La solución depende de nosotros
La vida se está encareciendo irremediablemente para todos. La crisis, ese
fantasma voraz del que todo el mundo habla pero nadie ve personificado, se
manifiesta en nuestra vida cotidiana en todos y cada uno de nuestros actos.
Escuchamos datos, cifras, recortes, desahucios, manifestaciones, huelgas,
cifras de parados que van aumentando segundo a segundo. Cierres de empresas y
negocios, reducciones de sueldos, impagos de todo tipo. Eso que llaman crisis
enseña este rostro, desfigurado y multiforme. A veces, nos muestra su lado más
voraz y tremendo con personas que se suicidan, que son echados de sus casas sin
ningún hogar adonde acudir, o que rebuscan en la basura para poder comer. Es
cierto que un amplio número de ciudadanos viven cómodamente y esto les llega a
través de la prensa, la radio o la televisión. Todos se lamentan, nos
manifestamos y apoyamos moralmente esta hecatombe que nos arrrasa por los
cuatro puntos cardinales.
Es en estos momentos cuando el término "solidaridad" debe ser
absorbido íntegramente y accionado por todos y cada uno de los ciudadanos,
entendiendo por ciudadanos cualquier persona que se mueva, piense y
respire.Desde el monarca hasta el anciano que vive una dorada jubilación porque
le quedó una buena paga. Desde los banqueros, esos siniestros personajes, para
muchos verdugos del sistema, hasta el funcionario consolidado o el médico que
no para de trabajar, hasta el concejal y el alcalde. Todos somos partícipes y
cómplices. El granito de arena que aporte cada persona, desde su capacidad y
disposición, será crucial para alejarnos de la crisis. Comerciantes,
diplomáticos, amas de casa, profesores, alumnos, taxistas, fontaneros,
empresarios, notarios. Todos.
El ayuntamiento debe facilitar el acceso y la apertura de nuevos negocios,
rebajar las gravas o suprimirlas en muchos casos, facilitar el acceso a nuevos
locales y alquileres, desburocratizar todo ese papeleo absudo que ralentiza el
crecimiento y coquetea con la crisis. Nosotros mimos nos hundimos más en el
fanfo. El propietario debe reducir hasta el máximo y mucho más el alquiler de
su vivienda y pensar un poco en pesetas. Se nos olvida que trecientos euros son
cincuenta mil pesetas, hemos vuelto a los sueldos e ingresos de entonces, pero
lo demás sigue instaurado en el euro. Los dueños de locales y oficinas siguen
pidiendo unos alquilares un tanto elevados, en otros casos son desorbitados
porque consideran que son muy céntricos, como si la crisis entendiera de centros y periferias. Todo este
conglomerado está ofreciendo calles y zonas totalmente vacías, sin tiendas, ni
comercios, como Torremolinos, que poco a poco se está convietiendo en una
ciudad fantasma, como otros tantas ciudades andaluzas.
Hay precios que son prácticamente inamovibles, como el precio de la
gasolina o el carísimo y elevado coste que vale reparar el coche averiado. Esto
último debería ponerse también en tela de juicio. Otros empresarios y
comerciantes mantienen sus precios como si no fuera con ellos, poco a poco sus
negocios irán prediendo fuelle. No es de
recibo que un simple desayuno, con un vaso de zumo de naranja del tamaño de un
chupito, cueste cuatro euros. Estábamos en el local cuatro gatos. Yo no volveré.
También comprobamos cómo el conductor no cesa de dar vueltas con su auto
para encontrar un. aparcamiento, ya que dejarlo en un parking, desde la Plaza
de la Marina o de La Merced, da igual, cuesta un ojo de la cara. Salir un
viernes noche supone un dineral. La zona azul sigue siendo un tanto abusiva,
como si ya no pagáramos religiosamente el impuesto de circulación. La gente empieza a salir sólo los sábados, y
ahora tienden a quedarse y a turnarse en las casa de amigos y familiares. Cada
cual aporta algo de comer o de beber y pasan la velada tan ricamente. Porque el
taxi es muy caro, el parking solo es para privilegiados y tomarte unos vinitos
con unas tapas de los quince euros por cabeza no baja. Todo esto es abusivo
para toda una clase media renqueante, que está viendo cómo su ocio y sus ratos
de asueto están siendo prohibitivos. Todo esto hace que el dinero no circule y
por lo tanto alimentamos mucho más la crisis. La gente espera a las rebajas
para comprar esos zapatos de ochenta euros que los ponen rebajados en cincuenta
¿Por qué no los marcan, desde un principio, a sesenta por ejemplo? Si un padre
lleva a los críos al cine y les compra unas chucherías se puede montar
fácilmente en treinta o cuarenta euros. Sin contar el McDonald, que al menos es
más asquible.
Todos estos ejemplos y muchos más casos, que todos ustedes estarán
pensando, están haciendo que la crisis permanezca muy viva entre nosotros. La
todopoderosa Merkel ni se plantea devaluar el euro, nuestros dirigentes sólo ven
recortes como única salida y el resto, ya vemos cómo actúa. Por consiguiente,
tenemos crisis para rato. La solución puede empezar desde abajo y depende mucho
de todos nosotros.



Comentarios
Publicar un comentario