Remaré hasta el dolor con alegría (reseña poética)
Remaré hasta el dolor con alegría
La poética de Antonio Figueroa Sabio
La poesía está en franca
decadencia, desgraciadamente. En las librerías el género es escaso o se
encuentra arrinconado. Los lectores se desenvuelven con pericia y ganas en
otros géneros como en la novela principalmente y luego, quizás, en el ensayo.
La mayoría de los lectores, cuando se adentran, no concluyen porque se pierden
entre tantas metáforas o hipérbatos – dos de las claves fundamentales para
comprender este género-.
La lectura de la poesía, para
llegar a su comprensión y disfrute, requiere un esfuerzo intelectual que no es
necesario para otros géneros, como esas novelas tan entretenidas que se
convierten en best sellers. No estoy
realizando una crítica punitiva. Ni mucho menos. Lo importante es que la gente
se inicie en la lectura y si es fiel a este subgénero bienvenido sea. Menos da
una piedra. Sigo argumentando que es el único canal que puede hacerle frente a
los netflix o los hbos, o a los feisbús y otras aplicaciones adictivas. Lo mismo que antiguamente
se iniciaba al niño en los placeres de la música clásica con Vivaldi, se
recurría a Bécquer para introducirlo en
la poesía. Durante los años de mi bachiller muchas niñas, y pocos niños,
estampábamos en nuestras carpetas algunas de las rimas del poeta sevillano. No
importa si ahora memorizan algunos versículos raperos, aunque alguno de ellos
son de muy mal gusto, al menos para mi gusto, y sobre ello dicen que no hay
nada escrito, aunque siempre he sostenido que sobre gustos hay torrentes de
tinta y enciclopedias escritas, que desmenuzan el buen y el mal gusto.
Cuando he tenido que explicar la
llamada etapa oscura de Góngora y
leer algunas estrofas de Soledades o Polifemo, he sudado la gota gorda para
que capten el sentido de sus versos. Sin embargo, respiraba aliviado cuando
llegaban sus letrillas o romances. Hay que tener sumo cuidado en esto porque en
la escuela o el instituto se encuentra la llave para crear futuros lectores de
todo tipo de géneros.
Las RRSS me han servido para
recuperar amistades perdidas y descubrir nuevos escritores, nuevas voces y
poetas. Entre estos vates se encuentran Carmen y Dori Hernández, Carmen Membrilla Olea, Javier Franco,
Mariano Fdez. Cornejo – mucho más conocido como pintor-, David Leo – uno de los
que ganó el preciado millón de Pasapalabra y Premio Hiperión de poesía-,
Alberto Escabias o al gran maestro Francisco Ruiz Noguera. Estos cuatro últimos
han acudido a la Biblioteca Salvador Gil del IES Santa Bárbara, donde se ha
defendido a capa y espada la lectura y la cultura en todos sus ámbitos y
aspectos. También quiero agradecer y recordar la presencia del magnífico
narrador Pablo Aranda, que tuvo la gentileza de acudir a nuestro centro para presentarnos
su obra. En aquel momento lo acompañé y le pregunté si consideraba realmente a
Málaga como una ubicación literaria a la altura de un París o un Madrid. Esta
maravillosa ciudad es la ubicación de mi última novela. Creo que yo mismo he
respondido a aquella incómoda pregunta. Ruiz Noguera nos acompañó con sus magistrales
versos y su incuestionable sapiencia sobre la materia. Aquel jovencito David me
impresionó con sus versos, que parecían llegados de otro mundo. Descubrí a un
magnífico trovador como es Alberto, al que pretendo invitar mil veces más, si
no tiene inconveniente, pues comprobé asombrado cómo los alumnos y alumnas
quedaban boquiabiertos con el magnetismo de sus versos y sus dotes como rapsoda.
He de recordar al incomparable Mariano, que ha expuesto en las galerías más
renombradas, y la manera en que se ahogaba y se emocionaba con amargas
lágrimas al leer aquel duro poema del niño ahogado en las costas de Turquía: el
pequeño Aylan. Nos dejó a todos sin aliento.
