos, ya que en sus casas pueden ser adolescentes ejemplares pero no en
clase. Los profesores no podemos trabajar a gusto ni con cierta tranquilidad.
Es muy difícil seguir la programación que con mucho esmero y esfuerzo se
prepara al inicio de curso, uno tiene que contraprogramar, es decir, recurrir a
las programaciones de aulas, esto es, adaptarse a las necesidades y prioridades
del grupo, en muchas ocasiones, vacías de contenido.
No saben ustedes lo desalentador y lo frustrante que
es repetir constantemente: “ apaga el móvil”, “tira el chicle a la papelera”,
“guarda el MP3”, “atiende”, “no hables tanto con tu compañero”, “abre el
libro”, “ saca la libreta o los apuntes”, “por favor despierta y atiende”, “no
le tires del pelo a tu compañera”, “ levántate y arroja el papel a la papelera
y no al suelo”, “en clase no puedes comerte el bocadillo”, “ guarda esa
revista”, “baja los pies de la mesa”, “siéntate recto” porque si les dices
“erguido” no lo captan, o no quieren captarlo... etc. etc. En fin, para
volverse locos. Hablo y escribo en nombre de muchos compañeros y compañeras de
profesión. Los alumnos, que haberlos haylos, y pasan al bachillerato, tienen un
montón de lagunas que les impiden enfrentarse con fiabilidad a la nueva etapa,
previa a la Universidad. Estos chicos y chicas son el futuro de España y de
Europa. No entiendo por qué no se invierte mucho más en la enseñanza. No entiendo
por qué alumnos que quieren y pueden
cursar bachillerato siguen mezclados con alumnos que ni pueden ni quieren
estudiar, en numerosas aulas de treinta y tantos alumnos, imposible de
controlar. No entiendo porqué hay tanta falta de respeto a los profesores y
entre los mismos alumnos. No entiendo por qué hay padres que no se involucraron
antes en la formación de sus hijos y nos los entregan totalmente asalvajados.
No entiendo por qué los profesores y profesoras que luchamos a diario no nos
permiten modelar o moldear las leyes y actualizarlas al contexto real, no
entiendo muchas veces la labor de los sindicatos, no entiendo por qué tantos
padres se desentienden de la educación de sus hijos. No sé por qué la enseñanza
pública está tan descuidada, ni se nos falta tanto el respeto, si lo único que
deseamos es enseñar, ilustrar, que los alumos-as avancen y puedan ser personas
bien formadas, civilizadas y cultas que puedan enfrentarse a la vida y
desempeñar un trabajo digno. Tampoco me entra en la cabeza cómo los gobiernos
van cambiando los sistemas de estudios pero los problemas se siguen agravando.
Ahora entramos en la etapa de “ las competencias”, confío en que esto comience
a dar resultados.
Padres y madres, sociedad en general: ya que no puedo
invitarles a todos y todas a que asistan a una de mis clases de la ESO, les
rogaría que vieran en cuanto puedan la película “ La clase”. A
continuación no les pediría precisamente que se apiaden de nosotros, sino que
todos y todas colaboréis y forméis también a sus hijos en el respeto y el
civismo básicos. No pedimos tanto.
Fdo.: José Luis Raya Pérez
Profesor de Lengua Castellana y Literatura en Málaga



Comentarios
Publicar un comentario