España me duele
España me duele
José Luis Raya
Me gustaría saber qué pensarían Cervantes,
Quevedo, Cadalso, Larra, Unamuno o Machado, por citar tan sólo una breve nómina
de estos insignes y grandiosos pensadores, acerca de la situación actual de
nuestro país. Desde sus primeros escritos todos ellos han mostrado su
preocupación y sensibilidad por los problemas y preocupaciones que iban atravesando,
cada cual en su época. “Me duele España”, afirmaba el bilbaíno Miguel de
Unamuno. Cadalso ya mostraba desde sus “Cartas marruecas” y su particular
perspectivismo la esencia del español, lo mismo que Cervantes reflexiona en sus
páginas de “El Quijote” a través de sus simbólicos personajes, don Quijote y
Sancho. Larra relató una serie de artículos costumbristas en los que
radiografiaba el alma del ciudadano español. Machado supo calibrar y distinguir
“las dos Españas”. Lamentablemente creo que no avanzamos básicamente y todos
aquellos defectos que estos pensadores de nuestra cultura vieron en su momento
los seguimos repitiendo a diario, en nuestra cotidianeidad más inmediata. Las
dos Españas se han transformado en PP y PSOE, en derecha e izquierda y discuten
e incluso se agreden como los que pertenecen al Madrid o al BarÇa. Y no
consideran si quiera que haya claroscuros o posiciones intermedias. Ni juicios
críticos. Cada cual se ha posicionado en su lugar y no se mueven ni un ápice. Y
disputan por sus ideales como los hinchas de uno y otro club. Ninguno se
cuestiona su propia posición, ni dudan de sus afirmaciones, creen estar siempre
en lo cierto y descalifican sistemáticamente, sin argumentar nada, lo que
afirme o niegue el otro, que siempre es un rival.
Cada cual se ha instalado en su club y no dan su brazo a torcer ,
tampoco nuestros presidentes, desde
González o Zapatero, hasta Aznar o Rajoy. Ninguno se ha bajado nunca del burro.
Y sus votantes o simpatizantes los han defendido a capa y espada, pensaran lo
que pensaran, hicieran lo que hicieran, a pesar del clamor popular. La guerra,
las políticas antiterroristas, las políticas económicas, sanitarias, reformas
laborales o educacionales. Sus votantes y simpatizantes los han apoyado y los
han seguido como los fanáticos de una secta a sus líderes, sin (re)plantearse
nada, sin cuestionarse nada. Simplemente ven, callan, obedecen y votan, desde
la derecha a la izquierda. Y cada cual defiende sus colores hasta la muerte,
los rojos a sus capullos y los azules a sus gaviotas, como los merengues al
Madrid y los azulgranas al BarÇa. Tan sólo nos escuchamos a nosotros mismos y a
nuestros líderes. Vivimos en una época de intolerancia suprema. No somos
críticos con lo que nos proponen desde nuestro sector y el ciudadano se divide
en rojo o facha literalmente, últimamente se está imponiendo la acepción más
suave para el rojo conocida como progre.
Los que no asisten a las huelgas convocadas –
y las que quedan- bajo sus legítimos
puntos de vista son tildados de esquiroles
o fachas, el resto son los rojos. La policía se excede con un grupo de
jóvenes que a su vez se excede con el mobiliario urbano y la propiedad privada;
su coche por ejemplo ha sido quemado. Los piqueteros obligan a los que
libremente no desean sumarse a la huelga porque consideran que no van a apoyar
a los manifestantes que a su vez votaron al partido que provocó, de alguna
manera, la situación actual. Los recortes son obligados si se quiere nivelar el déficit, pero por otra parte es muy
doloroso que se descargue sobre la población más débil y se mime a los
poderosos, a los bancos. Todos deberíamos saber ya que si tuviéramos la peseta
devaluaríamos la moneda, pero con el euro eso es imposible, por lo que hay que
recortar y reducir salarios. Uno ya no sabe si es mejor estar dentro o fuera
del euro. Lo que sí puedo apreciar es que
la sociedad está cada vez más crispada, que tiene todo el derecho del
mundo a quejarse y a patalear. Se insultan y se agreden los de uno y otro bando.
Nunca aprendemos de la historia. Hay momentos en el que las dos Españas enseñan
sus zarpas, se enfrentan, se culpan mutuamente y sale a relucir nuestro lado
más visceral y vehemente. No se aprecia un estado de cooperación y recaptación
de idead o salidas, cada cual se obceca en su camino como el burro que sigue
impasible su vereda, haga frío, calor o caigan rayos de punta. Como un servidor
tiene amigos de uno y otro bando, recibo a menudo un listado de políticos
corruptos de uno u otro lado. Mi obligación es reenviarles a cada cual el
listado opuesto para que entiendan que el lado oscuro puedo estar tanto a la
izquierda como a la derecha, a lo mejor uno de ellos se quita esa venda que,
como al burro, le obliga a seguir siempre por el mismo camino.
Como
decía Unamuno, “España me duele”. Hubo una, vez en que el dolor era tan fuerte
que entre todos nos matamos y se derramó
sangre, mucha sangre, no lo olvidemos jamás. Esperemos esta vez la sangre no
llegue al río.




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