Seguiré indagando y capturando. Mi
último descubrimiento, del que me siento tremendamente orgulloso, ha sido Juan
José Corbalán Ibáñez, un excelente cocinero al que quiero reivindicar como un
poeta nato. Es el claro ejemplo de talento innato. La fuerza de sus versos es
incomparable. Desde aquí hago un llamamiento a las editoriales que se centran
en la poesía especialmente. Espero que acepte mi invitación el próximo curso y
nos encandile con su energía y vitalidad. Intentaré que prescinda de “tantos
puntos suspensivos”, pero ya no sería él. Como la J juanramoniana.
Mi atención se centra ahora en mi
viejo amigo Antonio Figueroa del que no me extraña, nada de nada, ese despertar
tardío y bendito al mundo de Calíope. Por cierto, su obra la ha intitulado La musa esquiva. ¡Anda que si no llega a
ser esquiva! ¡Menudo torrente de vigor y belleza encierran sus versos!
Recuerdo cuando Antonio Figueroa Sabio
entró en mi vida como esos amigos que dejan huella. Ni mucho menos pasó de
puntillas, ni fue aquel conocido cuya anécdota graciosa la evocas con gracejo.
Eran aquellos años despreocupados, cuando iniciamos nuestras carreras de
estudios, él la Abogacía y yo Filología. Por la noche quedábamos para estudiar
y preparar los exámenes, pero consumíamos el tiempo en charlar sobre lo humano
y lo divino, el más allá y el más acá, la poesía, lo mundano y lo trascendental.
Recuerdo que mis calificaciones no fueron especialmente brillantes – excepto el
Hebreo- pero he de admitir que con aquellas entrañables conversaciones aprendí
a pensar y aprendí que Antonio Figueroa Sabio encierra un gran sabio, un
anciano reencarnado a través de más de mil vidas, donde se pierde la memoria de
los tiempos.
Gracias a las RRSS lo redescubrí y
pude apreciar el artista que encierra dentro y que ha luchado por salir. Sus
pinturas, su música y su poesía. Sobre todo esa poesía, tan cercana como
enigmática, que pulula entre lo cotidiano y lo transcendente, cuajada de
recursos literarios a la antigua usanza. Por sus versos navegan las influencias
de los grandes clásicos, desde la poesía ética y moral de Quevedo, la
sarcástica de Góngora y la clásica de Garcilaso, tamizada toda ella del soplo
contemporáneo que la configura. Es un poemario que te reconcilia con la Poesía
con/en mayúscula.
Asimismo, a la memoria me viene
aquella lectura profunda y madura que realizó de la Poesía completa de Juan
Ramón Jiménez y cómo desmenuzaba aquellos versos y los interpretaba con la
solidez y la sensibilidad que un verdadero vate puede hacer. Por otra parte,
también permanece en mi cada vez frágil memoria su lectura de una gran
desconocida, una autora de culto que no tiene nada que ver con la Literatura,
pero sí con el Ocultismo, la Filosofía y la Metacognición a través de un viaje
de nuestro “Yo”, que siempre viene determinado por otras fuerzas que
desconocemos. Así lo entendí yo en aquel tiempo. Seguro que vienen Íker Jiménez & esposa y me mandan a paseo.
He visto deslizarse por algunos
versos al excelso Antonio Machado o a Pedro Salinas, Gerardo diego o Jorge
Guillén, pero sobre todo a nuestros grandes clásicos, insisto. Recuerdo
igualmente, cuando preparaba mis oposiciones, en casa de Raimundo Iáñez -otro
magnífico poeta y pintor minimalista-geométrico-, que se quedaba ensimismado
escuchando las lecturas de Fray Luis de León o San Juan de la Cruz. Y después
realizaba una suerte de comentarios comparados a los que él se sumaba con su
elocuencia y sus finas apreciaciones.
En él se hallan los temas clásicos
de la poesía de todos los tiempos como el
Tempus fugit o el cántico a la
infancia perdida. Hay versos que te encandilan y te hacen levitar: En los márgenes del tiempo reposa la
eternidad. Veremos con los ojos de la mente. Que anexione mi ser a tu sustancia
– ese eco de Salinas-. Y También de Alberti cuando descubre la mar.
