TRUCO O TRATO
Truco o
Trato
José Luis
Raya
Aún era un
adolescente cuando contemplé estupefacto la Noche
de Halloween de John Carpenter, la primera, que como siempre, en una saga,
suele ser la mejor. Aquellos críos correteando de casa en casa pidiendo
golosinas y repitiendo la cantinela de “truco o trato” y ese asesino escapado
del manicomio con la intención de ir matando a los moradores de ese barrio
periférico americano me tenía sobrecogido. Se trataba de pasar miedo y lo consiguió
ese magnífico director del cine de terror. Toda la película se desarrollaba
durante la mágica y siniestra noche de los difuntos. Fui consciente de la
existencia de esa tradición, aparentemente yanqui, sin embargo se remonta a la antigua
cultura celta, y se festeja en muchos lugares del mundo. Por lo tanto no hay
que abominar de esa tradición por ser netamente americana, como muchas personas
creen. Y quiero dirigirme a todos esos que creen que por acoger otras
tradiciones van a perder las suyas, las autóctonas. – Como hacen los catalanes
que consideran que si aceptan el castellano en su cultura pueden perder su
lengua y sus tradiciones- A eso se le puede llamar inseguridad, entre otras
cosas.
Mis
alumnos, los más pequeños sobre todo, disfrutan enormemente con estos festejos,
yo no voy a ser el que les prohíba que se disfracen de bruja, de vampiro o de
fantasma. Al mismo tiempo les leo El
monte de las ánimas de Bécquer y más adelante el Tenorio de Zorrilla. Los mantengo en contacto con nuestra cultura y
tradiciones y les dejo disfrutar de la que nos llega, envuelta en tules,
caretas, calabazas, velas, escobas y cruces y cirios. Ya saben que sus
familiares acuden a los cementerios para cuidar las lápidas y tumbas de
nuestros antepasados y ellos pueden llevarles flores también.
No debemos
despreciar otras culturas o costumbres porque de alguna manera nos depreciamos
a nosotros mismos. En este mundo global debemos tender a los sincretismos e
intercambiar costumbres y culturas, eso nos enriquece a todos. Tengo alumnos
chinos y musulmanes, y les pido que nos hablen a todos de la fiesta del cordero
o de la fiesta del dragón y les recomiendo que se disfracen de vampiro o de
bruja y les ayudo a entender cómo fue el “pérfido” conquistador don Juan, qué
le pasó en el cementerio y cómo terminó su vida, según la ideología de la
época.
Si tendemos
a ese intercambio, si favorecemos el sincretismo cultural y religioso, si
atendemos y respetamos a los creyentes y a los agnósticos el mundo puede
avanzar mucho mejor.
Sin embargo
en todas las culturas y países nos topamos de bruces con radicales e
intolerantes, contra esos debemos ir, a ellos tenemos la obligación de apartar
y marginar o, en todo caso, educar. Tampoco debemos comportarnos como todos
estos extremistas y admitir y difundir
sus culturas y costumbres, pero debemos estar atentos a todos aquellos que
pretendan imponer. La cultura se
comparte, no se impone. Hay que tener cuidado con los radicalismos musulmanes
que se asientan en Occidente y pretenden imponer su cerrado punto de vista
sobre la sociedad, la mujer y la vida en general, o también, cómo no, con el radicalismo ultracatólico que
se mete en la vida privada e íntima de
las personas, tratando de disponer e imponer al mismo tiempo.
Vivimos
dentro de un crisol de culturas y religiones, no hay que despreciar unas por
proteger otras porque se puede crear el efecto boomerang y lo que antes fue entendido y permitido puede trocarse
en rocambolesco, marginal y vituperable. Las nuevas generaciones suelen ser muy
sensibles a todo aquello que se les impone y se rebelan contra ello. El que se
siente encerrado en un ghetto tarde o
temprano necesitará salir. Por ello tengo algún alumno musulmán que insiste en
que lo llame Jaime, o una simpática niña china que me implora que la llame
Susana, en un vano intento de aproximar la fonética de sus nombres a la
castellana. Esto puede ocurrir en según qué tipo de sociedades o comunidades.
Si uno se aisla y se encierra en sus tradiciones y costumbres, corre el peligro
que una parte de sus miembros quiera ser libre y volar. Por lo tanto, me quedo
con “Truco y trato”.



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