LENGUAJES
LENGUAJES
https://www.diariosur.es/opinion/lenguajes-20190910000543-ntvo.html
El lenguaje per se puede ser
inabarcable, independientemente de los sistemas que los lingüistas y filósofos
empleen para estructurarlo, aunque podría reducirse a lenguaje humano y no
humano. Tan complejo uno como otro. Imagínese el lenguaje (como sistema de
comunicación) que adopta cada especie animal, incluso vegetal. Estaríamos
clasificando y sistematizando hasta el infinito. Uno de los más avanzados y
atrayentes es el lenguaje de los delfines, por ejemplo. Pero fuera de esta
catalogación me gustaría centrarme de forma somera en dos tipos – humanos,
arbitrarios e icónicos-, esto es, el lenguaje literario y el cinematográfico.
Usualmente la gente tiende a comparar alegremente una película con la
novela en la que se basa – raras veces sucede al contrario- y hemos de recalcar
que caemos en un craso error; en efecto, no tiene disculpa, pues los códigos
utilizados son absolutamente contrapuestos. Símbolos arbitrarios (palabras) e
iconos (fotogramas), estos últimos no
son arbitrarios, pues hay una implicación y una identificación absoluta
entre significante, significado y referente: se les llama “necesarios”. Por lo
tanto, nos equivocaríamos al comparar película y novela.
Ahora bien – todo tiene un pero o un sin embargo-, podemos entablar una
confrontación entre ambos lenguajes y llegar a algunas inequívocas
conclusiones, es decir, ¿cuál de los dos desarrolla más la capacidad humana del
raciocinio, del intelecto o como queramos llamarlo? Esto es algo fundamental
para el desarrollo personal y cerebral- aunque suene distópico-, sobre todo en
edades tempranas.
La lectura requiere un mayor esfuerzo intelectual. El intelecto ha de
esforzarse para desentrañar el mensaje o la historia que nos quieren contar, en
el caso de la poesía el empeño puede llegar a ser criptográfico, pues se le añaden
numerosos códigos, especialmente estilísticos, que un lector medio en ocasiones
no sabe desentrañar. Si volvemos a la narrativa o a la novela, que es el género
preponderante, nuestro intelecto tiene que estar atento al espacio, al tiempo
donde se desarrolla la trama, a la intervención de los personajes, que pueden
ser presentados por el narrador o a través de otros personajes, reflexiones, descripciones o alusiones. El
narrador puede metamorfosearse, aunque normalmente aparece en primera o tercera
persona: el narrador omnisciente, objetivo, subjetivo, parcial, imparcial,
apologético, crítico, reflexivo, descriptivo y un sinfín de injerencias
neuronales a las que uno ha de estar alerta si se desea captar el mensaje. Por
ello, se desarrolla la imaginación, se incrementa el vocabulario, ayuda a las
construcciones sintácticas, especialmente a las subordinadas, te ordena la
argumentación, ayuda a expresarte, desarrolla la concentración, estimula el
análisis, la interpretación y la
relación de conceptos semánticos entre otras muchas ventajas.
El lenguaje cinematográfico es a priori mucho más elemental, de hecho un
espectador solo ha de mirar e hilvanar las secuencias. La implicación de su
capacidad receptiva se puede reducir a unos cuantos elementos a los que uno
debe prestar atención. Salvo insignes referentes, el espectador solo tiene que
dejarse llevar, raras veces ha de implicarse en desentrañar las señales, salvo
numerosas obras de suspense o múltiples directores que nos dejan su impronta excelsa.
Por falta de espacio, podríamos enumerar docenas y docenas de ellos, que han
elevado sus obras al Séptimo Arte. Introducirse en su lenguaje requeriría otros
conocimientos, si se quiere tan complejos o más que el resto de las artes, pues
puede resultar una amalgama de todas ellas: música, fotografía, escenografía,
danza, interpretación, dirección (conjunción), e incluso la arquitectura o
numerosos pasajes literarios en off.
Es, por consiguiente, muy completo, pero no requiere una participación tan
manifiesta del espectador como la del lector en la obra que se le expone. Hay
que iniciarse antes en la literatura, de hecho se recomienda leer primero el
libro y después ver la película.
Otra cuestión sería el tema de las adaptaciones, aquí es cuando se
escucha el tan manido y equivocado tópico de “el libro es mejor que la peli”,
puesto que palabra e imagen son incomparables, si bien podemos aludir a ello
sin olvidar el sistema de comunicación al que pertenecen. Hay obras
cinematográficas que resultarían incluso quiméricas plasmarlas en papel, pero
sin duda hay cientos o miles de obras literarias cuya adaptación fidedigna
resultaría banal. Podríamos hacer un popurrí “sin mirar a quién”: Rayuela, Ulises, El perro andaluz, 2666, Mulholland drive, En
Busca del Tiempo Perdido, Memento,
No es medianoche quien quiere, El Mahabharata, ni las adaptaciones de El Quijote se acercan, ni de lejos, al intríngulis y a
las implicaciones filosóficas de esta obra magistral. Seguir enumerando es
improductivo.
En efecto, trasladar determinadas películas al texto literario podría
resultar complicado, pero a la inversa hay muchas más obras literarias que
verterlas al lenguaje fílmico sería quimérico. Aún así, la mayoría de la gente
sigue pensando que más vale una imagen que mil palabras, quizá porque la
mayoría de la gente, lamentablemente, no lee.
JLRAYA




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