El gesto
El gesto
En nuestro país, ni a los
grandes jueces se les perdona una “salida de tono”, aunque su trabajo haya sido
intachable a lo largo de muchos años, ni al médico que haya cometido una
negligencia, ni al profesor que ha tenido un mal día , ni al policía que en un
momento dado se ha excedido en sus funciones, ni al político cuyas
declaraciones han resultado ser penosas, ni al locutor que se ha trabado con
dos fonemas, ni al cocinero que se ha pasado un poco con la sal... Sin embargo
cuando se cometen grandes o tremendos
delitos los dejamos pasar con desvergüenza, si acaso con un leve murmullo de
indignación. Y así nos va.
Después de casi
veinticuatro años de dedicación a la docencia me visitó por primera vez una
madre indignadísima (y con razón) porque su hijo se sintió ofendido por un inoportuno “mal gesto” que en
realidad iba dirigido a alguien distinto y seguramente muy merecedor del mismo,
pero obviamente un docente no debe perder en ningún momento las formas. Debemos
estar programados, día tras día, minuto a minuto, para ser siempre correctos y
dar ejemplo. No nos deben afectar los ruidos, ni los improperios, ni los malos
modos, ni las salidas de tono, ni las ausencias injustificadas, ni las
amenazas, ni los insultos, ni los desperfectos que afloran en los vehículos, ni
las pintadas insultantes en los aledaños de los centros – me hago eco de muchos
compañeros-as de profesión-. En definitiva, se nos prohíbe ser humanos. Debemos
mantener la compostura cuando, después de un mes de explicaciones,
programaciones y ejercicios, asistimos a un (casi) suspenso general. Un mes de
oraciones coordinadas, textos, actividades, repasos... para que no se llegue ni
al tres. Eso es lo más parecido a la frustración: porque el alumno-a no
atiende, porque no para de hablar, porque no le interesa lo que explicas,
porque falta continuamente a clase, porque dicen que no le sirve para nada lo
que les decimos, porque se matriculan en bachillerato sin interés y sin base
alguna, porque en sus casas no les enseñan los valores del esfuerzo, la
disciplina y la superación, porque todos quieren ser futbolistas o
colaboradores de Sálvame de luxe, o modelos. Me apenan, incluso, los que
meritoriamente superan los objetivos y contenidos con un bien o notable, porque
tarde o temprano serán arrastrados por la mediocridad, serán tragados por la
negra ignorancia si no intervenimos a tiempo. Esos alumnos, que existen, tan
atentos, estudiosos y educados, se les da de lado. Y se programa para el
indisciplinado, el ignorante porque quiere serlo y se jacta de ello, para el
apático. Por ahí se propone salvaguardar
y “mimar” a esos alumnos que podrán ser la élite de una sociedad, los que
muevan un país, los que puedan sacarnos de futuras crisis con solvencia e
inteligencia, los que fomenten el bienestar y creen empleo para todos, en fin,
los que nos hagan avanzar. Sin embargo, siempre aparecen voces contrarias y
contradictorias de “progres” apolillados anclados en la hoz y el martillo, o de
pedagogos obsoletos y absurdos que piensan en gris que proclaman que eso
vulnera algún derecho, y si no lo vulnera se lo inventan, obviando como siempre
los deberes, todos esos que prefieren una sociedad uniformemente anodina y
vulgar y soez, en la que nadie piense y
todos vean los estúpidos programas de televisión. Así sí se puede controlar una
nación, una región y un pueblo, con ciudadanos ignorantes y apáticos, eso lo
saben todos los dictadores de todo el mundo. Aquel mal gesto que hice, un devaneo con la mano, verdaderamente no iba
dirigido a nadie, era una reacción de rabia y de ira por ver el curso que sigue
nuestra sociedad, nuestra mediocre sociedad, ira y rabia y frustración por ese
curso tan nefasto que me ha tocado en suerte este año. La misma frustración que
pueda sentir un albañil que ve cómo se desmorona la casa que ha construido con
esmero y dedicación, o el conductor que comprueba cómo su BMW recién comprado
se le avería cada dos por tres, o el empresario que reforma su negocio y nadie entra a comprar nada, o el camarero que
observa que la gente pasa de largo incluso el sábado por la noche, o el actor
que interpreta un Hamlet magnífico ante un auditorio casi vacío. Y nos callamos
y miramos hacia otra parte cuando el maltratador sigue golpeando y vejando –
claro, eso no nos incumbe-, cuando el terrorista se ríe y se mofa de sus víctimas, cuando
rozamos los casi seis millones de parados, cuando el alcalde defrauda millones
de euros y veneramos en TV al que ha atropellado y matado conduciendo borracho
a gran velocidad, cuando sencillamente trasladamos de parroquia al cura
pederasta, cuando sufrimos y aguantamos al menor tirano porque la ley lo ampara
y ampara su homicidio, porque lo cometió dos días antes de cumplir los dieciocho.
Y nos abochornamos y nos llevamos las manos a la cabeza porque una señora
quiera ir con su velo, o porque en un aula todavía haya un crucifijo, o porque
un indigente ha robado un cartón de leche, o porque un padre le da una bofetada a un hijo
maleducado y respondón, o porque dos gays vayan por la calle cogidos de la
mano, o porque un policía ha multado por saltarse un stop “si no venía nadie” o
porque tan solo había bebido cinco cervezas, o porque un docente indecente ha
hecho un corte de manga.
Ese podría ser un buen
lema: Un gran corte de manga a esta sociedad mediocre que protege al
delincuente, al violador y al estafador, un gran corte da manga a esta sociedad
indiferente antes tanto y tanto desempleado, ante tanta malaeducación e
incivismo, un gran corte de manga al maltrato y a la intolerancia, a la
indiferencia, al pasotismo, al alcoholismo, al terrorismo y al terrorista, al
dictador y al estafador y al político complaciente que sólo lo mueve su
soberbia , codicia y poder.


Opino igual, de todos modos la sociedad actual siempre va a ser consumista y criticona ,por eso hay personas que odian su trabajo por que no siguieron sus sueños para evitar críticas( es fácil darse cuenta por lo mal humorado-a que están) y todo eso se refleja en las noticias como pan de cada día.
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