Así no se puede.
Así no se puede
José Luis Raya
Salir
de la crisis nos está costando tanto como despertar de madrugada, después de
haber dormido dos o tres horas tan sólo. O peor aún, después de una terrible
pesadilla en la que soñábamos que nos quedábamos sin casa, sin trabajo, sin
nada. Y nuestro vecino se suicidaba al arrojarse al vacío, tras comunicarle que
iban a desahuciarlo. El caso es que ha sido una pesadilla real. Y lo sigue siendo,
por mucho que digan que se está saliendo de ella. Desde luego, siempre hay un
punto de inflexión en cualquier etapa, o dicho sin eufemismos, esos que tan
bien manejan los gobernantes: ya no se podía bajar más. Peor no podíamos estar.
O tal vez sí. Más de seis millones de parados, siete u ocho o nueve o diez podría convertirse en un suicidio colectivo
para todo un país. Y por ende para nuestros vecinos y para el resto de Europa.
Nos han apretado las clavijas hasta más no poder con el pretexto de que eran
órdenes provenientes de Bruselas, mejor dicho de Berlín, que es el que manda
verdaderamente. Y ha ocurrido que esto de apretarnos las tuercas se ha
convertido en un acto sádico y ya iba un impopular ministro, como nunca lo ha
habido, a recortar las becas Erasmus. Desde Europa, le han contestado que no
sea tan sangrante, que ellos no van por ahí. Menos mal que nuestros verdugos se
han apiadado un poco, los de arriba y los que están más abajo. Esto de gobernar
para el pueblo pero sin el pueblo, no es nuevo, y la historia nos mostró cómo
concluyó semejante invento.
Pues bien,
los más sabios siempre nos dicen que hay que aprender de todo, incluso de lo
malo. Hay quien ha manifestado, A. Pérez Reverte concretamente, que volveremos
a repetir los mismos errores, que cuando de esto se salga volverá la gente a hipotecarse hasta las
cejas, se volverán a comprar coches caros, que luego no podrán pagar y, como
esto de las crisis son cíclicas, volveremos a pasar por lo mismo. Por eso, hay
quien sostiene que la crisis no ha sido tan virulenta como para haber aprendido
algo, puesto que el carácter hedonista del español medio o del andaluz tiende a
olvidar lo pasado y no aprende. Lo del Carpe diem hay que moderarlo, si
queremos seguir siendo europeos.
Por otra parte, si los gobernantes nos frenan
con sus recortes y nos obligan a marcharnos de nuestro país por falta de
oportunidades, que nuestros mismos vecinos, los que son más pudientes, y
nuestros ayuntamientos, dejen de poner más zancadillas a todos esos
emprendedores que quieren montar un negocio o una empresa y salir adelante. Que
los unos dejen de encarecer esos locales que tienen vacíos y los segundos los
frían a impuestos precisamente por ello, ya que por no bajarse del carro
prefieren tenerlos cerrados antes de rebajar un alquiler que resulta
insostenible. Y venga a cerrar locales y negocios. La usura de unos cuantos
privilegiados debería penalizarse con graves gravas, y que no pongan tantas
trabas con esos alquileres abusivos y canallescos. Y también, claro que
sí, que los ayuntamientos dejen de poner
obstáculos y papeleos y dejen de crujir al pobre comerciante con tasas e
impuestos de todo tipo, hasta por pintar una fachada quieren cobrar, y siempre
por adelantado. Hay algunos ayuntamientos que ofrecen ciertas facilidades a sus
ciudadanos en este sentido, otros en cambio, junto con la avaricia de sus alcaldes por recaudar y
recaudar para colocar fuentes de muy mal gusto en sus plazas, ralentizan meses
y meses los permisos de obras y licencias, y cobran unos impuestos
absolutamente exorbitados y leoninos para luego arreglar una acera que puede
esperar, o para poner una burda escultura que no es necesaria.
Así no
podemos salir de este pozo inmundo en el que nos ha metido todo el mundo: los
banqueros y gobernantes en primer lugar, que no levantan el pie del cuello, y
algunos ayuntamientos que, por ignorancia o dejadez se están cargando la vida
de su propio pueblo, con cientos de locales vacíos y emprendedores agobiados
que finalmente tienen que huir de su propio pueblo que tampoco lo apoya, sus
convecinos, los acaudalados, porque están entretenidos en nimiedades y cosas
superfluas mientras se miran sus oblongos ombligos, alimentándose de sus
gravosos impuestos que no sirven para nada práctico, excepto para alimentar su
ego y autofagia. Así no se puede.




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