Por si las referencias o los guiños
a los clásicos fueran pocos no podía faltar El
fénix de los ingenios en un soneto alegre y vistoso como el que don Lope de
Vega ideó sobre cómo escribir un soneto, una suerte de metapoesía.
El ritmo y la rima son básicos en
su poesía, algo de lo que huye la poética actual como si fuese la sarna; sin
embargo, si se lee con atención se puede advertir la riqueza de nuestro
ancestral lirismo, como en la Noche
oscura, donde se palpa, se huele y se siente tanto métricamente como
conceptualmente uno de nuestros más valiosos vates: San Juan de la Cruz. Es
como si aquellas liras de San Juan hubieran traspasado el tiempo y sonaran a
través de un eco diáfano e inspirador. ¡Rescataré
la alegría!, concluye. Si tuviera que quedarme con el leit motiv que hilvana la temática de su poética sería la
búsqueda de la felicidad, pero para AFS este concepto no es eterno ni
estático, sino que se relaciona directamente con la alegría que, como todos
sabemos, es un estado transitorio, puesto que si perseguimos la alegría es
porque evidentemente huimos de la tristeza. Y, tras esta, nos reencontraremos
con la misma sensación de desánimo para escapar nuevamente. La poesía de AFS
puedo decir, sin temor a equivocarme, que concentra ese anhelo de plenitud y de
felicidad que cualquier persona busca. Como lo buscaba Jorge Guillén y lo
separó en Cántico y Clamor. Toda la crítica discutiendo
sobre estos dos libros y resulta que, bajo mi punto de vista, son
las dos caras de una misma moneda.
Esos bajones anímicos, de los que nadie se libra, el poeta los deja
pasar andando el camino y haciendo camino al andar. Para él, todo pasa y, si
algo queda, hay que hacerlo pasar. Machado se sentiría orgulloso. Vine al mundo: ¡no engañarme fue mi más útil tesoro! Ha ido sopesando sus
pesares y sus alegrías, ha ido tomando fríamente sus decisiones y optó por ser
feliz. La felicidad también es una opción. Hay quien se obstina en ser un pobre
infeliz. AFS ha sabido exprimir la vida y la ha intelectualizado a través del
tamiz de la creatividad. Algo muy difícil de conseguir, pues al mismo tiempo
subyace lo irracional.
Intercalados,
ante estos temas severos, como los grandes vates barrocos, intercala la poesía
de lo cotidiano, podríamos decir, y no por ello menos bella como la alusión al
momento fugaz y vívido de Mi cocinera, donde
se rinde tributo también a lo rutinario. Espero
que las feministas no se enfaden.
Sus
recuerdos, sueños y realidad los he llegado a relacionar con La vida es sueño de Calderón. Y en esos recuerdos de la
infancia, que podrían haber sido sueños, rememora la figura del padre y le
dedica un hermoso planto, duro y valiente. Pero no lo deja ahí, luego lo retoma
y lo insufla de vida, pues casi todos estamos de acuerdo en que nuestros seres
queridos siguen viviendo cuando los recordamos. Viven en nuestro recuerdo y en
nuestro pensamiento, como todo lo que existe. Como ese valioso soneto que
dedica a su madre, tierno y sosegado. Lleno de luz. No he podido dejar de
pensar en (su) Madame Blavatsky. Su
evanescente forma vaporosa. Serena
aparición que de otra esfera su amor incontestable me ha traído. Y concluye
con esta forma métrica dedicada a su abuela.
Su
poemario finaliza con la misma vistosidad y fuerza que derrocha en cada forma
estrófica, rememorando sensaciones pretéritas, ancestrales. Esas que nos
determinan y que nos hacen aferrarnos a la vida, al amor y a la alegría, aunque
para el poeta el dolor no tiene cura.
Curiosamente, cuarenta alusiones hace a la palabra dolor o su lexema. No puede
ocultar que escribe, pinta y compone como terapia, catarsis, o como queramos llamarlo,
y que empuja y expulsa ese dolor que acompaña al ser humano desde el momento
exacto de nacer. No obstante, me quedo con un verso bellísimo que dice mucho de
su poética: Remaré hasta el dolor con
alegría.
José Luis Raya Pérez



Muy buena reseña.
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