INTRAHOMOFOBIA
INTRAHOMOFOBIA
José Luis Raya
Al hilo de mi pasada presentación en la Feria del
Libro de Granada sobre mi última novela, he desembocado sin querer en algunas
reflexiones, que, aunque ya las había pergeñado en cierta ocasión mentalmente,
ahora las he plasmado por escrito y parece como si adquirieran mucha más
veracidad y se sostuvieran por sí solas. Invito al lector a meditar un poco
sobre ello y verá que no resultan tan descabelladas.
En la
narración mis personajes cambian, se transforman, evolucionan, algunos
involucionan para adaptarse al medio y así se explica por medio de teorías
darwinistas. En mi novela el maricón se tiene que camuflar para que el Régimen
Franquista no lo persiga: esto puede entenderse como supervivencia, lo mismo
que muchas de estas personas tienen que hacer en países como Rusia, Chechenia o
ciertos países musulmanes radicales. Ya hemos visto lo que les ha sucedido -o
no- a esa pareja de chicas, una de ellas musulmana. En la época franquista la
mayoría se casaba, otros escogían la Iglesia como vía de escape para evitar la
cárcel en muchos casos durante el franquismo primitivo, no ya en el
tardofranquismo que era mucho más aperturista.
Sin embargo, la presión social y familiar impelían a
que muchos homosexuales se camuflaran formando familias cristianas o
introduciéndose en el clero. Sostengo la teoría de que en muchísimos casos, son
los propios homosexuales (reprimidos y frustrados) los que atentan y agreden a
los de su misma “especie”. Me baso en teorías biológicas y darwinistas, es
decir, el heterosexual no ve ningún peligro en el homosexual, no existe
competencia alguna para el cortejo de la hembra y posterior copulación. Es más,
el macho heterosexual se sentiría mucho más cómodo rodeado de machos
homosexuales porque no habría que competir con la única hembra del entorno. En
todas las especies animales son los machos (heteros) los que luchan por copular
con la hembra para procrearse y mantener la especie. Que haya un homosexual
cerca supone un beneficio para el macho heterosexual, ya que no tiene que
competir con éste.
Existe una homofobia cultural sin duda, pero la raíz
de ésta se encuentra en los homosexuales propiamente dichos que intentan imitar
los roles de sus congéneres opuestos. Los machos heterosexuales rivalizan entre
ellos para copular con la hembra, como he indicado, pues bien, algunos machos
homosexuales realizan estos mismos actos, por mímesis, con respecto a sus pares
o iguales. Esto es algo congénito que se pierde en la memoria de los tiempos,
es una marca genética que muchos homosexuales conservan y rivalizan con sus
iguales de manera inconsciente. Otras veces, por cuestiones sociales, lo hacen
abiertamente, es una suerte de machismo invertido, nunca mejor dicho. De hecho,
dentro de los homosexuales existe una aversión manifiesta hacia lo femenino. En
muchos círculos de amigos se critica, se mofan e incluso menosprecian a los
varones con pluma o amanerados, cuyo comportamiento se asimila a lo femenino.
Nadie habla de este tema: la intrahomofobia.
Esta es una manera mimética (mal entendida) de
aproximarse al mundo varonil heterosexual y con-fundirse con ellos. El varón
homosexual, en este caso, menosprecia al varón afeminado claramente por
imitación, por el rol social que se ha impuesto durante décadas. Las mofas más
crueles proceden en muchos casos, sin duda, de varones homosexuales que se
avergüenzan de los varones afeminados, por “falsa mímesis”, ya que los varones
heterosexuales no pueden, en ningún momento, arremeter contra estos, al menos
por cuestiones biológicas o naturales, el que lo haga seguramente no sea “tan
heterosexual”.
Efectivamente, un personaje de “Por la carne
estremecida”, don Rafael, a la sazón profesor del afeminado protagonista,
Tiburcio, le explicaba cómo debe actuar y comportarse para hacerse respetar y
poder incluirse dentro de la sociedad como un miembro más.
Aunque no es específicamente el tema de la novela,
sí adquiere una cierta relevancia en tanto en cuanto el protagonista tiene que
“sobrevivir” en un ambiente hostil. Su profesor le orienta desde las teorías
darwinistas sobre la adaptación y el camuflaje, algo que él había experimentado
perfectamente al estar felizmente casado por la iglesia y con dos hijas que
corroboraban su unión. Incluso fingía ser profundamente adepto al Régimen. Esto
se enfocaba como cuestión de supervivencia (darwinista).
Este tema, tan espinoso en aquella época, va
ensortijado – nunca mejor dicho- con citas de poetas y escritores homosexuales,
sin ellos la humanidad hubiera sido muy diferente: Lorca, Cernuda u Oscar Wilde,
por ejemplo.
No obstante, éste no es el tema fundamental de la
misma, es incluso secundario. En ella podemos tratar diferentes temas
transversales como la sempiterna lucha del bien y del mal, el maltrato y la
violencia de género, el fanatismo religioso, el machismo, el servilismo, la
libertad de conciencia, la estafa, el concepto de familia, la religión como
algo íntimo y personal, la explotación laboral de entonces, la educación o la
supervivencia en aquellos tiempos que, en ningún momento, la juventud y las
generaciones venideras deben olvidar o soslayar. No se pretende adoctrinar – no
voy a caer en lo que precisamente se critica- sino que se exponen los temas a
través de los conflictos, dudas y aventuras que los mismos personajes van
viviendo o malviviendo. Para ello el autor ha redactado una historia adictiva,
de esas que los lectores y lectoras a menudo comentan en reuniones: “Me encanta
este libro. Estoy enganchado”. Como docente, creo que debería ser un libro
obligatorio en los cursos de bachillerato. Los jóvenes deben estar al corriente
de lo que pasó y de lo que somos. Si se entiende nuestro pasado estamos
preparados para comprender nuestro presente y no evitar errores futuros. La
novela arranca desde nuestro presente, se remonta al pasado, y concluye en
nuestra época y nos plantea un futuro abierto e incierto.
Aquél que no conoce su historia está condenado a
repetirla, nos advirtieron, más o menos, Cicerón, Napoleón, Avellaneda y
Abraham Lincoln.






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