UNA RETIRADA A TIEMPO
Una retirada a tiempo
José Luis Raya Pérez
Muchos guardamos en nuestra retina el descenso por esa
colosal escala de una impactante y lamentable Norma Desmond, interpretada
magistralmente por Gloria Swanson en “El crepúsculo de los dioses”. Cualquier
espíritu sensible puede captar el amargo sabor que deja la derrota cuando uno
no se ha retirado a tiempo. Los ojos de Norma/Gloria destilan ese fulgor de
estrella apagada y patética que inspiran tan sólo compasión ante una realidad
oscura, que tan sólo ella ve como brillante y fulgorosa.
Son muchos los artistas (pintores, escritores, músicos…) que
concluyeron su época de esplendor y no supieron retirarse a tiempo, quizás
porque sus más allegados y falsos acólitos le doraban la píldora y les hacían
ver fabulosos unicornios en jardines encantados donde sólo existían áridos
páramos deshabitados.
En política, incluso, comprobamos cómo hay líderes que se
aferran a su escaño, su alcaldía o su presidencia como una lapa a su roca,
emulando a ese chavismo eterno que tanto denostan, y no sin motivos. Pretenden
perpetuarse hasta la extenuación, donde la renovación, o la dimisión, es casi
una prohibición. Es triste comprobar cómo unos cuantos persisten en su error
hasta pudrirse en su trono de cristal.
Son numerosas las batallas que se perdieron trágicamente por
no haber efectuado una retirada honrosa. Es la falta de orgullo lo que la
convertiría en deshonrosa e indigna: desde Las Termópilas, hasta Stalingrado o
Vietnam. Todas ellas tienen en común la persistencia, la tenacidad, la valentía
que interpretan los vencidos y la tozudez por otro lado, que expresa la lógica
ilógica cerebral, que pese a saber que
ya todo está perdido, siguen ahí “dale que te pego” y “erre que erre”.
Igualmente, cuántos hombres y mujeres han estado aguantando
en medio de una farragosa relación que hacía aguas por todas partes y no
hallaban ni un triste salvavidas que los sacara a flote, y transformaban las
humillaciones de turno en suaves besos silenciados o en esperas de noches
eternas por si su pareja cambiara a
última hora y volviese a florecer ese amor apagado y ya inexistente. Es la
tozudez del derrotado que se adhiere como una lapa a su peñasco punzante y no
se marcha ni con agua-fuerte, pese a tantos sinsabores, desplantes, desprecios
o claras humillaciones, públicas y privadas.
También en la amistad – amor y amistad suelen tener la mismas
conexiones- es preciso cambiar de aires y rodearte de personas que te aprecien
y te apoyen, frente a ese antiguo grupo que hace tiempo que se apagó y que te
ha ninguneado hasta la saciedad. Uno tiene que virar cuando te atropellan
gratuitamente, o te infravaloran o cuando tienes que admirar obligatoriamente a
esa persona que no te aporta nada, excepto su altanería y arrogancia. Has de
valorarte tú misma-o y comprender que no estás obligada-o a adular a nadie, ni
a seguir a un líder que encabece la manada, la que ha configurado a su imagen y
semejanza, cuyo impulso vital es mantener una suerte de estatus patriarcal de
cíclope omnipotente, cuya labor es seleccionar y dirigir dicha manada. A veces,
uno se encuentra con ese amigo que te absorbe la energía y te deja lánguido y
sin fuerzas. Te controla, te exige y te examina permanentemente: La moderna
psicología suele nombrarlo como Vampiro Emocional. Tienes que saber que
tan sólo tú eres dueño de tus actos y de tu destino y que eres el/la que elige
y decide con quién quieres estar y con quién quieres ser feliz. Comprobarás que
hay vida más allá de los agrios límites de tu entorno y sabrás, como Napoleón,
que una retirada a tiempo puede suponer
una victoria, aunque en aquella famosa batalla –
musicada por ABBA, como trovadores
vikingos-, y tan curtido en otras tantas, no llegara a tiempo de la ignominiosa
desbandada. Es el tiempo el que nos facilita las reglas para admitir y
discernir, separar la mala de la buena hierba, redistribuir nuestros intereses
y no someterlos a los de los demás o a los del líder del grupo.
El ser humano en su estadio de obligada inmadurez puede
tropezar y torcerse, pero cuando uno frisa la edad de Alonso Quijano, es decir,
los cincuenta, ya debería haber hecho acopio de experiencia y evitar atropellos
gratuitos, desplantes, sinsabores, o diferentes afrentas, si bien, entra dentro
de la legalidad el hecho de tropezar dos veces en el mismo asunto. Empero,
usted ya es sabio y debe saber que esa persona o personas ya no le convienen
porque ante todo está usted. No salga al escenario de la vida pensando que
todos lo halagan y tan sólo se mofan de su caballerosidad, como le ocurría a
don Quijote y a la pobre y patética Norma Desmond, por desconocer que una
retirada a tiempo puede suponer, si no una victoria, sí al menos una
preservación de su integridad y plenitud.



Es un certero estudio psicológico de la dificultad que las personas pueden tener para ver con claridad cuando un amor, una amistad o un trabajo se ha agotado, ha llegado al punto de finalizar.
ResponderEliminarEmpezar otra historia, vislumbrar otro amanecer es propio del cerebro humano al que la evolución ha dotado de esa sabiduría.
Es un certero estudio psicológico de la dificultad que las personas pueden tener para ver con claridad cuando un amor, una amistad o un trabajo se ha agotado, ha llegado al punto de finalizar.
ResponderEliminarEmpezar otra historia, vislumbrar otro amanecer es propio del cerebro humano al que la evolución ha dotado de esa sabiduría.
Estoy de acuerdo. con esa visión trágica de las relaciones entre el poder y la autoestima; aunque no comparto el párrafo relativo a las victorias y derrotas por muerte trágica de los intervinientes. el articulo va de aferrarse al poder (también a la vida) en detrimento de la dignidad... en ese sentido Leonidas prefirió integridad a vida, y eso le honra en la muerte y en la inmortalidad
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